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Evitar un desastre de techo de deuda
En algún momento de este verano, los préstamos federales llegarán a su límite legal a menos que el Congreso de EU acepte aumentar o suspender el “techo de la deuda”. Dado que los fanáticos republicanos ya planean usar el tema como chantaje, corresponde al resto del Congreso ponerse a trabajar en un acuerdo para dejarlos de lado
WASHINGTON, DC – Los miembros republicanos de la Cámara de Representantes de Estados Unidos se tomaron más de cuatro días y 15 rondas de votación para decidir quién sería el próximo presidente de la Cámara. Si bien la cobertura periodística de este proceso fue muy exagerada -no fue una “crisis” ni nada parecido-, esto no significa que no habrá crisis en los próximos meses.
Más avanzado este año, el endeudamiento federal aumentará hasta su límite legal a menos que el Congreso pueda acordar incrementar o suspender el “techo de deuda”. Si el Congreso no actúa, el gobierno federal no podrá emitir nueva deuda con la cual honrar todas sus obligaciones financieras, como los pagos de intereses a los tenedores de bonos, los salarios a los soldados y los beneficios a los receptores de la Seguridad Social.
Aumentar el techo de deuda debería ser -y muchas veces lo ha sido- una cuestión de rutina. No autoriza ningún gasto nuevo. Más bien, le otorga a la rama ejecutiva la capacidad de endeudamiento que necesita para cumplir con los compromisos de gasto existentes. Es el Congreso el que decide los niveles de gasto y las tasas impositivas y, cuando establece que el gasto federal es más alto que el ingreso federal, implícitamente determina el volumen del déficit presupuestario. Aumentar el techo de deuda simplemente da lugar al endeudamiento necesario para cumplir con las obligaciones que el propio Congreso ha creado.
Sin embargo, ese hecho simple no impedirá que los republicanos de la Cámara utilicen el límite de endeudamiento para intentar obligar al presidente Joe Biden y a los parlamentarios demócratas a aceptar recortes del gasto federal. Los republicanos demagógicos que prolongaron la elección de la presidencia de la Cámara han dejado en claro que un incremento “limpio” del techo de deuda -en el que aumentar el límite de endeudamiento no esté acompañado de otras medidas- ni siquiera debería estar sobre la mesa, y el presidente Kevin McCarthy parece haber aceptado esa condición.
El problema, por supuesto, es que la debilidad de la posición de McCarthy en la Cámara significa que le resultará muy difícil llegar a un acuerdo que satisfaga a este grupo de agitadores y al resto de los congresistas republicanos. Los republicanos necesitan 218 votos para una mayoría, pero tienen solamente 222 bancas. McCarthy pone en riesgo su presidencia si apoya un acuerdo que más de un puñado de republicanos rechace.
Incluso coquetear con un default del gobierno federal sería un evento de mercado importante. El día antes de que los republicanos finalmente acordaran aumentar el límite de endeudamiento durante el enfrentamiento por el techo de deuda de 2011, el S&P 500 bajó 6% respecto de su pico ese año. Tres días después, S&P rebajó la calificación de crédito de Estados Unidos, lo que hizo que los precios de las acciones cayeran aún más.
La debacle de 2011 hizo que la confianza económica bajara a niveles nunca vistos desde la crisis financiera global de 2008. También hizo subir las tasas de interés, lo que les costó a los contribuyentes 1,300 millones de dólares en 2011, según la Oficina de Contabilidad del Gobierno. Por su parte, el Centro de Políticas Bipartidistas estimó el costo en unos 19,000 millones de dólares en un horizonte de diez años.
Si bien acercarse incómodamente a un default ya sería algo malo, un incumplimiento de pago accidental y temporario sería aún peor. Y esos accidentes de hecho pueden suceder. En la primavera de 1979, el Congreso llegó a un acuerdo de techo de deuda a último minuto, pero un fallo informático posterior hizo que el Tesoro se demorara en pagar los títulos que vencían a inversores individuales y en redimir los títulos del Tesoro. Como consecuencia de ello, las tasas de interés subieron y los contribuyentes se vieron afectados por pagos adicionales de miles de millones de dólares. Un fallo informático -o algo similar- es una posibilidad este año también.
El comportamiento de los agentes del caos en la Cámara, junto con la incertidumbre genuina sobre la fecha específica en que el Tesoro de Estados Unidos no pueda pagar una de sus cuentas, crea más riesgo de default que en cualquier otro momento en décadas. Si bien es impensable que Estados Unidos se encuentre en un período de default prolongado, es enteramente concebible que los republicanos y los demócratas no lleguen a un acuerdo antes del plazo límite.
Si eso sucediera, estaríamos en la etapa inicial de una crisis financiera global. El Dow se derrumbaría miles de puntos por día y la credibilidad de Estados Unidos -su fiabilidad como un país que paga sus deudas a tiempo- se vería sustancialmente erosionada. Después de un día o dos de este caos, un proyecto de ley limpio para aumentar el techo de deuda sería sancionado por ambas cámaras del Congreso con un apoyo bipartidista abrumador. Los republicanos no habrían logrado nada.
¿Cómo se puede evitar esta crisis innecesaria? El primer paso es desechar cualquier plan que dependa de que los agitadores de la Cámara cooperen. No están fingiendo. Biden y los parlamentarios demócratas tienen que aceptar esta realidad y empezar a trabajar en un acuerdo hoy. Deberían admitir el argumento republicano más compartido de que el gasto federal ha alcanzado niveles problemáticos -una convicción fundada al menos en parte en el papel del Plan de Rescate Estadounidense a la hora de desencadenar la inflación- y luego deberían encontrar algún gasto que se pueda recortar. A cambio de ello, el techo de deuda debería aumentarse lo suficiente como para que pasen muchos años antes de que se lo pueda volver a usar como un arma.
Segundo, los miembros responsables del Congreso deben hacer planes para evitar un default. Una idea que vale la pena explorar es el recurso de una solicitud de retiro para forzar un incremento del techo de deuda en la Cámara en caso de que McCarthy no quiera hacerlo. Los demócratas pueden ser reacios a hacer esto, porque probablemente obtendría pocos votos republicanos; pero tienen que estar dispuestos a dejar las consideraciones políticas de lado. Otra posibilidad es que McCarthy pueda llevar un aumento del techo de deuda al piso a pesar de las objeciones de los agitadores, sabiendo que probablemente le costaría su presidencia. Al igual que los demócratas, él también debería estar dispuesto a anteponer el bienestar del país.
Todos los políticos responsables deben ponerse a trabajar de inmediato, con el objetivo de aumentar el techo este invierno. Cuanto más nos acerquemos al día todavía desconocido este verano en que el gobierno se quede sin poder de endeudamiento, peor será la reacción del mercado.
El Congreso está jugando con fuego. Se supone que sus miembros son estadistas, que anteponen la gobernanza responsable antes que cualquier otra consideración. Más de ellos necesitan estar a la altura de las circunstancias.
El autor
es director de Estudios de Política Económica en el American Enterprise Institute.
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