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¿Hay que eliminar a los chatbots?
Si bien es comprensible que una nueva tecnología con poderes aparentemente vastos genere preocupaciones, gran parte de las preocupaciones sobre los chatbots de modelos de lenguaje grande están fuera de lugar. La respuesta correcta a la perturbación económica no es detener el reloj, sino tratar de maximizar las ganancias y minimizar el dolor
Washington D. C. – El mundo está deslumbrado por los repentinos y grandes avances en inteligencia artificial, pero ahora algunas personas destacadas y en altos cargos están respondiendo a ellos con una demanda insensata: aplicar el freno de emergencia.
Una carta abierta que solicita “a todos los laboratorios de IA hacer una pausa de al menos seis meses en el entrenamiento de los sistemas de IA” recibió miles de firmas -entre ellas, las de íconos de la tecnología como Elon Musk y Steve Wozniak, muchos directores ejecutivos, y académicos destacados-. CBS News preguntó recientemente a Geoffrey Hinton, uno de los pioneros de los métodos de aprendizaje profundo en los que se basan los avances recientes, sobre la posibilidad de que la IA “borre a la humanidad del mapa”. Y, como siempre, muchos comentaristas temen que la IA eliminará la necesidad de trabajadores humanos. Una encuesta que llevó a cabo Ipsos en 2022 halló que sólo un tercio de los estadounidenses cree que los productos y servicios basados en IA ofrecen más beneficios que desventajas.
Quienes piden una pausa enfatizan que la “IA generativa” es distinta de todo lo anterior: ChatGPT es tan avanzado que puede conversar de manera convincente con los humanos, redactar ensayos mejor que muchos estudiantes de grado, y escribir y corregir programas informáticos. Financial Times descubrió recientemente que ChatGPT (al igual que Bard, el chatbot experimental de Google) puede contar chistes de manera pasable, escribir un eslogan publicitario, elegir acciones bursátiles e imaginar una conversación entre Xi Jinping y Vladímir Putin.
Es comprensible que una nueva tecnología con capacidades aparentemente tan vastas despierte preocupaciones, pero gran parte de esa angustia no está bien fundada. Los actuales detractores de la IA suelen subestimar el ritmo de cambio tecnológico que ya han experimentado las economías avanzadas. En 1970, el empleo estadounidense estaba dividido en partes aproximadamente iguales entre las ocupaciones con cualificaciones bajas, medias y altas (que representaban, respectivamente, el 31%, 38% y 30% del total de horas trabajadas). Medio siglo más tarde, el empleo en actividades que requieren cualificaciones medias ha caído de manera increíble: 15 puntos porcentuales.
Este cambio se debió en gran medida a los avances tecnológicos que permitieron que los robots y programas informáticos llevaran a cabo tareas de las que antes se ocupaban los trabajadores manufactureros y empleados administrativos. El vaciamiento de la clase media es uno de los hechos económicos más importantes de los últimos tiempos, transformó la vida en el Cinturón del Óxido, la región manufacturera estadounidense, y en las oficinas de todo el país, causando efectos profundos sobre la sociedad y la política estadounidenses.
Incluso la tecnología más nueva no lo es tanto como parece. Los chatbots y asistentes virtuales ya eran algo corriente antes de que ChatGPT se apoderase de los titulares. Aunque el asistente de servicio al cliente en línea de tu banco y la función de texto predictivo de tu teléfono no son capaces de superar la prueba de Turing, ambos usan el procesamiento del lenguaje natural para tratar de conversar contigo, como lo hace ChatGPT. Mis hijos hablan con el asistente Alexa de Amazon del mismo modo en que lo hacen con los seres humanos.
Quienes se preocupan lo suficiente por la IA como para recomendar que “clavemos los frenos” probablemente estén sobreestimando la velocidad a la que transformará la economía. Independientemente de lo impresionante que sea, ChatGPT se equivoca mucho; cuando le pedí “unos pocos artículos sobre economía escritos por Michael Strain”, encontró cinco. Todos eran convincentes... pero no escribí ninguno de ellos. Para los hospitales, bufetes de abogados, periódicos, gabinetes estratégicos, universidades, agencias gubernamentales y muchas otras instituciones, se trata de errores inaceptables.
La velocidad de la transformación también encontrará límites en las barreras que existen al interior de las empresas. Los abogados me dicen que no quieren que sus empresas usen estas tecnologías porque no pueden arriesgarse a difundir información confidencial en línea. Lo mismo ocurrirá, por ejemplo, con los hospitales y los datos de los pacientes. Los proveedores de IA crearán soluciones para empresas, pero si pueden entrenarlos con datos de otras firmas del mismo sector, ¿serán tan poderosas y útiles como sugieren los optimistas? Y, en términos generales, las empresas demoran más de lo que la gente cree en encontrar formas de utilizar las nuevas tecnologías de manera productiva.
La carta abierta solicita una pausa de seis meses para que los responsables de las políticas y los reguladores puedan ponerse al día, pero los reguladores siempre van a la zaga y, si las mayores preocupaciones sobre la IA son válidas, una pausa de seis meses no ayudaría demasiado. Además, si de hecho esas preocupaciones son desmedidas, la pausa podría causar daños permanentes al socavar la competitividad estadounidense o ceder el campo a actores menos responsables. La carta sostiene que “si no se puede hacer una pausa rápidamente, los gobiernos debieran intervenir para decretar una moratoria”. ¡A ver cómo les va con China!
Por supuesto, hay veces en que los gobiernos consideran que hay que detener los avances de ciertas tecnologías, pero este no es el caso. La regulación debiera centrarse en la forma en que se usa la IA, no en detener su desarrollo. Cuando la tecnología haya avanzado más, quedará más claro cómo regularla. ¿Es posible que la IA “borre a la humanidad del mapa”? Supongo que hay una probabilidad ínfima, pero la IA generativa difícilmente sea la primera tecnología que implique ese riesgo.
Si en algo están en lo cierto los agoreros es que la IA generativa podría afectar a amplias franjas de la economía, como antes lo hicieron la electricidad y el motor de vapor. No me sorprendería que finalmente la IA se torne tan importante como el teléfono inteligente o el navegador web, con todo lo que eso implica para los trabajadores, consumidores y modelos de negocios existentes.
La respuesta adecuada a la disrupción económica no es ponerla en pausa. En lugar de eso, los responsables de las políticas debieran centrarse en buscar la manera de aumentar la participación en la vida económica. ¿Se pueden aplicar mejor los subsidios a los beneficios para que el trabajo sea más atractivo para quienes no poseen títulos universitarios? ¿Pueden los institutos terciarios y programas de capacitación transmitir las habilidades que permitirán a los trabajadores usar la IA para aumentar su propia productividad? ¿Qué políticas e instituciones se interponen ante una mayor participación económica?
Debemos recordar que la destrucción creativa no solo destruye... también crea, a menudo de manera poderosa e inesperada. Hay nubarrones en el futuro que nos espera con la IA, pero en términos generales, el cielo está despejado.
El autor
es director de Estudios de Política Eco.
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