Lectura 4:00 min
El origen y la deuda impagable
Sabemos de sobra que el presidente promueve y alienta una división entre los mexicanos, la pregunta es ¿por qué puede hacerlo y para qué lo hace? Puede hacerlo, porque en efecto estamos divididos. Hay una mitad de los mexicanos que no han sido beneficiados o eso creen o sienten, por la modernidad de las políticas aplicadas durante los últimos 40 años. La otra mitad se ha incorporado al capitalismo, a veces, mediocre mexicano que tiene aspiraciones y en una proporción logra algunas de sus metas implícitas.
Educación, salud, vivienda y retiro, se han cumplido para aquellos que tienen papeles se inscriben en el SAT, tienen un crédito del INFONAVIT y se ajustan a los que hasta hace unos años eran los dos o tres sistemas de salud. Resolvían, pues, la vida cotidiana e iban avanzando en distintos grados. Uno de los testimonios del avance, es material ciertamente, como toda sociedad capitalista, democrática y liberal lo ha planteado. A aquellos que hemos vivido en ese contexto nos queda claro y nos asombra quienes no viven, piensan o aspiran de esa manera. Es preferible la cultura del esfuerzo que la dádiva complice.
Todavía la sociedad mexicana y sus capacidades sociales saben que, eventualmente y con los golpes de responsabilidad y de capacidad mejoraran en la colonia, la familia y en cada uno de nosotros las cosas. Pensar de futuro y enfrentarlo sería una verdadera transformación de consciencia.
La otra mitad de los mexicanos, sienten que nada de lo que ha pasado en los últimos 40 años los beneficia. La vida transcurre. Cada semana, con tener para comer y satisfacer lo mínimo, se hace llevadera y posible la existencia, si no, vemos que hacemos o pedimos prestado a quien tiene, porque de alguna forma “ese” tiene la obligación de ayudarnos: “tú que tienes, cómo es posible que no me des”. No existe consciencia alguna, de que la vida cotidiana de esos otros que se sienten al margen de la modernidad sólo es posible porque ésta —la modernidad— funciona. Sin modernidad que genera empleos, impuestos, servicios, exportación y estabilidad económica, sería imposible la sobrevivencia del otro México.
La universidad y sus recientes movimientos reivindicatorios, sobre abusos hechos a mujeres es un buen ejemplo del malestar social que se expresa en esa lucha reivindicatoria, pero que al final está imbuida en el contexto de los reclamos sociales que exigen a las instituciones respuestas, a un largo trayecto de exclusión y falta de atención verdadera.
Para el presidente la solución es sencilla: hay que darles algo. Una beca, una ayuda una pensión. Con ello construimos clientela y paliamos un problema que, en realidad debería ser resuelto con políticas de empleo, inversión para generar trabajo y oportunidades reales en el sistema de salud y educativo, que tan maltrechos habrá de dejar este gobierno.
Pero no es así, para sostener su estrategia, el presidente solicitó a la Cámara de diputados un techo de endeudamiento de 1.1 billones de pesos. Es decir, de cada 100 pesos ejercidos del presupuesto, casi 15 provendrán de préstamos. Con ello, nos acercamos peligrosamente al 50% de deuda respecto del PIB. Sin duda motivo de alarma, porque como se sabe, el dinero no está destinado a proyectos productivos, sino a aumentar la pensión para las personas de la tercera edad y a los jóvenes y madres solteras.
La deuda, por supuesto la habremos de enfrentar los que vivimos de la modernidad y con ello, supongo, contribuimos a dejar de ser fifís, la realidad es que el balance de deuda es una muy mala noticia para el futuro de nuestros hijos y de nuestro aparato productivo. Nada más, pero nada menos también.