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Historias de gatos II
“El gato no nos acaricia, se acaricia contra nosotros”.
Antoine de Rivarol
Los gatos domésticos son la especie más reciente y ubicua de una familia de gatos cuyos miembros son tan omnipresente como poderosos; viven salvajes en todos los continentes salvo Australia y Antártida, y en todos se encuentran en el ápice de la cadena alimenticia. Son increíblemente diversos y medran en casi cualquier ambiente, desde los desiertos y las selvas hasta los bosques helados del norte, con un éxito que sólo se puede atribuir a las ventajas evolutivas conseguidas a través de millones de años, a principios del Cenozoico.
Los gatos pertenecen al orden Carnivora, una subclase de mamíferos carnívoros terrestres que comprende sólo dos subórdenes, cuyo origen se remonta a la rama Carnivoramorpha, carnívoros trepadores que evolucionaron hace 66 millones de años (MdA), antes de la desaparición de los grandes dinosaurios. La cladística (parte de la biología que estudia las interacciones evolutivas de las especies) divide Carnivora en sólo dos subclase, Caniformia que comprende a los lobos, osos y derivados; y Feliformia, que incluye a gatos, hienas (sí, son más cercanas a los gatos que a los perros, increible) y sus parientes. Ambas subclases se caracterizan principalmente por poseer dientes que evolucionaron para despiezar y arrancar la carne y huesos de sus presas, los carnasiales, pero poco más.
Los primeros caniformes tenían un estilo de vida más terrestre y vagabundo, a diferencia de los feliformes que vivían básicamente sobre trepados a los árboles gracias a las uñas retráctiles que los caniformes no poseen; esto es quizá la causa de la dieta estrictamente carnívora de los felinos, mientras que los caniformes siempre han sido más omnívoros. Feliformia se compone de diez familias (tres de ellas extintas), y todos los gatos pertenecen a la familia Felidae, compuesta de unas cuarenta especies de felinos, muchas de ellas en peligro de extinción por vida y obra de la especie humana.
El primer felino “real” del que tenemos noticia es Proaiulurus, un gato de unos 10 a 12 kilos que vivió entre 25 y 30 MdA atrás, entre el Oligoceno y el Mioceno. Comparando sus restos fósiles con el esqueleto de un lince moderno podemos ver las asombrosas semejanzas entre dos especies tan separadas en el tiempo, ambas especies con cuerpos alargados, fuertes y flexibles así como patas más bien cortas y ojos muy grandes. Pero después de Proailurus y durante siete millones de años no parece haber ningún otro felino en el registro fósil, al menos según los últimos descubrimientos. A este lapso de unos siete MdA se le conoce como “Las brecha de los gatos” y existen varias teorías al respecto, pero las causas pueden ser múltiples, desde cambios climáticos hasta la hiperespecialización en su dieta.
Pero los gatos regresan, y regresaron por todo lo alto. Pseudaelurus es la primera especie de gato que aparece en el registro fósil después de Proailurus, y muchos científicos piensan que es su descendiente directo, aunque el tiempo que hay entre ambas especies sugiere al menos otra intermedia que aún no hemos encontrado. Pseudaelurus es el antepasado de todos los gatos modernos, grandes y pequeños, así como otras familias ya extintas como Machairodontinae, la subfamilia a la que pertenecían los grandes gatos dientes de sable como Smilodon y Meganterius, dos especies realmente asombrosas, pero que son apenas un párrafo más en la larga historia del linaje de los gatos.