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Opinión

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Frontera entre Estados Unidos y México, una región clave

La frontera entre México y Estados Unidos es mucho más que un espacio limítrofe de 3,142 kilómetros de extensión que marca la jurisdicción territorial de ambos países. La institución que represento me ha permitido atestiguar que esta línea divisoria es en realidad una región binacional única y excepcional que, con cerca de 26 millones de habitantes, día a día vive una intensa integración social, cultural y comercial. Diariamente las personas cruzan en varias ocasiones por la frontera para trabajar, ir al colegio o hacer compras. La frontera es parte del paisaje.

La integración comercial es un sello propio de esta frontera. Tan sólo en el año 2020 México y Estados Unidos intercambiaron bienes y servicios por más de un millón de dólares cada minuto. A través de sus múltiples cruces fronterizos pasan más de 300,000 vehículos al día y cruzan alrededor de 7 millones de camiones de carga, en promedio, durante un año. De hecho, alrededor del 80% del comercio bilateral se debe al intercambio que se lleva a cabo, vía terrestre, en esta frontera.

En el año 2021, la economía fronteriza creció 6.5% en el lado mexicano y 5.3% en el lado estadounidense. Ese mismo año el cruce fronterizo de vehículos particulares y camiones aumentó en 16% y 9%, respectivamente, en comparación con el 2020.

Los parques industriales y las redes logísticas internacionales sofisticadas son ahora actividades esenciales que detonan y mantienen el dinamismo económico y comercial de la región. Hoy, por ejemplo, hay aproximadamente 350 parques industriales en los estados fronterizos mexicanos.

Además del fuerte vínculo económico, comercial y cultural, hay uno más que es esencial para la vida misma: el ecosistema. En efecto, la región comparte un mismo ecosistema y, por lo tanto, mantiene una relación ambiental muy estrecha, de tal manera que un problema de suministro de agua o de contaminación del aire, por decir algunos ejemplos, afectaría a la población de ambos lados de la frontera. Es interesante cómo el Río Colorado, que nace y atraviesa varios estados de la Unión Americana, proporciona agua a Baja California, y viceversa; el Río Conchos, que nace en Chihuahua, alimenta de agua al Valle de Texas. Así de estrecha e interconectada es la convivencia.

Por ello, cualquier solución a los problemas medioambientales será más efectiva si emerge de la coordinación entre las autoridades y comunidades de ambos países. Encontrar dichas soluciones no es un reto menor, por dos principales razones: la primera, por el acelerado y continuo crecimiento económico y demográfico de la frontera, que es mayor al crecimiento nacional de ambos países y, la segunda, por una mayor y más constante presencia de fenómenos climáticos extremos a raíz del cambio climático.

Aquí es en donde los proyectos de infraestructura verde o con un impacto ambiental positivo se han vuelto cruciales por ser parte de la solución y garantizar una mayor calidad de vida de los habitantes de esta región. Proyectos como plantas potabilizadoras, rellenos sanitarios, almacenamiento de energías limpias, cadenas de valor sustentable de los alimentos, entre muchos otros más, podrían ayudar a la mitigación y adaptación a los efectos del cambio climático.

Para hacer frente a esta coyuntura existen instituciones como el NADBank que tienen la capacidad de operación e interlocución en ambos lados de la frontera y que son aliados del sector público y de los empresarios para financiar y detonar proyectos de infraestructura verde que, por un lado, benefician directamente a la comunidad fronteriza, y por otra parte, impulsan la competitividad y sostenibilidad de una región clave para ambos países.

En próximas colaboraciones hablaremos sobre temas específicos de la frontera y el medio ambiente.

*El autor es director general del Banco de Desarrollo de América del Norte (NADBank).

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