Lectura 4:00 min
El retiro de los investigadores de universidades privadas del SNI, un duro golpe
El nuevo Reglamento del Sistema Nacional de Investigadores (SIN) constituye un golpe adicional a la participación del sector privado en la vida de México, en este caso el estímulo a la investigación, de la cual depende el crecimiento a largo plazo de los países.
El ordenamiento inexplicablemente quita a los investigadores que trabajan en instituciones privadas -y que realizan funciones iguales a las de sus pares en universidades públicas- el estímulo que habían recibido durante años. Es de esperarse una disminución del presupuesto, de por sí exiguo (0.5% del PIB), que nuestro país -Estado y sector privado- realizan para el desarrollo tecnológico y humanístico. No es más que una aplicación de la creencia de que el sector privado pertenece a la mafia del poder, a la que ahora se arrimaron Bartlett, Irma Eréndira, John Ackerman y tantos favorecidos por la 4T.
La innovación es un trípode que depende igualmente del sector público -papel que ha realzado la especialista en innovación Mariana Mazzucato- el sector privado y la academia pública y privada. Para lograr un aumento significativo en la investigación Mazzucato señala la importancia del papel del gobierno a través de agencias públicas de investigación y los proyectos entre universidades, gobierno y empresas. Este ha sido uno de los secretos que ha llevado a nuestro vecino del norte a grandes avances en la investigación, que ha mejorado sustancialmente el nivel de vida de sus ciudadanos.
La investigación es un bien público, que cuando es realizado por los particulares disminuye el gasto que el sector público debe hacer en esta materia. Si los investigadores privados participamos en la elaboración de este quehacer público, no hay motivo para hacernos a un lado de los estímulos que nos daba el Conacyt, sujetos a fuertes auditorías de desempeño y condicionados a que la universidad privada solvente el pago de la plaza -lo que reducía también los gastos que el Estado debiera realizar en investigación.
Otro detalle que refiere Mazzucato es que a veces es mejor otorgar las recompensas a los investigadores en lo individual, que a través de estímulos fiscales para las empresas cuando realicen labores de investigación y desarrollo, lo que ha demostrado ser más eficaz que otros sistemas nacionales de investigación. La eliminación del estímulo económico a los investigadores privados constituye, de acuerdo a Mazzucato, un golpe que deteriora la innovación en un país.
¿No se da cuenta el gobierno que, por más de izquierda que sea, necesita el acompañamiento de los particulares para lograr el bien común? ¿Qué es de esperarse de muchos investigadores de universidades públicas que no están recibiendo sus sueldos y de los investigadores privados que desde hace una semana ya no recibirán su estímulo? La necesidad de incrementar sus ingresos mermados podrá implicar que estos científicos se dediquen a otras profesiones que generen menos valor agregado pero que sean mejor retribuidas, con una pérdida para el país que se reflejará en los indicadores no solo de número de científicos por mil habitantes, sino también en el freno al desarrollo de mejores niveles de ciencia y tecnología, que como señala Michael Porter, gurú de la competitividad, es la única fuente que garantiza a la larga el mejor nivel de vida de los ciudadanos.
Si México tenía pocas pero algunas ramas de la ciencia con buenos científicos que a larga incrementan el nivel de desarrollo del tejido empresarial, con esta medida, que sólo ahorra 29 millones de pesos al gobierno, volveremos a estar en el grupo de la Conferencia de Bandung de los países eternamente en vías de desarrollo. Una pifia más del gobierno de López Obrador, pifias que son tan frecuentes, que cada vez parecen ser más a propósito. A mayores pobres, mayor el nivel de manipulación con el que puede operar, piensa que la sociedad no se da cuenta de sus estúpidas decisiones, que se cuentan por días. Es un horror estar con Obrador.