Lectura 3:00 min
Guerra y Monterrey: vivir fuera del presupuesto
Óscar Guerra Ford y Rosendoevgueni Monterrey Chepov fueron comisionados del Inai durante 8 años. Su encargo se acabó el 31 de marzo de 2022, pero su compromiso es infinito y han vuelto por un segundo aire, reloaded. Por cierto, para que Monterrey ocupe su nuevo puesto se le pidió la renuncia a José de Jesús Ramírez Sánchez. Ya sabe usted: dos personas no pueden ocupar el mismo puesto.
“No es ilegal, pero es inmoral”, dice un clásico desde Palacio Nacional… ¿O queda mejor aquello de que “No es falso pero se exagera”?
Óscar Guerra y Rosendoevgueni Monterrey ocuparon un puesto en el órgano de mayor jerarquía de la oficina pública responsable de la transparencia y los datos personales de México. Ejercieron la máxima posición de poder y participaron de la mesa colegiada para tomar las decisiones más importantes de un órgano autónomo constitucional.
El 4 de mayo, sus antiguos compañeros de Pleno votaron de manera unánime por reincorporarlos al Inai como sus subordinados.
La votación duró menos de tres minutos. Todo estaba planchado: “A favor, naturalmente”, dijo el comisionado Francisco Javier Acuña Llamas. “Por supuesto, a favor”, dijo el comisionado Adrián Alcalá Méndez.
Guerra regresa como secretario ejecutivo del Sistema Nacional de Transparencia, que coordina a todas las oficinas de transparencia de México.
Monterrey, como secretario ejecutivo del Inai, responsable de las relaciones públicas nacionales e internacionales del instituto.
Cada uno recibirá 125,000 pesos netos mensuales en salarios y prestaciones (sin la pajita de los impuestos). Apenas 10,000 pesitos menos que cuando eran comisionados. Qué alivio.
La titularidad de la Secretaría Ejecutiva no estaba vacante. La ocupaba desde hace casi 8 años José de Jesús Ramírez Sánchez, por lo que se le pidió su renuncia.
Así que sumen los gastos para cubrir el finiquito. La Secretaría Ejecutiva es una plaza de confianza: sin la protección laboral de una plaza de base, sin la cobertura de una posición en un servicio profesional de carrera.
El puesto que ocupará Guerra sí estaba vacante. Lo ocupó Federico Guzmán Tamayo, quien renunció en coincidencia con el término de las comisiones de Guerra y Monterrey el 31 de marzo.
A Guzmán Tamayo lo llevó Monterrey al Inai. A Ramírez Sánchez lo llevó Guerra. El reparto de posiciones es el privilegio de las llamadas “áreas de injerencia” que corresponden a cada comisionado: cuotas de poder que les toca gestionar durante sus periodos.
Estos cambios en el Inai se producen en un contexto donde la institución ha estado bajo fuego desde Palacio Nacional, donde habita un presidente que un día sí y otro también lanza acusaciones de abusos a este órgano constitucional que considera fruto de las cuotas de poder del “viejo régimen” político.
El Consejo Consultivo del Inai, un órgano ciudadano de vigilancia y acompañamiento, pidió que se transparenten “los expedientes relativos a las designaciones” de Guerra y Monterrey, “atendiendo el principio constitucional de máxima publicidad”.
Pero no hay nada que transparentar: los acuerdos para reincorporar a Guerra y Monterrey no se encuentran en documentos públicos, sino en las conversaciones de pasillo de los comisionados mientras la presidenta Blanca Lilia Ibarra Cadena desayunaba en Uruguay, de viaje oficial representando al Inai.
Porque ya decía otro clásico: “Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”.