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Elecciones locales 2022, a la izquierda
El fenómeno de que un partido obtenga la mayoría de las gobernaturas por un periodo de tiempo no es nuevo, ha sucedido en varios episodios en lo que va del siglo con distintos partidos y alianzas. Corresponde a la fortaleza que va ganando la narrativa y la organización de una fuerza política sobre las demás.
Muchas lecturas se pueden dar a las elecciones estatales de los últimos días. Primero, los resultados no son sorpresivos, corresponden a los que habían marcado la mayoría de las encuestas. Tampoco se registraron conflictos mayores, fueron procesos que se desarrollaron con razonable normalidad democrática. Si bien, buena parte de los resultados de las elecciones locales dependen de las dinámicas locales, también cuentan las tendencias nacionales, por lo que se mantiene la buena racha de Morena en las disputas por los gobiernos estatales. Eso tampoco es sorpresivo. Se trata de un partido que mantiene una buena organización territorial (aceitada por el proceso de revocación de mandato), ofrece una narrativa consistente y apoya a un presidente popular.
La alianza opositora, principal contendiente de Morena en estos estados, carece de una propuesta de país, basa su oferta casi exclusivamente en cuestionar al gobierno y no realiza una defensa de las políticas que aplicó cuando estuvieron a cargo de la toma de decisiones del país. Tampoco presenta candidaturas innovadoras. En dónde la alianza sí cuenta con organización territorial obtiene los triunfos, como en Aguascalientes y Durango, o al menos compite, como es el caso de Tamaulipas.
El Movimiento Ciudadano sí basa su campaña en propuestas alternativas y, en algunos casos, sus candidaturas sí son innovadoras, alcanza niveles de votación mínimos para mantener su registro en todas la entidades, pero solamente logra niveles de votación interesantes en algunos estados, en donde tiene el apoyo de grupos políticos locales históricos, como fue el caso de Quintana Roo.
No me parece que tenga sustento la idea de que la pluralidad del país está en riesgo, especialmente cuando en dos estados ganó la oposición y en otro la diferencia fue de menos de 10 puntos. El fenómeno de que un partido obtenga la mayoría de las gobernaturas por un periodo de tiempo no es nuevo, ha sucedido en varios episodios en lo que va del siglo con distintos partidos y alianzas. Corresponde a la fortaleza que va ganando la narrativa y la organización de una fuerza política sobre las demás.
Tampoco se sostiene la tesis de que el PRI resurge bajo las siglas de Morena. La mayoría de las y los gobernadores morenistas tienen una larga carrera en la izquierda, es el caso de Veracruz, Puebla, Tlaxcala, Ciudad de México, Oaxaca, Campeche, Colima, Nayarit, Zacatecas, Sonora y Baja California Sur. Algunos provienen de otros espacios, como el universitario o el empresarial, como sucede en Baja California y en Quintana Roo. Incluso políticos que se han incorporado de manera más tardía, como los gobernadores de Sinaloa, Hidalgo y Tamaulipas, ya habían sido electos a otras posiciones bajo las siglas de Morena.
El único candidato electo con una militancia priista reciente, que no es claro que mantenga, es Esteban Villegas, virtual ganador de la elección de Durango por parte de la alianza. Las elecciones muestran una democracia saludable, en competencia, en la que las preferencias expresadas en las urnas se inclinan por la opción política que gobierna, con el apoyo mayoritario de la ciudadanía. De todo esto, los partidos obtendrán conclusiones y podrán afinar o cambiar estrategias para los comicios de Coahuila y el Estado de México. Como sucede en las democracias.
Twitter: @vidallerenas