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Invertir en las distintas etapas de nuestra vida (Parte 3 de 3)
En esta serie hemos hablado mucho de cómo cada persona tiene distintos sentimientos, emociones y objetivos en torno al dinero. Pero también sobre cómo ciertos momentos de la vida pueden cambiar sustancialmente nuestras prioridades y la forma como debemos abortar nuestras inversiones.
En la columna anterior mencionamos tres: cuando aún estamos estudiando, cuando obtenemos nuestro primer trabajo y cuando recibimos un incremento sustancial de nuestros ingresos. Continuamos esa lista:
Cuando tenemos planes de casarnos. Una boda representa un gasto muy fuerte y puede convertirse en sí mismo en un objetivo de ahorro. Por eso es muy importante hablar con nuestra pareja y definirlo bien: ¿Qué tipo de boda queremos? ¿Cuánto estamos dispuestos a gastar?
He visto que muchas personas se endeudan para tener la “boda de sus sueños”. ¿Realmente merece la pena hacer eso para una fiesta? ¿No convendrá empezar esa vida juntos con una situación financiera más desahogada y con menos compromisos? Hay que pensarlo bien y desde luego es una cuestión muy personal. Pero lo que no se debe hacer es dejar de lado otros objetivos importantes que ya hemos iniciado, como el fondo de emergencias o el ahorro para el retiro. Nunca hay que caminar para atrás.
El nacimiento de los hijos. Eso implica un cambio sustancial en toda nuestra vida, incluso en la manera como nos relacionamos con nuestra pareja. Es una gran responsabilidad y es el compromiso más grande que podemos adquirir. Pero vale mucho la pena.
Es importante estar preparados física, emocional y financieramente. Porque desde la gestación hay gastos como los chequeos médicos de rutina, pero también los preparativos para cuando llegue a nuestras vidas (ropa, su cuna, etc.).
Si uno de nuestros objetivos es garantizar su educación pase lo que pase, es importante hacerlo desde que el pequeño nazca, porque el tiempo es oro. Hay muchas posibilidades y formas de hacerlo: en cualquier caso un seguro de vida es esencial.
Cuando enfrentamos una situación de desempleo. Lamentablemente puede suceder cuando menos lo esperamos y por eso en esos momentos se vuelve tan valioso tener una situación financiera sana: estar libre de deudas de consumo y tener un fondo para emergencias consolidado, que nos ayuda a navegar de mejor manera esa situación.
Como todos sabemos, encontrar un trabajo similar al que teníamos (o mejor) muchas veces toma tiempo, particularmente en niveles medios y altos. Si nuestras finanzas son sólidas, tendremos la tranquilidad y el enfoque para lograrlo.
En todo caso, será momento de reevaluar nuestro gasto y reducir aquellas cosas que no son tan importantes. Buena parte del ahorro y la inversión se podrá poner en pausa. Ya habrá tiempo de retomarlo en cuanto nos volvamos a colocar.
Nuestro retiro. Cuando estamos cercanos a ese momento, es importante revisar nuestras opciones. Nuestro portafolio de inversión ya no deberá estar orientado a la construcción de nuestro patrimonio sino a la preservación del mismo (sin olvidar que todavía una parte puede estar invertida a largo plazo –nuestra expectativa de vida puede ser de 20 años o más).
¿A cuánto ascenderá nuestra pensión? ¿Tendremos ingresos adicionales? ¿A cuánto asciende el valor de nuestras inversiones y cuánto podríamos gastar cada mes sin correr el riesgo de agotarlo?
¿Podremos mantener nuestro nivel de vida o tendremos que reducirlo?
Desde luego cada persona puede vivir una o más de estas etapas —y otras que no he mencionado. La idea simplemente es ejemplificar cómo cada momento cambia nuestras prioridades y con ellas la manera como enfocamos nuestras inversiones.