Lectura 4:00 min
El paso a paso para empezar a invertir (I)
(Parte 1 de 2)
Hace unos días Charly, un lector, me escribió a propósito de mi artículo sobre las inversiones y la vida. Me comentó que ha leído reportajes y visto noticias, pero en ninguno dice el paso a paso sobre cómo, dónde o cuándo poder invertir.
Aprender a invertir es algo que no es difícil, si uno tiene los conceptos y la claridad de mente necesarios. Eso es lo que trato de plasmar en mis columnas. Es además un proceso que se va afinando y adaptando con el tiempo, porque hay distintas filosofías y estrategias.
Antes de empezar es importante aclarar qué es invertir. A grandes rasgos, es asignar recursos para adquirir activos con la expectativa de generar un ingreso o rendimiento (apreciación de los activos). Uno lo hace con distintos objetivos, siendo el más importante la construcción de un patrimonio (por ejemplo, el ahorro para el retiro).
Ahora bien: adquirir un activo siempre implica correr riesgos. Todos los activos, incluso los más “seguros” (respaldados por el gobierno) pueden bajar de valor, ya sea de forma temporal o permanente. Recordemos que en este mundo hay países enteros que están literalmente en quiebra y que no pueden pagar sus deudas.
La buena noticia es que el riesgo siempre se puede controlar a través de la diversificación, tema del que hablamos en la columna anterior. Entonces, no hay que tenerle miedo al riesgo: hay que aprender a controlarlo.
A grandes rasgos, en realidad hay tres maneras de invertir nuestro dinero (tres grandes clases de activos):
1.- Prestar nuestro dinero a alguien más, quien nos paga intereses. Por ejemplo: un pagaré bancario, los Cetes, los Bonos del Tesoro en Estados Unidos, entre otros. Esta clase de activos se llaman, por eso, instrumentos de deuda porque representan exactamente eso: una deuda que el emisor tiene con nosotros. Le estamos prestando nuestro dinero a un gobierno, a un banco o a una empresa, quien nos paga intereses cada cierto tiempo a una tasa que puede ser fija o variable, y el capital al final del plazo (o en determinados intervalos). Hay de distintos plazos: desde 28 días hasta bonos perpetuos. Cuando invertimos en ellos hay dos riesgos principales: el de crédito (que el emisor no pueda cumplir sus obligaciones) o el de mercado (por ejemplo, si tenemos un bono a 30 años que paga una tasa fija de 6% pero en este momento es posible comprar bonos a un plazo similar que pagan el 8%, nuestro bono valdrá menos). Lo opuesto ocurre si las tasas del mercado bajan (nuestro bono será más atractivo).
2.- Invertir en empresas o negocios. Uno puede poner uno propio o puede invertir en un negocio establecido y probado. Esto es exactamente lo que hacemos al comprar acciones de empresas que cotizan en Bolsa. Algunas empresas pagan dividendos (una parte de las ganancias a sus socios), muchas otras no porque reinvierten dichas utilidades en el propio negocio. Pero si una empresa crece en tamaño y en utilidades, la empresa vale más (tarde o temprano eso se verá reflejado en el precio de sus acciones). Hay más riesgos porque las empresas están en un entorno competitivo, hay innovaciones tecnológicas, otras se vuelven obsoletas, etc.
3.- Invertir en activos que tengan potencial de apreciación (o que uno pueda vender más caros después). Por ejemplo metales preciosos, terrenos, obras de arte, petróleo, maíz, entre muchas otras cosas. A grandes rasgos esta clase de activos se llaman commodities. A diferencia de lo que mucha gente piensa, por lo general su precio es mucho más volátil, pero debido a su menor correlación, pueden ser útiles para reducir el riesgo de nuestro portafolio.
Cada uno de estos tipos de inversión o clases de activos tienen riesgos distintos y además se comportan de manera diferente dependiendo de los ciclos económicos. Hablaremos más de esto en la segunda parte.