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Extorsión: el limón de Apatzingán es la punta del iceberg
Apatzingán es sólo la punta del iceberg. La extorsión a los negocios está en casi todo el país y en casi todas las industrias. Son 500 municipios los que están bajo el asedio de los “industriales” de la extorsión, según el Observatorio Nacional Ciudadano, uno de los think tanks más confiables en temas de seguridad. Los productores de limón de Apatzingán son acompañados en su condición de víctimas por comerciantes de la Ciudad de México; restauranteros de Cancún; transportistas del Estado de México y proveedores de servicios en los cuatro puntos cardinales del territorio nacional.
Conocer los detalles de lo que está ocurriendo en una zona de Michoacán sirve para hacernos una idea de la forma en que funciona esta “industria” que cobra hasta un peso por kilogramo de limón que se produce. Se trata de la región en la que se produce 70% del total de consumo nacional. Fueron 857,000 toneladas de limón en 2022, correspondientes a cinco municipios: Buenavista, Apatzingán, Mugica, Parácuaro y Tepalcatepec. Si toda la producción de la zona paga ese “impuesto” a los extorsionadores, significaría que estos se quedaron con alrededor de 850 millones de pesos, entre 40 y 50 millones de dólares anuales. Es un negocio que deja 4 millones de dólares mensuales, 130,000 dólares diarios y lleva cuando menos dos décadas funcionando.
Cómo y dónde se lavan esos recursos es una de tantas preguntas que brincan. ¿Por qué los extorsionadores han podido permanecer tanto tiempo funcionando en esta “línea de negocio” tan productiva como peligrosa? Las notas periodísticas nos describen el control del territorio y su conocimiento detallado de las operaciones de sus víctimas: cuánto producen; cómo y cuándo mueven el producto; quién es el encargado del negocio y dónde encontrarlo.
Si no estuviéramos hablando de maleantes, podríamos permitirnos elogiar su capacidad organizativa y su manejo de datos en detalle y a gran escala. Todo un caso para reseñar en Built to Last, Empresas que Perduran, ese clásico de la Administración de empresas, de Collins y Porras. No cabe el elogio, ni siquiera como ironía, porque se trata de una constelación de grupos criminales que tienen sometida una región, incluyendo ciudadanos y autoridades. Consiguen sus objetivos a través de la violencia, la intimidación de sus víctimas y la corrupción de las autoridades. Los despachos periodísticos desde Michoacán nos relatan el sentido de indefensión de los productores y trabajadores. Siendo un negocio que lleva varios años funcionando, es preocupante y digno de señalar que la presencia de la Guardia Nacional en la zona no hace ninguna diferencia: para los extorsionadores es business as usual. Duele hasta especular en lo que está pasando: ¿con la Guardia Nacional, es más fácil o se ha complicado?
Apatzingán es la punta del iceberg y hablamos de ellos como un tema nacional porque toca varias fibras sensibles. Nos conmueve que algunos productores hayan suspendido su trabajo, ante lo que parecen mayores exigencias de los criminales. Se prenden los focos de alerta en nosotros como consumidores ante el riesgo de escasez o encarecimiento del limón. Eso ya pasó el año pasado. Por último, nos queda claro que Michoacán es México, en la medida en que lo que ocurre allá está ocurriendo en todo el país.
La extorsión es un delito en el que alguien usa amenazas o coerción para obtener dinero, bienes o servicios de otra persona o grupo de personas a cambio de evitarle daño o perjuicio. Es el que más ha crecido en los últimos años, de acuerdo con Francisco Rivas, director del Observatorio Nacional Ciudadano. Él explica un crecimiento exponencial y una expansión en términos de territorios e industrias. Del total de unidades económicas, una de cada cuatro ha sido víctima de un delito. Entre las que han sufrido un delito, el principal es la extorsión que afecta a casi 30%. Las cifras provienen de la Encuesta Nacional de Victimización de Empresas. La extorsión ocurre en tres modalidades: digital, telefónica y presencial (esta tiene el menor porcentaje, pero es la más agresiva)
La extorsión es como la Mancha Voraz de la película o como la Nada, de la Historia sin Fin de Michael Ende. Si no hacemos nada, seguirá avanzando. La duda es ¿qué hacemos? A quién le corresponde hacerlo? ¿cuándo empezamos?