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Opinión

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FIL y Salario Digno

El debate del Salario Mínimo (SM) comenzó hace casi 10 años, en 2014, a raíz de un debate nacional e internacional del crecimiento de la inequidad en las economías del mundo. En marzo de ese año, Thomas Piketty publicó El capital en el siglo XXI, que desató una conversación mundial sobre el enriquecimiento de una minoría y la creciente inequidad con la mayoría de la sociedad.

En México, en agosto de ese año, el Gobierno de la CDMX presentó su propuesta, liderada por Salomón Chertorivski, para lograr un acuerdo nacional sobre la política de recuperación del salario mínimo en México. La propuesta se fundó principalmente en los siguientes hechos: el SM se encontraba debajo de la línea de bienestar mínimo (adquirir la canasta alimentaria); el SM en México era el más bajo de los países que conforman la OCDE y de América Latina; aproximadamente siete millones de personas en el país percibían hasta un SM, lo que representaba el 14% de la población ocupada; y, en los últimos 35 años se había observado una pérdida del 75% del poder adquisitivo del SM a nivel nacional.

El grupo de especialistas del Gobierno de la Ciudad propuso diez medidas que posibilitarían la recuperación de los salarios mínimos en México. La primer medidas era que el SM se incrementara de $67 pesos a $82. Nada de eso prosperó. Peña Nieto y sus funcionarios del gabinete económico (salvo Roberto Campa) reiteraban que dicho incremento sería inflacionario. Lo mismo decía el Banco de México. El sector privado también se mostró mayoritariamente en contra, las cúpulas del CCE (salvo Coparmex) todas manifestaron su desacuerdo diciendo que le quitaría competitividad a la economía mexicana.

En ese contexto, en abril del 2015, el Aspen Institute México, entonces encabezado por Juan Ramón de la Fuente, presentó un modelo económico que claramente demostraba que, en ese momento, el incremento podría llegar a $110 pesos sin tener ningún efecto inflacionario.

Con la llegada de Andrés Manuel López Obrador esta política de limitar el ajuste salarial cambió por completo. Lo que esto ha significado, como se puede observar en la gráfica que acompaña esta columna, es que entre 2014 y 2019 se ha dado un crecimiento constante y similar de la masa salarial y el empleo, que suelen ir de la mano. Sin embargo, entre 2019 y 2020 se puede observar un repunte de la masa salarial por encima del empleo, resultado de un crecimiento en el salario real que, en el periodo anterior, prácticamente no había tenido cambios.

En 2020, como resultado de la pandemia, se puede notar un descenso en el empleo y la masa salarial, pero con un efecto menor en la segunda, dado el inicio de un aumento constante del salario real. A partir de 2021 se retoma el crecimiento constante en el empleo, mientras que la masa salarial salta de manera exponencial al ir de la mano de un crecimiento en el salario real. Este aumento de la masa salarial se debe a efectos positivos en la productividad y otros regulatorios como el incremento del salario mínimo en un promedio de 18.64% anual (12.82% incremento real anual).

Es de aplaudirse que promover esta política económica no sea una convicción exclusiva del gobierno federal. El día de mañana en la FIL se presenta el libro ¡Súbanle! Salario Digno, promovido por el empresario tapatío César de Anda. El texto contiene 26 ensayos, de académicos, políticos y expertos en la materia: Patricia Mercado, Rolando Cordera, Tere Lanzagorta, Luis Miguel González, Laura Valdez, José Medina Mora y Gonzalo Hernández Licona, entre otros. 

En palabras del promotor del libro, “Aunque no exista una definición clara de salario digno, generalmente se entiende como aquel que permite a los trabajadores y sus familias disfrutar de una calidad de vida satisfactoria y acorde con la dignidad humana. El libro no busca establecer una única acepción, sino más bien proporcionar interpretaciones y aplicaciones diversas, reconociendo los desafías económicos, laborales, políticos y culturales que lo rodean”.

El salario y el bienestar de las personas no serán nunca debate agotado. Las mejoras de los últimos años son alentadoras, pero deben ser más que una meta alcanzada un incentivo para seguir empujando esta agenda. La mejor política social es un trabajo formal, permanente y bien pagado, con los derechos que le acompañan: seguridad social, fondo de pensión, subcuenta de vivienda, PTU, aguinaldo, vacaciones, etcétera; acompañados de servicios públicos de calidad, en particular salud y educación, que hoy carecemos.

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Julio es egresado de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, con maestría en políticas públicas de la Universidad de Georgetown.

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