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Opinión

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Improvisación

Una de las características de la cultura mexicana es el arte de la improvisación. La habilidad para poner parches a las cosas, o hacer funcionar instrumentos o aparatos que en otros países son desechados porque es más costosa su reparación que su sustitución, es vista como una virtud que hay que impulsar en aras de la valoración del ingenio y la tenacidad de los mexicanos.

Sin embargo, y más allá de la admiración por esa enorme capacidad para arreglarlo todo, la necesidad de incorporar a esa fuerza de trabajo a tareas cada vez más productivas se convierte en una acción impostergable. Es lo que finalmente hacen los migrantes en los Estados Unidos y por eso son indispensables para la economía norteamericana.

Esa fascinación por la cultura del trapiche por parte de la 4T, se basa fundamentalmente en la creencia de que todo es asequible si se tienen la voluntad de hacerlo y la honestidad como únicos requisitos. Esto es lo que genera un alto reconocimiento popular para todo aquello que se ha improvisado durante los últimos años: el aeropuerto Felipe Ángeles, la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya y el Insabi. Todas y cada una de estas obras fueron llevadas a cabo sin estudio previo y análisis de costo beneficio y por lo tanto sin viabilidad económica y operativa.

La improvisación cuesta muy cara y se manifiesta a través de la ineptitud de funcionarios de todos los niveles de gobierno. Si “no se necesita mucha ciencia para gobernar ni para extraer petróleo”, entonces la obligación de prepararse, estudiar y conocer queda ubicada en un lejano segundo plano.

La educación sirve para adoctrinar y fomentar la lealtad al régimen, y no como un instrumento destinado al ascenso social y la formación de individuos capaces y con dominio de su área de conocimiento. En este sentido la reforma judicial planteada por el presidente privilegia la inexperiencia y la sumisión como forma de controlar la impartición de justicia desde el partido hegemónico.

La apuesta por la improvisación y el desprecio por todo aquello que implique un conocimiento profesional y especializado tiene un objetivo principal: alejar lo más posible a la inteligencia de las decisiones que tome un gobierno poseedor de toda la fuerza e incapaz de sustentar con argumentos válidos su proyecto de nación.

El arte de la improvisación es una cualidad que no puede convertirse en el modelo permanente de una sociedad que pretenda acceder a mejores niveles de vida. En todo caso se trata de una medida a tomar en caso de emergencia y con los riesgos que implica no atender de raíz el problema de que se trate.

Ezra Shabot Askenazi es Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México. Analista político y catedrático universitario con 22 años de trayectoria en la UNAM. Como académico ha sido jefe del Departamento de Ciencias Sociales y Jefe de Planeación Académica en la Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP) Acatlán.

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