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Opinión

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Elon Musk, el nuevo Steve Bannon

Elon Musk actúa como presidente global porque tiene una de las “agencias de publicidad” con mayor penetración en el mundo: X.

La tuvo Steve Jobs a través de sus lanzamientos globales de objetos tecnológicos no identificados por generaciones pasadas; fue Mark Zuckerberg quien tomó la estafeta, pero al maximizar el valor presente neto de su “agencia de publicidad” más poderosa del mundo, Facebook, tropezó con derechos humanos alterados por su algoritmo.

Ahora, es Elon Musk el personaje que intenta dar un salto a la política gracias a sus locuacidades y a una alianza estratégica que ha pactado con Donald Trump. Musk es el nuevo Steve Bannon de Trump. Bannon era el estratega del odio; Musk es el tecnopresidente global que necesita Trump para que su secta no rompa filas.

La crisis de X en Brasil es política: la batalla entre el presidente Lula y Bolsonaro ha saltado a las redes sociales.

Son 21 millones de brasileños los que se han quedado sin X desde el sábado pasado; el castigo por usar VPN equivale a 8,900 dólares por día. La cifra es una locura. La medida, también. El juez Alexandre de Moraes sostiene un pleito con Musk. 

Su pleito tiene un impacto injusto para los 21 millones de usuarios de X. 

Moraes tiene razón de exigirle a X que regrese a Brasil a su representante legal para que atienda peticiones judiciales, particularmente cuando se trata de delitos a través de X, por ejemplo, videos o textos sobre temas de pederastas. El juez se lo advirtió desde marzo, cuando Musk decidió cerrar su oficina de representación en Brasil.

Moraes decidió lanzar un ultimátum a Musk, y el sábado lo cumplió: X no tiene representante legal en Brasil y el juez decidió recurrir al apagón generalizado. La medida inteligente es la que aplica la Unión Europea: multas económicas.

Detrás del pleito público entre Musk y Moraes se encuentra la batalla entre Lula y Bolsonaro. 

Musk es inconsistente: acusa a Brasil de ser una dictadura, pero mantiene la cuenta de X a Nicolás Maduro. El juez es inconsistente: aplica una medida arbitraria a quien se atreva a usar X a través de una VPN, y ciudadanos aseguran que viven en una distopía porque nunca se imaginaban usar una VPN para tener entrada a X.

“He utilizado mucho las VPN en países autoritarios como China para seguir accediendo a sitios de noticias y redes sociales”, dijo Mauricio Santoro, catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Estatal de Río de Janeiro. “Nunca se me ocurrió que este tipo de herramienta se prohibiría en Brasil. Es distópico” (AP, 1 de septiembre).

X es el juguete de Elon Musk, pero en realidad es su agencia de publicidad con mayor impacto en el mundo. Es una de las mayores aportaciones de la posverdad. Las mentiras se leen como verdades.

El odio como atributo.

@faustopretelin

Fue profesor investigador en el departamento de Estudios Internacionales del ITAM, publicó el libro Referéndum Twitter y fue editor y colaborador en diversos periódicos como 24 Horas, El Universal, Milenio. Ha publicado en revistas como Foreign Affairs, Le Monde Diplomatique, Life&Style, Chilango y Revuelta. Actualmente es editor y columnista en El Economista.

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