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Opinión

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Gracias a Musk, Tesla es una acción de memes

Aunque Tesla parece estar tremendamente sobrevaluada en comparación con los fabricantes de automóviles rivales, sus accionistas están apostando a que podrán vender sus participaciones a un tonto mayor en el futuro cercano, y Elon Musk está complaciendo con entusiasmo su exuberancia especulativa. Nada de esto es un buen augurio para los trabajadores, proveedores y otros clientes de la empresa.

BERKELEY. Para EU y el mundo, Tesla es una empresa creadora de tecnologías históricamente importante: la vanguardia de la transición para abandonar los vehículos de combustión interna; para los accionistas que han invertido en ella desde hace mucho es una empresa con potencial para generar beneficios sostenibles; para sus proveedores, empleados y clientes es una fuente de ingresos y producción; y para los especuladores de Wall Street es la bola que rebota en la rueda de la ruleta: una apuesta en el casino de las burbujas tecnológicas.

A principios de 2018, su directorio y accionistas aprobaron un paquete de remuneraciones para el director ejecutivo, Elon Musk, que le garantizaba 12 bloques de acciones (cada uno de aproximadamente el 1 % del capital social de la empresa, valuada en cerca de USD 50,000 millones). El primer bloque se transferiría si la capitalización de mercado de Tesla superaba los USD 100,000 millones, y cada uno de los bloques sucesivos lo haría frente a subas de USD 50,000 millones adicionales (siempre que la empresa cumpliera además diversas metas de ingresos y flujos de fondos).

Ese paquete de compensaciones está ahora en discusión en los tribunales, donde la sala de la Cancillería del Tribunal Superior de Delaware determinó que el proceso de aprobación no cumplió el principio de plena competencia obligatorio para aquellos ejecutivos que además son accionistas controlantes de las empresas. De todas formas, Musk probablemente se saldrá con la suya una vez que se hayan cubierto todas las minucias legales; después de todo, el directorio es dócil y la mayor parte de las acciones de Tesla están en manos de fanáticos de Musk.

Gracias a ello, Musk es dueño de aproximadamente el 22% de Tesla en vez del 10% que poseía antes del paquete de remuneraciones. Entre sus otras posesiones, solo SpaceX es una empresa muy prometedora; a nadie le sorprendería que X (antes llamada Twitter), The Boring Company y todas las demás terminen sin valer nada. Es posible que en los papeles Musk posea USD 160,000 millones, pero la participación de USD 120,000 millones en Tesla es el único componente de su fortuna que no depende de que aparezca algún comprador idiosincrático dispuesto a pagar la valuación adecuada en el momento correcto.

Antes del paquete de remuneraciones, Musk era un milmillonario más de Silicon Valley (tal vez, el más trascendental). Claramente sabe cómo conseguir financiamiento, es un buen animador y, de vez en cuando, asesor experto de los ingenieros que trabajan en tecnologías de baterías, vehículos eléctricos e ingeniería espacial. Sin él esas tecnologías no hubieran avanzado tanto como lo han hecho.

Aunque tiene fama de excederse en sus promesas, Musk también se excedió en los resultados en esos casos; cuando se escriba la historia de los esfuerzos de la humanidad para hacer frente al cambio climático, el Musk de la década de 2010 seguramente aparecerá como uno de los mayores héroes.

En esa época, su patrimonio era de sólo unos USD 9,000 millones, creció hasta aproximadamente USD 20,000 millones para mediados de 2019 y alcanzó un máximo de USD 340,000 millones en noviembre de 2021, para caer luego a USD 170,000 millones. Mientras tanto, la capitalización de mercado de Tesla se disparó de USD 25,000 millones a mediados de la década de 2010 a USD 40,000 millones a mediados de 2019 y a más de USD 1.1 billones a fines de 2021, para caer luego a los USD 550,000 millones de hoy.

Esa suma desbloqueó todos los tramos de pagos para Musk y le permitió dedicarse a otras cuestiones. Pasó de los trenes eléctricos, baterías y redes de carga de baterías a las redes sociales, la inteligencia artificial, la conducción completamente autónoma, los robots humanoides capaces de superar la prueba de Turing, robotaxis y, últimamente, el uso de los chips ociosos de los vehículos de Tesla como una supercomputadora distribuida de IA. Sin embargo, aunque siguió prometiendo en exceso, no ha cumplido en exceso. El recaudador de fondos, animador y asesor de equipos para el desarrollo de tecnologías reales se convirtió en un charlatán de feria que vende acciones de memes (aquellas que ganan popularidad entre los inversores minoristas gracias a las redes sociales).

Por supuesto, también ese puede ser un negocio lucrativo, pero es muy distinto al de crear empresas rentables que atraigan inversores a largo plazo. En su descripción de la era actual de los mercados de valores, Matt Levine, de Bloomberg, nos recuerda que “no hay una ley natural por la que el precio de las acciones deba equivaler al valor actual de sus flujos de fondos futuros, ni siquiera al valor colectivamente estimado de esos flujos. Se trata de una tradición [...] las acciones pueden, nuevamente, ser meros símbolos en un juego psicológico de apuestas”.

Y así escuchamos a Musk decir lo siguiente en la última conferencia de resultados de Tesla:

“Debieran considerarnos como a una empresa de IA o de robótica. Si se valúa a Tesla como a una automotriz tienen que... básicamente, es el marco incorrecto [...] hay que considerar a Tesla casi completamente en términos de la solución a la autonomía y la capacidad de activar esa autonomía en una flota gigantesca. Y creo que, cuando eso ocurra, cuando se logre la conducción completa sin supervisión, puede tener lugar la mayor apreciación de activos de la historia”.

Pero, esperen, “los ingresos por automotores” representaron el 80% de las ventas de Tesla durante el primer trimestre. Aunque existen economías de escala significativas en la fabricación de automóviles, la propuesta de valor ni se acerca a la de las tecnologías de la información, con las que se puede “programar una vez y usar por doquier” con un costo marginal de cero. Además, la relación entre precio y beneficios de Tesla ya es de 46.8, mientras que la de Ford Motor Company, una automotriz rentable durante la mayor parte del siglo pasado, es de 12.5.

Para todos los accionistas de Tesla que planean deshacerse de sus acciones en los próximos dos años, todo depende de que la empresa tenga éxito como acción de memes... y Musk se está dedicando abnegadamente a ello (como prácticamente no hay accionistas de Tesla a largo plazo, el mercado no está especialmente preocupado porque carezca de un director ejecutivo cuyo objetivo sea convertirla en una empresa lucrativa perdurable).

Pero para sus empleados, proveedores y clientes, el éxito de Tesla como organización productiva es muy importante... y sería beneficioso para EU y el mundo que Tesla continúe siendo una empresa generadora de tecnología a la vanguardia de la transición hacia las emisiones netas nulas.

¿Alguien cree seriamente que el Musk actual es el director ejecutivo correcto para la Tesla que necesitamos? Ya no es mi caso, pero no voy a sentarme a esperar que las instituciones del capitalismo moderno lleguen a la misma conclusión y actúen en consecuencia.

El autor

Bradford DeLong, exsubsecretario adjunto del Tesoro de EU, es profesor de Economía de la Universidad de California, Berkeley, y autor de Slouching Towards Utopia: An Economic History of the Twentieth Century [A rastras hacia la utopía: una historia económica del siglo XX]

Copyright: Project Syndicate, 2024

www.project-syndicate.org

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