Lectura 8:00 min
En busca de un amigo
La dedicatoria de “El Principito” comienza con una disculpa a la niñez, porque el autor le brinda su libro a una persona adulta. Antoine de Saint-Exupéry sabía perfectamente lo que hacía, por ello continuó diciendo que “qu[ería] entonces dedicar es[e] libro al niño que fue, en otro tiempo, esta persona mayor.” Al final de cuentas, le señala al lector que “[t]odas las personas mayores han comenzado por ser niños (aunque pocas lo recuerden).”
Se habla de un año de cierre de escuelas derivado del SARS-CoV-2, pero no es un año. En términos escolares es un ciclo y medio en el que se cruzaron inicios o fin de periodos, como comenzar preescolar o primaria. O terminar primaria sin escuela física y pasar a secundaria, iniciando y concluyendo todo el primer año en la misma situación. Lo mismo pudo suceder del nivel medio al medio superior. En fin, cada alumna y alumno, incluso de una misma familia, vivió una situación diversa.
El cierre se dio una vez que se publicó en el Diario Oficial de la Federación de 16 de marzo de 2020 el “ACUERDO número 02/03/20 por el que se suspenden las clases en las escuelas de educación preescolar, primaria, secundaria, normal y demás para la formación de maestros de educación básica del Sistema Educativo Nacional, así como aquellas de los tipos medio superior y superior dependientes de la Secretaría de Educación Pública”.
Originalmente se pensó que el confinamiento duraría del 23 de marzo al 17 de abril de 2020. Ese fue el lapso que se contempló en el artículo primero de dicho Acuerdo. Sin embargo, el resto lo sabemos todos, estamos en agosto de 2021 y las escuelas no reabrieron sus puertas. Tampoco se le ve fin para controlar al virus y sus variantes, como la Delta, que tiene nuevamente en alerta al mundo. Quizá tengamos que aprenden a convivir con él.
Lo importante para este artículo es que la pandemia nos mostró lo resilientes, maduros y valientes que son quienes más han sufrido: las y los niños.
La niñez, a pesar de ser la primera víctima de la pandemia, porque es de los grupos en mayor situación de vulnerabilidad, ha sido un ejemplo de razón en la forma como ha abordado toda la compleja situación. Las y los niños se quedaron de la noche a la mañana sin su rutina y seguridad.
Las decisiones mundiales que se tomaron en relación con la pandemia dejaron a las y los niños despojados de lo que les era propio. Se quedaron sin escuela, sin amigos a los que pudieran ver físicamente, sin maestras ni maestros y muchos de ellos, sin saber si iban o no a recibir sus desayunos escolares, que, en algunos casos, era la única comida de sustancia, que recibían durante el día.
Reporta UNICEF México, que “[l]as raciones alimentarias distribuidas a través de los Programas alimentarios en las escuelas (Desayunos Escolares y Comidas del PETC con una cobertura total de más 6 millones de niñas, niños y adolescentes), se han seguido entregando a los hogares, sin embargo, es muy probable que estas raciones se distribuyan entre los miembros de la familia y no se logre el adecuado aporte nutricional.” De manera que, también en este rubro hubo afectación a las y los niños.
De qué sirve referir algunos de sus derechos como el de emitir su opinión en todo lo que les concierne y que ésta sea tomada en cuenta, cuando difícilmente los han escuchado para ver cómo se sienten.
¿En dónde está la opinión de las y los niños para saber si quieren regresar a clases presenciales? Para algunos niños y niñas su mayor preocupación es si se van a acordar de su escuela, de cómo es. Los niños y niñas viven en el presente, por ello, ven tan lejano este año y medio pasado.
La niñez está muy consciente de lo que dice Saint-Exupéry en el sentido de que “[t]ener un amigo es un verdadero privilegio y si uno se olvida de ellos se corre el riesgo de volverse como las personas mayores que sólo se interesan por las cifras y los números.”
Sus condiciones cambiaron radicalmente, por eso, además de las medidas sanitarias que se deben tomar pie de juntillas como el uso de cubrebocas, lavada de manos periódicamente y guardar dentro de la medida de lo posible, “su sana distancia”, debe haber un acompañamiento por madres y padres de familia, así como por autoridades escolares, que les de seguridad en este regreso a clases.
Es lógico que hay riesgos, muchos y en algunos casos de gravedad, resultaría absurdo pensar otra cosa. Sin embargo, se tienen que tomar decisiones en función del mayor bienestar de la niñez. Las y los niños, ya no pueden seguir en casa, los niños y niñas deben ir a la escuela presencial para ver y sentir -en toda la expresión de la palabra con sus cinco sentidos- a sus maestras y maestros.
Ahora que las y los niños regresan a clases presenciales, se ha evidenciado cómo el mundo de los adultos en general no es un modelo a seguir, al menos en este tema. Han puesto la polémica por delante y han decidido, politizar el tema con mezquindades. Además, con este comportamiento, los adultos han pasado por alto la obligación constitucional y legal que tienen, de respetar el interés superior de la niñez. “[L]as personas mayores son incapaces de comprender algo por sí solas y es muy fastidioso para los niños darles explicaciones una y otra vez”, precisa El Principito.
Las y los maestros han sido los otros héroes y heroínas sin capa durante esta pandemia. Materialmente el personal docente ha puesto su vida por delante para proteger a sus estudiantes. No se han quejado y han sido un ejemplo de trabajo. Laboraron muchas más horas que cuando se encontraban en clases presenciales.
Inclusive hay maestras y maestros que han puesto de su bolsa para ayudar a sus alumnas y alumnos. Otras, los han tomado de la mano sin soltarlos un minuto.
UNICEF ha señalado que las maestras y maestros detectan la violencia familiar, porque “[l]a escuela, además del espacio de aprendizaje, ofrece un punto de contacto donde los niños y niñas encuentran figuras de confianza donde confiar si están viviendo violencia en el hogar, donde pueden reportar alguna situación y pedir ayuda. Asimismo, los docentes pueden identificar situaciones de desprotección.”
La violencia intrafamiliar con el confinamiento no se puede detectar de la misma manera. Llegar a la escuela, por el contrario, y encontrar a un amigo con quien se pueda aprender, reír, compartir, jugar y correr, representa un oasis para cualquier niña o niño. La escuela física, es el todo de las y los niños. Allí hacen su vida social y académica, sin interés alguno más allá de la empatía que sienten por sus pares. Un niño o niña, mientras menos contaminado esté por el mundo de los adultos, no hace diferencia alguna por estrato social o color de piel. Ellos, con toda la inocencia que tienen, no discriminan ni dañan, eso viene después. La vida junto con los adultos, se encargan de irles quitando la inocencia.
Bastante pesado ha sido para las y los niños la pandemia, como para seguirlos confundiendo y adentrándolos en un mundo cada vez más incierto. Necesitan regresar su entorno de seguridad, la poca o mucha que tenían. Requieren ir a su escuela, estar en su entorno y, tener de vuelta su vida, porque esto es lo que tenían y la pandemia se los arrebató.
Regresémosles el derecho de ir a la escuela incluso con todos los riesgos que ello conlleva. Van a ser los primeros en acatar las medidas sanitarias que impongan las autoridades escolares y los primeros en ser ejemplo para todos.
Las y los niños simplemente están en busca de un amigo, porque lo necesitan, la escuela es el lugar para aprender y para encontrarlo sin interés. Su familia nuclear es la base, pero a sus amigos los eligen ellos y ellas. No se les puede privar de este derecho.