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Opinión

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El plan de Biden para reactivar la economía: proyecto sin misión

Después de haber leído los libros Misión economía, El nuevo Estado Emprendedor y El valor de las cosas, de la nueva gurú en economía Mariana Mazzucato, que son oxígeno para quienes buscamos planteamientos novedosos y creativos para salir de la crisis, después de leer uno de ellos me han surgido algunas dudas respecto al Plan de liquidez del gobierno del presidente Biden para reactivar la economía gringa de 1.7 billones de dólares para diferentes finalidades y 1.5 para gasto en infraestructuras para los próximos años.

Ya se empiezan a notar los efectos positivos del plan, que han venido acompañados de una bajada de tasas entre 0 y 0.25% de la tasa de interés de la Reserva Federal, auspiciada por la secretaria del Tesoro de Estados Unidos Janet Ellen. Sin embargo, además de la oposición que ha tenido dicho plan en el Senado por parte de los republicanos, la creación de empleo en los últimos meses no se ha creado conforme al ritmo en que venía creciendo, la inflación se disparó -al menos temporalmente- en tasas cercanas al 4% y el crecimiento, si bien elevado, 5.6% el último trimestre, tampoco ha ido al ritmo que se esperaba para el proceso de recuperación de la economía del país de las barras y las estrellas.

¿Cuál es la falla esencial de este ambicioso plan de recuperación de la economía norteamericana? El plan contempla inversiones en diferentes ámbitos -desde combate al cambio climático hasta dinero en efectivo para los bolsillos de los norteamericanos-, pero Mazzucato da en el clavo: se propone gasto -con su consiguiente déficit presupuestal-, pero no se hace énfasis en la misión que se pretende conseguir con el dinero gastado.

No hay que poner la carreta antes que los bueyes. Aunque Keynes estaría a favor de una política fiscal expansiva cuando la economía se encuentra deprimida, sin preocuparse demasiado por el fin de tales políticas, Mazzucato señala que el gasto hay que realizarlo una vez que se tienen identificadas misiones (objetivos, o lo que diría Aristóteles, la causa final), se han identificado los actores y sectores, así como los posibles subefectos de las misiones (en el caso del cambio climático por ejemplo, incluiría las innovaciones que se pretenden realizar para lograr tales objetivos). El ejemplo de misión que propone Mazzucato es el envío de un hombre a la luna que propuso el presidente Kennedy para alcanzar en la guerra espacial a la Unión Soviética. Tal misión, ambiciosa pero muy concreta, generó que la NASA trabajara muy de cerca con muchos proveedores, universidades y personas físicas en un esquema flexible para lograr tal objetivo. Mazzucato denuncia el error del desmantelamiento de las capacidades del Estado -como se vió en el sector sanitario con motivo de la pandemia en Inglaterra y Estados Unidos-, que impiden que los Estados se propongan misiones -como el cambio climático, el combate a la desigualdad y la digitalización de la economía-, que solamente pueden lograrse con Estados con competencias para el trabajo y metas ambiciosas que aúnen al Estado, la sociedad civil, las empresas y las universidades en el logro de un fin de interés público.

El Plan Biden de reactivación de la economía ha inundado de liquidez a la economía norteamericana, pero siguiendo la lógica de Mazzucato, se echa en falta un elemento esencial para el logro de su ambicioso plan: un sentido de propósito de interés público concretada en el planteamiento de una misión económica. Si no se plantea tal misión, puede llegarse al dispendio de recursos y desaprovecharse el uso del dinero, lo cual es peligroso dado el nivel de déficit del país del Tío Sam. Sin el establecimiento de misiones, el Plan de Biden terminará en un rotundo fracaso, una vez que termine el efecto del alcohol de los dólares con los que ha inundado la economía norteamericana.

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