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Opinión

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Entre el agua y el petróleo, escogimos el oro negro... ¿acertamos? 

Foto: Cuartoscuro

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Estamos entrando a una crisis del agua y nos la ganamos a pulso. En 2022 se habla de sequía y, por momentos, parece que eso es algo nuevo. La verdad es que hemos pasado por otros periodos de sequía, pero cada vez son más severos. Uno de cada 10 mexicanos no tiene acceso al agua. En 14 estados hay problemas cotidianos relacionados con los servicios de agua y saneamiento. Dos terceras partes de la población mexicana habitan en lugares donde el abasto del agua no está garantizado en el mediano plazo, digamos para el 2050.

Los medios se refieren al agua, como el líquido vital, por comodidad. Bien podríamos llamarle: Ese flujo tan importante que nos vale gorro. Si así hiciéramos, estaríamos mas cerca de la verdad. En los hogares tenemos una cultura de despilfarro. Los mexicanos gastamos en promedio más de 50% que un ciudadano europeo. En las actividades agrícolas predominan las prácticas poco eficientes en el uso del agua. Estas actividades representan 75% del uso total del agua en México. Con la industria, tenemos un problema de control. En teoría, hay un sistema donde está claro cuánto pueden consumir y las obligaciones que tienen para sanear el agua que utilizaron. En la práctica, no hay controles que sirvan. Eso ocurre en todas las zonas industriales del país. Lo denuncian activistas, a veces, pero no pasa nada.

La cereza del pastel está en el presupuesto. En el papel, tenemos un marco constitucional que otorga una enorme importancia al agua y un organismo encargado de desarrollar una política nacional de gestión de nuestros recursos hidráulicos, además de planear la ejecución de las obras. En la realidad, tenemos un organismo con pocos recursos.

La Conagua tiene un presupuesto asignado de 33,000 millones de pesos para el 2022. Esto representa un incremento de alrededor de 30% respecto a 2021. Esto es bueno, pero no hay motivos para felicitar a nadie. Este incremento apenas compensa en términos reales los descensos que ha tenido el presupuesto de Conagua en la administración lopezobradorista. Entre 2018 y 2021, la Comisión Nacional del Agua vio caer el monto de los recursos que le asignaba el Congreso.

¿Cómo valorar los 33,000 millones de pesos que ahora tiene? Podemos compararlo con Pemex, esa empresa que se dedica a trabajar con otro líquido vital que importa mucho más. Para Pemex habrá 636,000 millones de pesos en el 2022, sin contar los apoyos para el pago de su deuda. Estamos comparando peras con manzanas, dirán ustedes. Tienen razón, pero un presupuesto nos muestra con claridad cuáles son las prioridades. Los recursos asignados al organismo rector del agua son apenas 10% superiores a lo que gastó el Gobierno Federal en la compra de la refinería Deer Park en Texas. Con lo que se gastará en la construcción de la refinería de Dos Bocas, se podría cubrir el presupuesto actual de Conagua por ocho años.

¿Por qué 33,000 millones? El Instituto Mexicano de Tecnología del Agua estima que se necesitaría una inversión anual de 49,000 millones de pesos durante 20 años para revertir muchos de los rezagos. Ese monto, ajustado por inflación cada año, serviría para modernizar la infraestructura y darle mantenimiento. Hay que tomar en cuenta que por fugas en las redes de tuberías se pierde entre 30 y 50% del agua. El presupuesto serviría también para hacer mejoras en el marco regulatorio a nivel federal, estatal y municipal. Impulsar una cultura de buen uso del agua y profesionalizar la gestión en los organismos encargados del agua.

La crisis del agua está aquí. Se expresa en conflictos violento entre grupos de usuarios que reclama, cada uno, su derecho a una dotación de agua. Se deja ver en forma de gobernadores que piden apoyos al Presidente para resolver problemas de infraestructura que tienen años o décadas. Se augura en forma de conflicto con Estados Unidos por el no cumplimiento de compromisos de reparto de agua en la zona de la frontera. Esta crisis no es un cisne negro ni un cisne verde, porque no se trata de un hecho que nadie pudiera advertir. Es más bien un rinoceronte gris, de acuerdo a la precisa imagen de Michele Wucker: es un evento muy probable con un gran impacto que se descarta o se pasa por alto… porque no hay peor ciego que el que no quiere ver.

lmgonzalez@eleconomista.com.mx

Licenciado en Economía por la Universidad de Guadalajara. Estudió el Master de Periodismo en El País, en la Universidad Autónoma de Madrid en 1994, y una especialización en periodismo económico en la Universidad de Columbia en Nueva York. Ha sido reportero, editor de negocios y director editorial del diario PÚBLICO de Guadalajara, y ha trabajado en los periódicos Siglo 21 y Milenio. Se ha especializado en periodismo económico y en periodismo de investigación, y ha realizado estancias profesionales en Cinco Días de Madrid y San Antonio Express News, de San Antonio, Texas.

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