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Hacia una VI República Francesa
Tal y como lo presagiaban las encuestas, el partido de extrema derecha Agrupación Nacional (RN) ganó la mayoría de los votos en la primera vuelta de las elecciones parlamentarias anticipadas celebradas el pasado domingo en Francia. Estos resultados son, sin duda, tan desalentadores para el país galo como lo son también para Europa a causa del historial de RN como un partido euroescéptico cuya agenda antiinmigración incluye, entre otras cosas, diferenciar entre los ciudadanos franceses en función de sus orígenes nacionales. Aunque todavía falta una semana para saber cómo quedará configurada la nueva Asamblea Nacional.
Una eventual fragmentación parlamentaria podría colocar a Francia en una situación de ingobernabilidad. El complejo sistema electoral francés (a doble vuelta en circunscripciones uninominales) complicará mucho a la extrema derecha concretar su ventaja actual en una mayoría absoluta parlamentaria. Si tras la segunda vuelta ningún partido obtiene la mayoría absoluta, el presidente francés podría optar por proponer un gobierno de transición con un primer ministro de estricto perfil técnico y pasado el plazo de un año (antes lo impide la Constitución) convocar nuevas elecciones.
La otra posibilidad para Macron consistiría en nombrar jefe un gobierno minoritario al candidato del RN, Jordan Bardella, y protagonizar un periodo de cohabitación con un presidente y un primer ministro de diferente tendencia política, aunque el candidato de la extrema derecha ha descartado la posibilidad de asumir el cargo si su partido no obtiene la mayoría absoluta.
Estos comicios representaron un claro rechazo del electorado francés a las políticas de Macron y, sobre todo, a su estilo de gobierno. Ya había recibido una llamada de atención similar en las elecciones parlamentarias de 2022, cuando su partido no alcanzó la mayoría absoluta. Pero el presidente no quiso entender el mensaje y siguió gobernando como un monarca absoluto, abusando hasta la extenuación de mecanismos constitucionales extraordinarios para aprobar leyes (como la de la reforma de las pensiones) por decreto. Por eso se habla cada vez con mayor insistencia de la crisis de representatividad de la V República Francesa.
El sistema semipresidencial creado a finales de los años cincuenta por el general De Gaulle fue sumamente exitoso cuando Francia necesitaba de una presidencia fuerte para salir de la grave crisis política y moral donde se encontraba a causa de la guerra de independencia argelina y funcionó razonablemente bien durante las siguientes tres décadas bajo la presidencia de personajes como Pompidou, Mitterrand, Giscard y (todavía) Chirac.
Incluso fue eficaz durante los períodos de “cohabitación”, cuando el partido del presidente perdió la mayoría parlamentaria en elecciones intermedias. Pero desde principios de este siglo se hacen cada vez más patentes los problemas de funcionalidad y representatividad de un régimen demasiado condescendiente con el poder del presidente, en detrimento de la capacidad de control del Parlamento.
Los sucesivos presidentes franceses han hecho un uso demasiado extenso de sus facultades constitucionales. Los críticos del “hiperpresidencialismo” de la V República proponen revitalizar el Parlamento y darle al primer ministro mayor protagonismo político, además de sustituir al sistema electoral mayoritario a dos vueltas por uno proporcional puro para la elección de la Asamblea Nacional.
En buena medida esta “VI República” restauraría el parlamentarismo característico de Francia durante las tercera y cuarta etapas republicanas el cual, en su momento, fue tan criticado por De Gaulle, pero ahora sería, quizá, el más apto bajo la óptica de las necesidades actuales de representación política.