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El primer paso para salir de deudas
Siempre he dicho que tener deudas implica, por lo general, que estamos viviendo por arriba de nuestras posibilidades.
Algunas veces he sido criticado por esta afirmación, ya que efectivamente hay otros motivos por los que la gente se endeuda. Por ejemplo, para comprar una casa o para hacer crecer su negocio.
Recordemos que el crédito es simplemente una herramienta que, si la sabemos usar y manejar con cuidado, efectivamente nos puede ayudar. Pero que también puede ser muy peligrosa. A veces la comparo con una sierra eléctrica: es una herramienta muy útil, pero si nos descuidamos, nos puede cortar la mano.
Todas las deudas, incluso aquellas que son a meses sin intereses, implican un compromiso de pago con dinero que todavía no tenemos. En otras palabras, estamos hipotecando nuestros ingresos futuros. Si por alguna razón éste se ve disminuido en el futuro (por ejemplo, perdemos el empleo) o surge alguna fuerte emergencia para la cual no estábamos preparados, tendremos grandes problemas.
Pero a la vez, el comprometer ingreso futuro significa que parte de ese dinero que ganemos ya está gastado desde antes. Entonces, nos queda menos para otras cosas. Nuestra flexibilidad financiera es mucho más limitada, nuestra capacidad para tomar decisiones también. Tenemos menos capacidad de ahorro para lograr las cosas que son más importantes para nosotros, como construir un patrimonio o prepararnos para un retiro al que todos, tarde o temprano, llegaremos.
Hay personas que están tan endeudadas, que ya no tienen flexibilidad financiera alguna. Ya no se pueden ni mover. Apenas les alcanza para cubrir sus compromisos y cubrir, apenas, sus necesidades. Ya no ven la luz al final del túnel. Debe ser muy angustiante y sumamente difícil vivir de esa manera.
Muchos entonces, en ese momento, se preocupan y buscan desesperadamente formas de salir de deudas. Algunas me contactan. Otros buscan un crédito de “consolidación”, que puede ayudar, pero no resolver el problema de fondo (muchas veces las personas que los usan terminan aún más endeudadas). Varios más empiezan a valorar a las “reparadoras” que cobran mucho por hacer muy poco.
En mi experiencia, casi todas las personas que caen en este tipo de situaciones tan terribles tienen crédito al consumo. Deudas con tarjetas de crédito, préstamos personales o de nómina y créditos automotrices, que van creciendo poco a poco. Es decir, viven por encima de sus posibilidades.
Al principio uno no se da cuenta. Uno ve unos zapatos maravillosos en oferta y a meses sin intereses y los compra. No pasa nada: uno puede pagar las mensualidades sin problema. Pero luego los hijos entran a clases, hay que comprar útiles y el ingreso mensual no alcanza. Entonces usamos la tarjeta, o aprovechamos el crédito de nómina que nos ofreció el banco en su cajero automático. Así sucesivamente. Nos vamos acostumbrando y muy poco a poco el compromiso de pago mensual se va incrementando.
La realidad es que mucha gente, de distintas formas, está convencida de que no hay de otra. El crédito es parte de su vida, ya sea porque no alcanza de otra forma (eso es grave porque significa que alcanzará aún menos en el futuro) o porque siempre hay imprevistos (más bien gastos irregulares que deberíamos contemplar). O simplemente nos hemos acostumbrado a comprar hoy, tenerlo ya y pagar después (ya veremos cómo le hacemos).
El primer paso para salir de deudas, si queremos realmente hacerlo y darle vuelta a nuestra situación financiera, es cambiar completamente este paradigma. Dejar de usar el crédito al consumo. Congelar nuestras tarjetas de crédito. Empezar a tomar control de nuestros recursos, para destinar la mayor cantidad posible al pago de nuestras deudas.
Pero si no hacemos este primer paso, que implica cambiar nuestra forma de pensar y usar el crédito para todo, será muy fácil recaer, porque no estaremos resolviendo la raíz del problema.