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Opinión

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¿Hacia una guerra generalizada en Medio Oriente?

El ataque a distancia de esta semana en Líbano, por el cual miles de beepers explotaron, matando a más de una decena de personas e hiriendo a casi tres mil, fue una de las operaciones de espionaje y sabotaje que serán recordadas como un caso en que la realidad parece superar a la ficción. El nivel de coordinación y utilización de recursos parece sacado de una novela.

Los detalles quizá no se sepan nunca, pero según lo que la prensa independiente ha podido investigar, el Mossad tuvo que intervenir desde hace mucho tiempo una entrega completa para Hezbolá de 5 mil de estos aparatos (Israel sigue sin reivindicar el acto pero tampoco lo niega, fiel a su doctrina de ambigüedad estratégica), llamados también pagers, o buscapersonas, para físicamente intervenir uno por uno, implantándoles un explosivo que esperaría pacientemente su momento de actuar, vía remota, detonándose todos al mismo tiempo.

La razón de que la organización terrorista utilizara estos dispositivos tan obsoletos, que eran de uso común en la década de los 90, era justamente para evitar que sus comunicaciones fueran interceptadas por los israelíes. La conmoción causada por el ataque, en todo Líbano, continuó al día siguiente con la explosión de miles de walkie-talkies, otra tecnología en desuso pero que se deduce que utilizaron los milicianos como sustituto de los buscadores, al día siguiente del atentado masivo, siendo alcanzadas cientos de personas por nuevas explosiones. (Aquí hay que señalar que los ataques indiscriminados a la población civil son un crimen de guerra, tipificado por la convención de Ginebra, y que no había certeza de que sólo los milicianos de la organización terrorista fueran los afectados, como se prueba con la muerte de al menos dos niños en esas operaciones.)

El ministro de defensa, Yoav Gallant, ha declarado una nueva fase de la guerra, esta vez en el norte, una vez que Israel ha completado casi todos sus objetivos en Gaza (aunque todas las evidencias indican que el primer ministro, Benjamín Netanyahu, ha hecho todo lo posible por retrasar un acuerdo final de paz en diversas etapas con Hamas, porque está bajo la amenaza de los fanáticos de su coalición de ultra-derecha, que harían caer su gobierno si eso se concreta), y como respuesta a los ya miles de envíos de misiles y cohetes de parte de Hezbolá hacia territorio israelí desde el 8 de octubre, por lo cual varias decenas de miles de sus ciudadanos han sido evacuados.

Ese día, 24 horas después del brutal ataque de Hamas y la Yihad Islámica, Hezbolá inició el envío de cohetes desde Líbano hacia Israel (la mayoría hacia zonas principalmente despobladas, aunque algunos sí han impactado en diferentes localidades), como apoyo simbólico a Hamas, y con el fin de que las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) tuvieran la necesidad de dividir su esfuerzo bélico entre el norte y el sur.

Líbano: estado fallido

Hay que recordar en qué situación se encuentra Líbano, que lleva interminables años de destrucción institucional que lo han llevado a convertirse, en la práctica, en un estado fallido. Atrás quedaron las décadas en que ese país, y su capital, Beirut, eran conocidos como la Suiza del Medio Oriente, por su prosperidad y gobernabilidad dentro de un sistema en que las diversas confesiones (cristianos maronitas, drusos y musulmanes, tanto chiítas como sunitas) compartían el poder. La llegada de cientos de miles de palestinos, y de población siria, cambió la dinámica a lo largo de los años, y las guerras que trajeron consigo han acabado por llevar a ese país a la bancarrota, a lo que se sumó la gran explosión del puerto de Beirut en 2020 de las 2,700 toneladas de nitrato de amonio que se encontraban almacenadas por la ineficiencia y corrupción de las autoridades desde hacía años, y que dejó devastada la capital.

Hezbolá se creó, de hecho, con el objetivo de resistir la invasión israelí, en 1982, y después se convirtió en uno más de los tentáculos que tiene Irán en Medio Oriente, si bien el más adelantado, puesto que comparten el credo chiíta (recordemos que los palestinos de Hamas son sunitas, así que su alianza es más bien del tipo “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”) y han recibido de Teherán miles de cohetes y misiles. Se cree que tienen hasta 100 mil, muchos de ellos con capacidad de ser redirigidos a distancia. El grupo es calificado como terrorista tanto por EEUU como por la Unión Europea, y se ha ido metiendo en la política libanesa hasta incrustarse en el poder, con una bancada en el parlamento y diversas municipalidades, básicamente en el sur.

Si Hezbolá decide atacar con toda su fuerza a Israel (como acaba de amenazar su líder, Hasan Nasralá, lo que sobrevendría sería una guerra total en la región. Por la gran cantidad de misiles que podría enviar al mismo tiempo hacia ciudades israelíes, no localidades poco pobladas, muchos de estos no serían interceptados, y habría una gran cantidad de bajas y de destrucción en lugares como Hebrón o Tel Aviv, lo que haría inevitable una respuesta también masiva.

La encrucijada de Irán

También debemos recordar en qué situación se encuentra Irán, el patrocinador de la milicia, cuyo presidente ultra-conservador Ebrahim Raisi murió en un accidente de helicóptero en mayo de este año. Tras unas elecciones en las que todos los candidatos opuestos al régimen de los ayatolas fueron expurgados, llegó al poder, de todas formas, el más “liberal” de los contendientes, Masoud Pezeshkian, si es que se puede hablar de algo así en la república islámica.

En el brevísimo tiempo que tiene en el poder, Pezeshkian ha dado señal tras señal de que está dispuesto a renegociar el acuerdo nuclear con Estados Unidos, el mismo que fue abandonado por Donald Trump en su momento. También ha trascendido en estos días que Irán está enriqueciendo más uranio y en mayores porcentajes, quizá como medida de presión para obligar a Joe Biden, o su sucesor o sucesora, a mostrarse proclive a una nueva firma del acuerdo. El régimen se encuentra en situación crítica tanto económica como moral y políticamente, por el descontento de su población ante la ruina económica y la represión por las protestas espontáneas ante la imposición del velo para las mujeres y su rechazo a las leyes igualitarias

¿Qué puede pasar?

Desde finales de agosto se especulaba que podría sobrevenir una intervención de las FDI en el sur de Líbano para que los evacuados israelíes pudieran volver a sus hogares y sus hijos entrar a la escuela para el nuevo ciclo, en septiembre, pero eso no sucedió. ¿Quizá sea lo que está pasando ahora, la tan comentada invasión al sur de Líbano y que se plantea por algunos hasta Beirut? ¿Tal vez estemos ante una escalada del conflicto que lleve a una guerra regional?

Eso es algo que sabremos en unos días o semanas. Por lo pronto, se manejan varias hipótesis de por qué Israel decidió hacer el ataque con los beepers y los walkie-talkies en este momento. Una de ellas es que los servicios de inteligencia notaron que Hezbolá había descubierto la trama, y que se encontraron con la dicotomía de perder ese ataque largamente preparado (y que quizá lo estaban guardando para el momento de lanzar el ataque terrestre y aéreo), o bien realizarlo, aunque fuera de manera anticipada, logrando lo que finalmente sucedió: que gran parte de la militancia y el liderazgo de la organización chiíta se encontrara diezmada y desarticulada.

A estos ataques han seguido bombardeos de parte de las FDI a puestos lanzacohetes en todo el sur de Líbano, dejando a la milicia con aún menos capacidad de respuesta, y otro golpe a la línea de flotación del “partido de Dios”, que es el significado literal de Hezbolá, con el asesinato a las afueras de Beirut de Ibrahim Aqil. ¿Quién es este líder? Estuvo implicado nada menos que en el ataque terrorista a la embajada de Estados Unidos en Beirut, que mató a 63 personas en 1983.

Pareciera que ya nos encontramos en el momento de la respuesta total de parte de Israel, que podría involucrar una invasión terrestre que llegase hasta la capital libanesa. ¿Qué respuesta dará Hezbolá y su patrocinador, Irán, ante estos hechos? Se barajan algunos escenarios:

  • Uno es que no respondan más que simbólicamente, porque no quieren un verdadero escalamiento, que vaya más allá de la guerra de baja intensidad. Irán ha dado muestras claras de que no quiere en absoluto un conflicto mayor.
  • Otro es que respondan con más contundencia, lo que llevaría a un escalamiento mayor, con consecuencias difíciles de pronosticar. Pero, ¿cuánta humillación más pueden resistir esas milicias que han jurado acabar con el estado judío, y el mismo Irán, cuyos líderes y clérigos pronuncian una y otra vez “muerte a Israel”? El asesinato en la misma capital, Teherán, del líder de Hamas, Ismail Haniyé (otra trama de espionaje propia de una novela, puesto que se cree que colocaron una bomba en la casa de seguridad en la que se hospedaba el invitado, que para Irán tenía estatus de dignatario y que había viajado de Catar justo para la toma de posesión del nuevo presidente) aún no ha sido contestado. Se cree que la diplomacia de EEUU y de países como Alemania han ayudado a impedir esa respuesta, pero también se combina el deseo de los líderes persas de evitar una guerra.

Las elecciones de Estados Unidos en los primeros días de noviembre también son un tema que todos los actores están esperando con atención. Eso puede cambiarlo todo y, a la vez, precisamente lo que suceda en Medio Oriente podría mover el curso de esos comicios, provocando que, por ejemplo, Kamala Harris pierda el voto musulmán y el voto más izquierdista en estados clave como Michigan, y eso la lleve a perder la presidencia. Si hay una intervención total en Líbano contra Hezbolá, y se repiten las marchas y los plantones en las ciudades y universidades estadounidenses, es posible que esto suceda.

En todo caso, una escalada del conflicto es lo que más afectaría tanto a la candidatura de Harris como a la de otros puestos demócratas al senado y a la cámara de representantes en la Unión Americana. En este momento nadie quiere una guerra regional, excepto los consabidos halcones en todos los bandos, empezando en Israel por los siniestros Bezalel Smotrich e Itamar Ben-Gvir, con sus respectivos partidos ultranacionalistas y ultrarreligiosos que tienen advertido a Netanyahu que no se le ocurra detener el conflicto en Gaza y, por extensión, el del sur de Líbano. Los tambores de guerra para esos ministros que vergonzosamente se han colado al mismísimo gobierno israelí, son la música más aceptable.

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José Manuel Valiñas es articulista de política internacional. Dirigió la revista Inversionista y es cofundador de la revista S1ngular.

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