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Historias de gatos I
Para Lorena
Los gatos domésticos, Felis silvestris catus, son una de las especies que han acompañado al Homo sapiens desde la Prehistoria. Junto con los perros son los animales más estrechamente ligados a nuestra especie, y al igual que estos forman parte de una de las familias de carnívoros más exitosos y diversos que la evolución ha producido en nuestro planeta. Al verlos lamerse cómodamente, dormir todo el día o buscarnos con un descaro digno de mejor especie para exigirnos comida o cariños, nos resulta fácil olvidar que estos bichitos peludos son, no muy en el fondo, otra cosa que carnívoros despiadados y exitosos cazadores que en algún momento hace más de 10,000 años unieron el destino de su especie al de la nuestra, en más de una ocasión, y al parecer de manera voluntaria: los gatos adoptaron a los humanos, no al revés.
Durante mucho tiempo se pensó que el origen de los gatos se remontaba al antiguo Egipto, con todas esas momias felinas y la adoración que les profesaban hace ya 4,500 años. Pero recientes y numerosos estudios nos han demostrado que este fenómeno sucedió en lugares ajenos y muy distantes entre sí, y provenientes de al menos dos especies distintas de felinos. El esqueleto de un gato más antiguo que conocemos (completo y sin marcas de haber sido comida) proviene de Chipre, un país insular cerca del Creciente Fértil, la zona de influencia del Tigris y el Eufrates y cuna de civilización humana , como parte de un entierro datado en entre 7,000 y 8,000 años antes de Cristo, la prueba más antigua de nuestra conexión con los gatos.
Tiene sentido que en los primeros asentamientos agrícolas de la humanidad donde se almacenaba grano para la temporada de invierno o sequía, este alimento atrajese la atención de roedores y otras plagas. Los gatos silvestres convirtieron eventualmente estos asentamientos en cotos con abundante caza. Con el tiempo se fueron acercando cada vez más a los humanos, y como no era la primera vez que elegíamos criar animales de manera selectiva (ya cuidabamos ganado, aves de corral y por supuesto perros) resultó inevitable que se reprodujeran animales con características deseables, lo que terminó por convertir a los felinos aborígenes en las mascotas aparentemente indiferentes que son hoy en día.
A los gatos, que tenían acceso una casi inagotable fuente de ratones que diezmaban las reservas de grano y transmitían enfermedades a nuestros viejos ancestros, les vino de perlas una asociación con nuestra especie -que también cosechaba frutos de nuestra alianza felina - lo que les permitió extenderse por todo el mundo y lograr un lugar cómodo y seguro donde medrar y diversificarse como nuestras mascotas. Y sabemos que lo eran porque Chipre es una isla, lo que indica que el gato fue llevado ahí por un humano, y transportar un gato que no estuviese al menos levemente domesticado hubiera sido un dolor de cabeza lleno de garras afiladas. Además, el gato se encontraba en la tumba junto a un humano, probablemente su amo, y rodeado de conchas talladas (ostrakon, en griego) y otras ofrendas alrededor de ambos, lo que prueba el papel prominente del guardián peludo en esa época.
Pero el Medio Oriente no es el único lugar donde los gatos y los humanos cruzaron su camino y decidieron continuar juntos. En las próximas semanas hablaremos de ello, así como los estudios e investigaciones que historiadores, biólogos, antropólogos y genetistas han realizado en todo mundo para revelarnos cuándo, dónde, y cómo, los gatos se se volvieron parte indisoluble de nuestra especie, y nosotros de la suya.
Para saber más: https://icatcare.org/ International Cat Care, sitio en español.