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George Floyd no deja respirar a Donald Trump
Donald Trump se ha convertido en esclavo de las fake news. Perderá las elecciones presidenciales porque no tiene nada que ofrecer al segmento de la población que no votó por él en los comicios de 2016.
George Floyd no lo deja respirar. A la guerra cultural que tanto le agrada a Steve Bannon, se le han cruzado dos movimientos que han acortado el camino político de Trump: Me Too y Black Lives Matter.
El machismo y el racismo como virus culturales, han minado el cuerpo político del presidente de Estados Unidos bajo el entorno del siglo XXI.
Lejos está la etapa de las banderas confederadas y líderes esclavistas. Esa etapa que quizá añora el presidente Trump, no puede ni debe regresar. Make America Great Again también es una metáfora social.
La alianza entre Cambridge Analytica y Facebook se convirtió en un campo de batalla cultural patrocinado por el entonces candidato republicano Donald Trump, pero desde la presidencia no se puede patrocinar una guerra cultural para polarizar a los gobernados. Error de Trump. Floyd no deja respirar al presidente de Estados Unidos.
Las ondas del mainstream de la Casa Blanca han generado movilizaciones en Londres, París, Madrid y Roma, entre muchos lugares. En Bristol, una estatua de Edward Colston, traficante de esclavos en el siglo XV, corrió la misma suerte que la de Sadam Hussein en la plaza Firdus de Bagdad en abril de 2003. Un grupo de manifestantes guiados por la furia que detonó el asesinato de George Floyd arrancó de su pedestal la figura de Colston y la lanzó hacia el río.
En Bélgica, las efigies del rey Leopoldo II, al que se le responsabiliza la muerte de 10 millones de personas durante la colonización del Congo, es blanco de odio de grupos antirracistas. Las figuras de mármol de Churchill y Colón también están siendo llevadas hacia la aduana del revisionismo.
La guerra cultural se ha escapado de las manos al presidente Trump. HBO retiró temporalmente la película Lo que el viento se llevó porque la historia se desarrolla un entorno esclavista. Error. La policía del arte y el pensamiento no puede borrar las aportaciones culturales reales o de ficción. La historia es la única oportunidad para conocer los múltiples entornos que existieron a lo largo del tiempo. Estudiarlos en la escuela y leerlos a lo largo de la vida, se convierte también en un ejercicio de advertencia para evitar caer en errores del pasado. Alguna vez existió el esclavismo, y hay que denunciarlo en cualquiera de sus manifestaciones actuales. Una de las escenas más relevantes de Lo que el viento se llevó, es cuando Hattie McDaniel, interpretando a la trabajadora doméstica negra, acompaña a Olivia de Havilland a las escaleras donde se accidentó la hija de Scarlett y Rehtt Butler. Lo absurdo del pensamiento políticamente correcto coloca en la misma dimensión a la efigie de Leopoldo II y Lo que el viento se llevó.
Dice la activista Desirée Bela-Lobedde, autora de Ser mujer negra en España, que “antes de prescindir de todo este contenido artístico me parece razonable lo que está planteando la propia HBO, poner una breve explicación al principio de la película: “El retrato que se hace de las personas atiende a un contexto histórico de discriminación de las personas negras”. En efecto, la advertencia se convierte en una especie de guía para quien no haya tenido la oportunidad de estudiar historia.
Lo mismo tendría que advertirse antes de leer Viaje al final de la noche de Céline, en particular por su anti semitismo.
La crisis actual nace en la decisión que tomó el policía Derek Chauvin cuando le enterró una de sus rodillas a Floyd, pero sobre todo, por la reacción de Trump ante lo ocurrido: nulo de empatía.
Floyd no deja respirar a Trump. El presidente se ha debilitado. No logra coger un vaso con una sola mano. No es metáfora. Este fin de semana así se le observó durante un evento.
Trump se ha quedado sin nada que ofrecer.