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Opinión

Lectura 3:00 min

Fluke

(Parte II)

Continuamos con las reflexiones del libro Fluke de Brian Klaas. Recuérdese que Fluke significa casualidad o chiripa. Hay momentos o episodios aleatorios en nuestras vidas que nunca nos daremos cuenta de que tuvieron consecuencias. Esos accidentes o aciertos de chiripa nos resultan desconocidos porque nunca vimos, ni veremos, las posibles alternativas que se hubiesen dado en su ausencia. No existiríamos si nuestros padres no se hubieran conocido de la misma manera, incluso si el momento hubiera sido ligeramente diferente, habríamos nacido una persona diferente. Un objetivo central de Klaas es explicar cómo nuestras vidas se desvían sin cesar por eventos arbitrarios y accidentales que escapan a nuestro control..

Klaas presenta una distinción entre un evento convergente y uno contingente. Supongamos que podemos alterar al comienzo de nuestro día, un pequeño detalle, por ejemplo, si nos detuvimos a tomar un café antes de salir hacia nuestro trabajo. Si nuestro día se mantuvo prácticamente igual, ya sea que nos detuviéramos a tomar un café o no, entonces eso sería un evento convergente. Los detalles no importan mucho. Lo que sucedió estaba destinado a suceder de todos modos. Sin embargo, si nos detuvimos a tomar un café y todo lo relacionado con nuestra vida futura se desarrolló de manera diferente, aunque no nos percatamos de ese cambio, entonces, eso generaría un evento contingente porque el cambio dependió de un pequeño detalle. La convergencia es la teoría de la biología evolutiva de que "todo sucede por una razón". La contingencia es la teoría de que "las cosas suceden sin razón", simplemente se dan.

El libro finaliza con la siguiente reflexión: ¿qué pasa cuando cedemos un poco de control y nos dejamos llevar y explorar un poco más sin dirección alguna? Es cuando el rayo intelectual sólo cae cuando nuestra mente se aparta de un problema. El descubrimiento de Galileo de que se podía utilizar un péndulo para medir el tiempo, que allanó el camino para los relojes, surgió en un momento de tranquilidad mientras observaba atentamente cómo se balanceaba de un lado a otro un candil suspendido del techo de una catedral. Einstein dijo que muchas de sus ideas más importantes surgieron mientras tocaba el violín. Y los hermanos Wright imaginaron su máquina voladora durante un picnic relajante mientras observaban a los buitres.

El matemático y pensador francés Henri Poincaré creía firmemente en la magia que se produce cuando no se intenta ejercer el control. Durante quince días trabajó en un problema, sentado en su escritorio, buscando soluciones, sin ningún resultado. Cuanto más trabajaba, más frustrado se sentía. Pero una noche, explica, "contrariamente a mi costumbre, bebí café negro y no pude dormir". Una vez que, gracias al café, apartó su mente del problema, Poincaré se maravilló de que “las ideas fluían en masa; sentí que se entrelazaban tejiendo la solución". A la mañana siguiente, "sólo tenía que escribir los resultados". Al perseguir el control, nos atrapamos a nosotros mismos. Si nos soltamos un poco, podemos liberarnos no sólo a nosotros mismos, sino también a nuestras mejores ideas.

X: @frubli

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Economista egresado del ITAM. Cuenta con Maestría y estudios de doctorado en teoría y política monetaria, y finanzas y comercio internacionales. Columnista de El Economista. Ha sido asesor de la Junta de Gobierno del Banxico, Director de Vinculación Institucional, Director de Relaciones Externas y Coordinador de la Oficina del Gobernador, Gerente de Relaciones Externas, Gerente de Análisis Macrofinanciero, Subgerente de Análisis Macroeconómico, Subgerente de Economía Internacional y Analista.

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