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Opinión

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¿Estarían mejor Pemex, CFE y México sin la Cofece?

El pleito está cantado. En una esquina, AMLO. En la otra esquina, la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece). El detonador fue el anuncio de la presidenta de la Cofece, Andrea Marván Saltiel, de que el organismo revisa la compra de las plantas de Iberdrola. La respuesta del presidente de la República fue durísima: “Nosotros también estamos revisando con lupa lo que hacen estos organismos. Al grado que voy a proponer en el paquete de iniciativas de reforma que desaparezcan todos estos organismos que crearon para proteger a particulares y afectar el interés público", advirtió.

El combate no es parejo. Es el jefe del Estado mexicano vs un organismo con tres décadas de historia y un presupuesto relativamente pequeño, alrededor de 687 millones de pesos anuales, el segundo más bajo entre los órganos reguladores. ¿Pequeño? Tengo en mente los 624 mil millones de pesos anuales de Pemex o los 493 mil millones de la CFE. Pongo a la vista los presupuestos anuales de las dos mayores empresas del Gobierno para poner en escena dos actores económicos a los que la Cofece está investigando. El presidente no lo dijo, pero dio a entender que es desleal o algo peor que un organismo financiado con dinero público se convierta en un obstáculo para Pemex o CFE. Cuando digo que el combate no es parejo, pienso en el poder del presidente, pero también en el abismo presupuestal. Un año de la Cofece nos cuesta lo mismo que ocho horas de Pemex.

¿Debería la Cofece ser más amigable con Pemex y CFE? Este  organismo no existe para que Pemex o CFE sean más grandes, ganen más dinero o aseguren una cuota de mercado. Su función es vigilar y promover que las empresas compitan entre sí para que exista mayor variedad, más calidad y mejores precios en bienes y servicios. Su trabajo se justifica por los beneficios que pueda traer para los consumidores mexicanos.

Haría mal en “coquetear” con los directivos de las grandes empresas o con el Presidente de la República. La inmensa mayoría de sus investigaciones y sanciones se refiere a empresas del sector privado. En su historia de investigaciones se incluyen gigantes como las empresas ferroviarias que ofrecen servicio de carga y “pequeños” como los distribuidores de masa y tortillas en una localidad mediana. En su radar están también los problemas a la competencia que podrían derivar de que la nueva Mexicana de Aviación y algunos aeropuertos tengan el mismo dueño.

¿Le serviría a Pemex y CFE que desaparezca la Cofece? En el corto plazo, sí. No habría una institución con la capacidad de instrumentar lo que la Constitución establece: en México están prohibidos los monopolios. Si se cumpliera la voluntad del Presidente no habría obstáculo formal para que estas empresas aumentaran su participación de mercado y aplastaran la competencia. Más allá del corto plazo, las cosas entregan una fotografía con nubarrones. Sin reglas claras de competencia, tendríamos menor inversión privada en el sector energético y las grandes empresas del Gobierno carecerían de los incentivos que trae la competencia para innovar y mejorar. El primer perdedor sería el consumidor, que tendría menos oferta, peores servicios y mayores precios. Más pronto que tarde, el Gobierno  también saldría perjudicado: la condición de monopolio es el caldo de cultivo para volver ineficiente a las empresas. Eso se traduce en mayores costos de operación y con frecuencia en empresas que producen números rojos y necesitan subsidios para sobrevivir. En otros países, las empresas energéticas del Gobierno ganan dinero en mercados muy competitivos. En México, Pemex pierde una tonelada de dinero en mercados poco competitivos. Las pérdidas no vienen de la competencia de las empresas privadas, sino de la incompetencia de la mayor empresa del país. Tiene mayores costos laborales, mayores costos de producción y menor productividad por millón de dólares invertidos.

La desaparición de la Cofece vendría como anillo al dedo de muchas grandes empresas porque México es el paraíso de los monopolios, oligopolios y cárteles. Hay mercados en los que un puñado de empresas se reparten el mercado: servicios financieros, energía, transporte aéreo, telecomunicaciones, cemento, alimentación y bebidas, entre otras.

La proliferación de empresas gigantes en mercados poco competitivos es una de las razones por las que México es un país con tantos multibillonarios. Para entender las grandes fortunas en un país con 40 millones de pobres sirven más los estudios sobre monopolios que la doctrina marxista. Donde existe un monopolio u oligopolio, la capacidad de cobrar más por un producto o servicio se convierte en una transferencia de recursos adicional de los consumidores hacia la empresa. Un típico caso de empresas ricas y poderosas ordeñando a consumidores vulnerables.

El presidente piensa que México estaría mejor si la Cofece no existiera. Habemos quienes pensamos que estaríamos mejor si tuviéramos una Cofece más poderosa. En los próximos meses, el desafío es evitar que este organismo desaparezca. A mediano y largo plazo, el reto es fortalecer el marco institucional para que México deje de ser un país de monopolios y cárteles. Primero los Pobres.

lmgonzalez@eleconomista.com.mx

Licenciado en Economía por la Universidad de Guadalajara. Estudió el Master de Periodismo en El País, en la Universidad Autónoma de Madrid en 1994, y una especialización en periodismo económico en la Universidad de Columbia en Nueva York. Ha sido reportero, editor de negocios y director editorial del diario PÚBLICO de Guadalajara, y ha trabajado en los periódicos Siglo 21 y Milenio. Se ha especializado en periodismo económico y en periodismo de investigación, y ha realizado estancias profesionales en Cinco Días de Madrid y San Antonio Express News, de San Antonio, Texas.

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