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Espectadores y testigos
Hace unos días concluyó con éxito la tercera entrega del festival internacional de fotografía callejera Streetfoto 2018 celebrado en San Francisco, California. Festival que estuvo centrado en el trabajo del respetado fotógrafo neoyorkino Jeff Mermelstein, pero también en cuatro espléndidas que recorren, de alguna manera, el pasado, presente y futuro de la fotografía callejera.
La primera reunió fotografías icónicas de algunos de los protagonistas mencionados en la parte final de la tercera edición de uno de los libros canon del género: el Bystander de Colin Westerbeck y Joel Meyerowitz.
Bystander es una exploración histórica de los fotógrafos que a lo largo de más de un siglo han encontrado en la calle y en la fotografía cándida de extraños la manera de construir una suerte de narrativa visual de la experiencia humana.
La historia contada a partir de la vida cotidiana del hombre de la calle, lejos de las fechas y personajes clave que llenan esa paradójica “imagen completa” que busca el historiador tradicional.
El prólogo del libro parte de la definición de bystander, que suele traducirse como espectador, dejando de lado una de sus acepciones más comunes en inglés: innocent bystander: aquel que se ve envuelto en eventos por azar, sólo porque iba pasando por ahí.
Los espectadores devenidos en testigos, nunca mejor definición para el fotógrafo callejero, para quien capturar la imagen es casi un imperativo moral (muy distinto a cómo lo ven los legisladores de la Ciudad de México, que han puesto la disciplina en el filo de la navaja).
La exhibición de Bystander se inauguró durante el festival en la Galería de la Tienda Leica de San Francisco, un sitio que a pesar de funcionar como tienda de equipo y librería, es también una galería permanente.
En la puerta de la exhibición, “So we’ve changed” una de las fotografías más lúdicas y memorables de Melissa O’Shaughnessy (quien además de estar presente como jurado en la “pelea de reja”, tenía fotos recientes entre las finalistas del concurso convocado por el festival).
Gran parte de las imágenes en la exhibición corresponden a la obra de fotógrafos que el libro mencionó, en sus ediciones previas como el futuro del género. Fotógrafos que siguen recorriendo las banquetas con su cámara, siguiendo los pasos de Cartier-Bresson.
A un par de kilómetros de ahí, y la misma noche, el futuro representado por la inauguración del trabajo de uno de los colectivos más jóvenes y prometedores de la ciudad: Lucid Collective (Casper, Lucero, Kirshner, Manzano, Watkins y Newton). En un atestado sótano facilitado por una de los últimos bastiones de la fotografía “en película”, la tienda Glass Key Photo.
No es coincidencia que tanto ésta, como la inaugurada un día antes por el San Francisco Photography Club en Photoworks y Home en SF Camerawork fueran hospedadas por lugares que presumen que “la película no ha muerto”, y venden desde cámaras instantáneas Ilford, hasta todo tipo de rollos de 35mm, medio formato o Instax en grandes refrigeradores.
Pensaría uno que están a la cabeza del renacimiento mitad hipster, mitad nostálgico, de la fotografía tradicional; pero luego queda claro que sólo son tres sobrevivientes en la gran urbe y que su trabajo y servicios se aferran a un seguimiento de culto, como los últimos videoclubes.
El propio Mermelstein, durante la presentación de su trabajo de más de treinta años de carrera como cronista visual de la vicisitudes de Nueva York, declara que lleva dos años fotografiando exclusivamente con su iPhone.
Hace tiempo que Mermelstein no publica un libro. Su libro icónico Sidewalk fue editado hace 18 años, y es muy cotizado en eBay, si se llega a encontrar un ejemplar. Su portada tiene una de sus fotos más conocidas (y parte de la exhibición de Bystander) “Lady with money”, como la llama él “entre amigos”, porque nunca titula sus fotos.
“Se están riendo”, dijo casi sorprendido, pero feliz, durante su presentación (su peculiar sentido del humor no siempre es apreciado). A diferencia de otros fotógrafos, Mermelstein pasaba las imágenes a gran velocidad, consciente de que su trabajo más reciente funciona mejor en forma acumulativa. Muestra imágenes de su libro más reciente Twirl and Run de 2009 y otras de los que están en por salir.
Aquellos no familiarizados con su estilo, reían con su obsesiva colección de mujeres pensativas retorciéndose el cabello y hombres corriendo, apurados, por la calle. O sus fotos de los insólitos chats que la gente sostiene en sus teléfonos en lugares públicos.
Mermelstein recibió la pregunta de rigor: ¿cómo le hace cuando alguien se molesta porque esté tomando su foto? “Soy rápido” responde y suelta una risita.
Como Saul Leiter, sostiene “pasé buena parte de mi vida siendo ignorado…ser ignorado es un gran privilegio”.
El festival creado en un trance visionario por Ken Walton ha crecido significativamente con cada edición. Sólo basándonos en las caminatas fotográficas guiadas por fotógrafos locales y foráneos (su número se triplicó y este año todas se quedaron sin cupo días antes de iniciar el festival).
Entre las presentaciones más interesantes, estuvo la de Forrest Walker, quien recorre desde hace años 100 de las ciudades más grandes del mundo para documentar su vida urbana (San Francisco fue la número 80). Y la de Fadi Boukaram, fotógrafo libanés, que presentó su proyecto “Lebanon”, donde por cinco meses visitó, fotografió y llevó un diario de viaje de todas las ciudades estadounidenses que tomaron de la Biblia ese nombre; tendiendo un puente entre su ciudad natal y las otras “hermanas” Lebanon en Oklahoma, Michigan o Wisconsin.
Como todos los años, el festival concluyó con una caminata liderada por Walton hasta el festival callejero de Haight Ashbury: cita de músicos, artesanos y personajes extravagantes. Una especie de festín “todo lo que pueda comer” para ese espectador-testigo-cronista que es el fotógrafo callejero.
Twitter @rgarciamainou