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Opinión

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Foo Fighters, la última megabanda de rock

Dave Grohl, fundador y líder de Foo Fighters. Foto: Reuters

Dave Grohl, fundador y líder de Foo Fighters. Foto: Reuters

En 1980 Stewart Copeland utilizó el pseudónimo de Klark Kent para lanzar su primer álbum solista. El baterista estadounidense grabó en el estudio todos los instrumentos y vocales y usó el nombre del habitante más famoso del planeta Krypton para esconder su identidad en el mundo del rock, sin que hubiera alguna relación directa con su otra banda, un trío llamado The Police.

Cuando Dave Grohl grabó el primer álbum de Foo Fighters en los Robert Lang Studios en Seattle, Washington, tampoco quería que ese cassette de 12 canciones tuviera tantas asociaciones a su antigua banda, Nirvana, que en 1994 se convirtió en el ícono musical que definió a una generación entera. Foo Fighters evolucionó de un pseudónimo a una banda que sobrevivió los clichés del rock y se convirtió en su propio chiste. Para bien o para mal, 25 años después de que Foo Fighters lanzó su álbum debut, el proyecto musical más longevo de Grohl sigue llevando el estigma de ser “la banda del baterista de Nirvana”, un calificativo que nunca podrá superar. 

A los Foo Fighters los podemos llamar una banda populista, que, como KISS o Led Zeppelin, siempre ha sido detestada por la crítica, pero es amada por sus ejércitos de seguidores en todo el mundo. Sus canciones siempre han sido sencillas y simplonas pero potentes; son hits perfectos para cantar en concierto con miles de personas en un estadio. Son de esas superbaladas y con esos lugares comunes musicales que te hacen brindar y compartir con esos cómplices musicales. Entonces cantas “My Hero” o “Everlong” en medio del chubasco en un festival y al final te vas a casa en medio del cansancio con una sonrisa de lado a lado, repitiendo esos coros entre risas y voces afónicas después de horas de cantar. Un poco de rock n’ roll.

Foo Fighters es una banda de rock que ha mantenido una cierta estabilidad en su alineación y que se ha enriquecido con los años. El sonido de Grohl en la voz y guitarra, Nate Mendel en el bajo y los poderosos brazos de Taylor Hawkins en la batería se han fortalecido con los años con las guitarras de Chris Shiflett, Pat Smear (el legendario guitarrista de The Germs) y los teclados de Rami Jaffe con los que han redondeado su sonido.

Y claro, en este cuarto de siglo Dave Grohl se ha convertido en el ajonjolí de todos los moles que aparece hasta en las películas de Bill & Ted, Tenacious D, los Muppets y con cualquier artista que se preste sin importar el género. Sus documentales pueden ser calificados de arrogantes y aburridos, pero han congregado a talentos como Josh Homme, Trent Reznor, Paul McCartney, Rick Nielsen, Stevie Nicks. Y también podríamos dedicar todo un capítulo para indagar tanto en sus diversos supergrupos con artistas como John Paul Jones de Led Zeppelin o Lemmy de Motörhead, así como en todas las colaboraciones que ha hecho en grandes discos de las últimas décadas.  

Diez álbumes y un cuarto de siglo después Foo Fighters sigue sonando a lo mismo. Es una fórmula musical muy probada y una banda de rock que sigue componiendo su música para escucharla en un estadio o para que algún adolescente la escuche en la radio mientras musicaliza ese cliché cinematográfico que todos hemos vivido. Son esa banda de rock sin grandes pretensiones y sin temas profundos, que puede unir a los chavos cool del recreo con los raritos que se la pasan escuchando sus discos de rock clásico en repetición. 

Las canciones de Foo Fighters siguen siendo esos coros pegajosos tomados de un lado, riffs de otra década que se mezclan con la nostalgia del punk de los ochenta y el rock alternativo de los noventa. Dave Grohl es parte de una realeza del rock que lentamente se extinguirá y dará paso a otra generación de músicos que seguirán causando enojos por romper todo —hasta sus guitarras— en televisión.  

antonio.becerril@eleconomista.mx  

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Coordinador de Operaciones Online. Periodista. Desde el 2019 escribe la columna semanal sobre música “Mixtape” en El Economista. Ha sido reportero de tecnología y negocios, startups, cultura pop, y coeditor del suplemento de The Washington Post y RIPE.

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