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Opinión

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Globalización, desigualdad y polarización (II)

PARTE 2

La gente ya no confía en los partidos tradicionales porque está descontenta desde hace tiempo. La política ya no ofrece esperanzas”.

Gilles Lipovetsky

En la primera parte de esta serie, comenté como el hartazgo y la polarización de la sociedad pueden llevar a que los países caigan en manos de gobiernos autoritarios que atentan contra las instituciones democráticas. Analicé el caso de Polonia en la actualidad, donde la población le ha dado preferencia a un gobierno que explota la polarización para acrecentar su poder. Comenté el caso de Alemania en el período de entre guerras, donde después de una crisis económica que generó una gran polarización social, la joven democracia alemana se derrumbó, dando paso al Nazismo, que resultó en la muerte de millones de personas, dejando a Alemania totalmente destruida a finales de la Segunda Guerra.

El triunfo de la izquierda en Chile a finales del año pasado, a dos años del inicio de las violentas protestas por parte de la población, muestra que aún en el país con mayor crecimiento de Latinoamérica, algo ha fallado. A pesar de los grandes avances en materia económica en ese país, una buena parte de la población chilena considera que ha sido relegada y está dispuesta a buscar un cambio drástico, sintiendo que no tiene nada que perder. Esto quedó claro durante la contienda electoral, específicamente en su segunda ronda, que se dio entre los partidos de extrema derecha y de extrema izquierda que dejaron del lado a los partidos tradicionales del centro. En su ensayo Sismo Social, Felipe González González explica que uno de los factores principales de ese resentimiento de la población chilena es la mala distribución del ingreso. Según datos del Banco Mundial aún cuando el ingreso per cápita en el 2020 ascendió en promedio a 13,332 dólares anuales, el 20% de la población recibe un ingreso por persona menor a 140 dólares anuales. Por otra parte, aún cuándo existen universidades públicas estatales, el costo de estas es similar al de las universidades privadas, por lo que la deuda de los jóvenes universitarios representa una carga muy elevada. Entre la población chilena hay además quejas sobre el sistema de salud y sobre las pensiones insuficientes (lo que es una mala noticia para nuestro país que replicó el sistema de pensiones chileno). Todo esto contribuye a que una parte importante de la población, especialmente los jóvenes, se sientan marginados de lo que hasta ahora se conocía como el “Milagro Chileno”. Muchos sienten que sus aspiraciones se ven frustradas y están decepcionados del gobierno y de las élites que han dirigido el país. 

El candidato electo Gabriel Boric tiene una gran oportunidad al contar con el apoyo, hasta ahora incondicional, de una buena parte de la población, que está harta del status quo por sentirse marginada. Sin embargo, no la tiene fácil; como bien sabemos, se pueden generar grandes expectativas, pero esto no garantiza que se cumplan. Chile ha tenido gobiernos de izquierda como el de Ricardo Lagos y el de Michele Bachelet, que han sido muy conscientes de la disciplina fiscal y del respeto al Estado de Derecho, lo que permitió la atracción de inversión extranjera y local. Está en manos del nuevo presidente chileno el que la polarización no se explote políticamente en detrimento de los avances (nada despreciables) de las últimas décadas.

El triunfo de Donald Trump en las elecciones de 2016 muestra un hartazgo con la política tradicional, con la globalización y con las élites que han gobernado por décadas. Muchos de los trabajadores de la industria automotriz y de la industria del acero en la zona del “Rust Belt” (que incluye parte de los estados de Pennsylvania, Ohio, West Virginia, Kentucky, Indiana , Michigan, Illinois y Wisconsin) que vieron afectados sus empleos por la crisis del 2008 y por el traslado de la producción hacia China y México, votaron a favor de Trump. Por otra parte, el intento de fuerzas anti-democráticas alentadas por el propio Trump que buscaban tomar el Capitolio hace poco mas de un año, muestra como la polarización se convierte en un instrumento de manipulación para los gobernantes con ambiciones dictatoriales, que para mantenerse en el poder buscan destruir las instituciones democráticas, utilizando como medio el enojo de una parte de la población.

Este enojo se ha cristalizado en un odio contra la globalización. Aquí vale la pena hacer algunas precisiones; la globalización ha traído beneficios inmensos tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo. Como comenta Angus Deaton (Premio Nobel de Economía en el año 2015) en su libro Pensando en la desigualdad: “Gracias a la globalización, la pobreza mundial se ha reducido drásticamente. El número de pobres cayó sustancialmente de 1981 a 2013, mientras que la desigualdad en el mundo también ha caído. La gente muy pobre se ha desplazado hacia el medio y la expectativa de vida ha mejorado sustancialmente”. Sin embargo, la mayoría de los economistas admite que a pesar de la mejora global, la desigualdad dentro de cada país se ha incrementado. Thomas Piketty en su famoso libro Capital en el siglo XXI, argumenta que en Estados Unidos el segmento más beneficiado por el crecimiento en el ingreso de 1970 a 2007 fue el 10% de la población mas rica, misma que absorbió tres cuartas partes del crecimiento económico. Dani Rodrick, comenta en su artículo Populismo y Economía de la Globalización: “La globalización ha exacerbado las diferencias entre capital y trabajo, entre trabajadores calificados y no calificados, entre profesionales con movilidad internacional y productores locales, así como entre las élites y el pueblo común”. Estas afirmaciones tienen sustento en la teoría económica. El Teorema Stolper-Samuelson predice consecuencias adversas en la distribución del ingreso para los trabajadores no calificados dentro de cada país. Es decir, cuando un país se especializa en producir y exportar los productos en los que tiene ventaja comparativa, la remuneración de los demás sectores sufre. Este hecho tiene importantes repercusiones en la política. Hellen Milner en su artículo Globalización, Populismo y el declive del Estado de Bienestar considera que el antagonismo entre “ganadores” y “perdedores” explica que la globalización ha provocado un aumento en el apoyo a los partidos nacionalistas y de extrema derecha en Europa. Comenta que el voto a favor del Brexit en Reino Unido fue mayor en áreas afectadas por el comercio internacional, mientras que en Estados Unidos, los distritos mas afectados por la competencia internacional, han ido sustituyendo a sus representantes moderados en el Congreso por representantes cada vez mas extremistas.

No podemos ignorar el hecho de que las profundas diferencias sociales dentro de cada país se han agravado (aún cuando paradójicamente el nivel de vida de la población en su conjunto ha mejorado) y esto ha sido una causa importante de la polarización que hoy observamos a nivel mundial. Otro hecho claro es que el enojo de los que se sienten marginados se explota políticamente a través de una narrativa en contra de la globalización y de las políticas económicas que han imperado en la mayoría de los países desde hace varias décadas.

En la tercera y última parte de esta serie, comentaré sobre las expectativas insatisfechas de varios segmentos de la población ante el sentimiento de quedar relegados de las oportunidades, sobre los riesgos de exacerbar la polarización que ya existe en la sociedad y sobre la importancia de implementar soluciones reales y no ofrecer promesas imposibles de cumplir.

Nota: aun cuando no es materia específica de este artículo, no puede pasar inadvertida la tragedia humanitaria que está enfrentando Ucrania. Si bien hay que entender las causas de la reacción del gobierno ruso y las profundas diferencias políticas entre las diferentes regiones en Ucrania (lo que  amerita un análisis más profundo), es totalmente reprobable que en pleno siglo XXI, el gobierno de Rusia haga uso de la intervención militar y del asesinato de gente inocente, para cumplir sus objetivos geopolíticos.

El autor

Sus opiniones son personales y reflejan su interés en aprender de la historia.

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