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El reto del empleo para adultos mayores
El envejecimiento no es la pérdida de la juventud, sino una nueva etapa de oportunidad y fortaleza.
Betty Friedan, psicóloga social y feminista
En países como México, si bien existen tendencias que marcan que en los próximos años una parte importante de la población seguirá estando concentrada en edades de adultos jóvenes, es evidente que la proporción de la población que tiene edades superiores a los 60 años (y más específicamente, superiores a las edades legales de retiro), ha venido constantemente creciendo y ese crecimiento se acelerará en las siguientes décadas.
Hoy, la economía mexicana enfrenta, por un lado, la necesidad de crear empleos que satisfagan la necesidad de los cientos de miles de jóvenes que cada año se incorporan al mercado laboral y que requieren condiciones adecuadas; tanto en el nivel de ingreso esperado, como en la formalidad de dichos empleos. Por el otro lado, se enfrenta la realidad de una población que, acercándose o rebasando incluso la edad de retiro, requiere forzosamente continuar trabajando, con el fin de subsanar las carencias derivadas de un sistema de pensiones que no les permite tener un retiro digno, en parte, como resultado de que precisamente tenemos una edad retiro obsoleta en términos de la esperanza de vida real de los mexicanos.
Depende de qué edad tenga la persona a la que le preguntemos por las condiciones de empleo que enfrenta, pero casi siempre encontraremos que las personas de más edad se quejarán de que están siendo remplazados por jóvenes que están dispuestos a ser contratados por menores sueldos y sin tener experiencia; pero si preguntamos a los jóvenes que recientemente se incorporan al mercado laboral, ellos responderán que no hay suficientes espacios laborales y que muchos de éstos siguen siendo ocupados por personas mayores que, sumados a la gran competencia de los propios jóvenes por esos empleos, presionan los salarios a la baja.
La realidad es que la falta de dinamismo de la economía mexicana en las últimas décadas ha llevado a un crecimiento del empleo que, incluso en momentos de tasas altas, se trata de empleos de baja calidad salarial que no satisfacen las necesidades de aquellos que los ocupan.
Dejando de lado la evidente necesidad de que la economía mexicana crezca generando empleos (y que adicionalmente éstos reconozcan las tendencias de cambio derivadas de la modernización y automatización y otros procesos que están afectando la esencia misma de la naturaleza de los empleos a nivel mundial), es importante entender también la necesidad de atender la dinámica de empleos que se requieren para las personas en edad de cercanas o posteriores a la fecha legal de retiro.
La estadística de la OCDE demuestra que, para México, aun cuando la edad legal de retiro es 65 años (recordando que esta referencia se estableció en Alemania a finales de los 1800), la edad efectiva de retiro de la población promedio es más bien cercana a los 72 años, dada la necesidad de subsanar con más años de trabajo las carencias de un sistema pensionario aun poco efectivo. Si bien conviene hacer la precisión de que el modelo anterior de pensiones es absolutamente inviable por el cambio demográfico y el modelo de cuentas individuales es el correcto, siempre que subsanemos temas como la edad de retiro y el porcentaje de cotización, así como la rentabilidad de los fondos invertidos.
Ante ello, resulta importante también entender la dinámica laboral que se presenta en otras partes del mundo con las personas de más de 65 años. En un estudio recientemente publicado en Estados Unidos (“Older Americans Would Work Longer if Jobs Were Flexible”, se encontró que cerca de 40% de los adultos en edad de retiro estarían dispuestos a continuar laborando si pudiesen realizar empleos similares a los tenían previo a su retiro; así como que dicho porcentaje llega a 60% cuando las personas enfrentan la posibilidad de tener una flexibilidad en esos empleos, más apropiados a los requerimientos de su edad.
Entender la dinámica del empleo y establecer condiciones que permitan que le economía crezca creando empleos para las nuevas generaciones es fundamental. Pero también lo es, y será, buscar mecanismos que permitan asegurar que las personas de mayor edad pueden continuar trabajando, en un entorno en el que la edad, por la naturaleza menos manual y más de conocimiento de ciertos empleos, resulta cada vez menos relevante. Para ello se requiere crear programas específicos que estimulen a las empresas a aprovechar ese conocimiento y experiencia, con modelos de capacitación acordes para que se asegure que aquellos que después de su edad de retiro puedan continuar trabajando, lo hagan en condiciones adecuadas, permitiendo la continuación de generación de riqueza para ellos y sus familias, apoyando el crecimiento de la economía mexicana.
El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual y director general de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo.
Síguelo en Twitter: @martinezsolares