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El plagio de la ministra: las ramificaciones del escándalo
El artículo de Guillermo Sheridan, publicado el pasado 21 de diciembre en el portal de Latinus, hizo estallar una crisis en la que aún nos encontramos inmersos. La bomba detonó directamente en la oficina de la ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Yazmín Esquivel. Sin embargo, el escándalo ha irradiado a las instituciones involucradas que hasta ahora han sido incapaces de contener y resolver la crisis.
Sheridan, periodista, escritor, crítico literario y académico de la UNAM, mostró con imágenes digitales que la tesis de licenciatura de la ministra Esquivel, presentada en septiembre de 1987, era una copia burda de otra aprobada en julio de 1986. Un año y dos meses antes, Edgar Ulises Baez había obtenido del grado de licenciado en derecho con una disertación idéntica.
Todo coincidía palabra por palabra: el título, el índice, el texto mismo de la tesis. Lo único que cambiaba era el nombre del autor y la dedicatoria. Sheridan reprochaba en primer lugar la hipocresía de Esquivel, quien en esos días buscaba la presidencia de la SCJN y, en un promocional declaraba que había que ser implacables con la corrupción e invitaba a la ciudadanía a denunciar. Sheridan le tomó la palabra.
Sin embargo, la acusación más grave era otra. Según Sheridan, las pruebas mostraban que Esquivel había obtenido su título de forma fraudulenta. En consecuencia, debía invalidarse, así como su cédula profesional. Como el título de licenciada en derecho constituye un requisito para ocupar el cargo de ministra de la SCJN, por lo tanto, también tendría que anularse su nombramiento.
Dado que el artículo de Sheridan acusaba directamente a Esquivel, ella fue la primera en reaccionar. Negó todo y publicó en redes sociales cartas de respaldo firmadas la directora de tesis de licenciatura (a la postre destituida por la UNAM), de un sinodal y del director de su disertación doctoral. Sin embargo, no aportó ninguna prueba que desmintiera las acusaciones escandalosas.
Después, trató de construir una narrativa alterna: la víctima del plagio fue ella. Buscó documentar que quien en realidad había copiado su tesis era Baez. Su narrativa alterna tiene un problema de credibilidad insuperable. La tesis de Baez se registró más de un año antes que la suya.
Después vino la reacción de las instituciones involucradas. El presidente López Obrador, quien propuso a Esquivel para ministra de la SCJN, siguió su guion acostumbrado. Primero minimizó el escándalo, después intentó destruir la credibilidad de Sheridan, luego se hizo la víctima y al final buscó desviar la atención hacia la UNAM, a quien acusó de lavarse las manos.
En su estrategia de comunicación prevalece un objetivo: evitar la percepción de debilidad. Busca aparecer como un presidente siempre guiado por una voluntad recta, que nunca tiene necesidad de corregir. Si hay problemas, la culpa es de alguien más. Así ha respondido a las múltiples crisis de comunicación que se han suscitado a lo largo de su gobierno.
La UNAM mostró su falta de pericia en el manejo de crisis. Al parecer, las autoridades universitarias creyeron que el escándalo afectaba sólo a la ministra Esquivel. Por ello, se limitaron a confirmar la existencia del plagio y destituir a la directora de la tesis. Alegaron que la UNAM carecía de facultades legales para anular el título de la ministra y dejó el asunto en manos de la SEP. Como era previsible, la SEP se los devolvió.
Ahora, el rector de la UNAM, el Dr. Enrique Graue, enfrenta una crisis interna. Un amplio sector de la comunidad se manifestó en contra de su respuesta a la crisis y pidió que las autoridades internas intervengan para analizar el caso y pronunciarse sobre la revocación del título. El viernes pasado salió en conferencia de prensa a anunciar un cambio rumbo. El prestigio de la máxima casa de estudios está en juego.
El escándalo protagonizado por la ministra Esquivel ha entrado a su fase crónica, debido a su renuencia a dejar el cargo y la parálisis institucional. Pronto llegará a otra institución que hasta ahora ha permanecido callada: la SCJN. La crisis amenaza con convertir a la credibilidad del máximo tribunal constitucional en su siguiente víctima.
*El autor es profesor del CIDE.