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Opinión

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¡Es el deterioro fiscal!

En la coyuntura previa a la elección, se recurrió con desenfado al expansionismo fiscal. En contraposición abierta con la política monetaria de contención…

La noticia del momento en el frente económico de México es que la inflación interna en lugar de ceder ha repuntado. El hecho esencial es que llevamos cuatro meses con el índice de precios al alza. Como consecuencia, el dato anualizado al cierre del mes de junio muestra un incremento de casi 5% (4.98 para ser exactos) que se encuentra lejos de la meta apenas satisfactoria del 3 por ciento. La postura de la política monetaria es restrictiva y aún en ese entorno la inflación interna se niega a ceder e incluso sigue subiendo. ¿Cómo explicar la aparente paradoja?

Si miramos al caso con una perspectiva de historia económica el panorama empieza a aclararse. Siempre en la experiencia histórica de México los episodios de inflación al alza han venido precedidos de un deterioro en las finanzas públicas. En la coyuntura previa a la elección, se recurrió con largura al keynesianismo fiscal en el afán por obtener un triunfo electoral contundente. No obstante, al final de cuentas la insensible economía pasó su factura de manera implacable en la forma de una mayor inflación. Los conductores de la política económica supusieron que nada pasaría en el frente económico merced a un relajamiento temporal de la disciplina fiscal, pero no ocurrió de esa forma.

El fenómeno extraño que ha estado presente y que nadie (que yo sepa, al menos) se atrevió a denunciar fue la contraposición en la que fueron metidas las políticas monetaria y fiscal. La monetaria tratando de cumplir con el mandato de procurar la estabilidad de precios y la fiscal forzando un auge económico sintético propicio para el triunfo electoral que se deseaba apoyar desde la Secretaría de Hacienda.

Según la explicación tradicional del profesor Fritz Machlup, las causas de todo proceso inflacionario son por jalón de la demanda agregada o por empujón de costos. Dicho lo anterior, se desprende claramente de nuestro análisis la idea sobre el empujón expansionista que necesariamente le ha inyectado a la demanda agregada la ampliación del déficit fiscal. La política monetaria restrictiva ha actuado para moderar el repunte de la demanda agregada, pero inexorablemente su efecto de contención ha resultado insuficiente. En el corto plazo, siempre tiene mucho mayor fuerza el impulso fiscal.

Será difícil que la inflación se pueda sofocar y las expectativas inflacionarias anclarse con tan sólo la política monetaria como instrumento de intervención. La finalidad requerirá, casi necesariamente, de apoyo por parte del lado fiscal. El problema es que será muy difícil que ese apoyo llegue pronto y en el mediano plazo en medida suficiente.

bdonatello@eleconomista.com.mx

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