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Opinión

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Javier Milei es más de lo mismo para Argentina

Javier Milei, el populista de derecha argentino y aspirante a la presidencia, está siendo promocionado por algunos como el hombre que salvará la economía de su país. Pero la principal tarjeta de presentación de Milei no es la solidez de sus políticas –algunas de las cuales son realmente extrañas– sino su actuación de indignación.

LONDRES – Según los psicólogos, el sesgo de confirmación es una de las trampas más frecuentes que nos tiende el cerebro humano. De manera involuntaria, distorsionamos la evidencia para seguir creyendo lo que queremos creer. Es lo que hacen muchos comentaristas tras el triunfo en las primarias de Javier Milei, el populista de derecha y candidato a la presidencia de Argentina.

El Wall Street Journal afirma que “es posible que la clase media argentina haya dejado de aceptar el estatus quo que le roba el fruto de su trabajo”, y alaba a Milei porque desea “abrir mercados, recortar el gasto público, poner fin a los controles de capital y privatizar las empresas de propiedad del Estado”. Un respetado consultor local escribe en un informe a sus clientes que Argentina finalmente regresa a los fines del siglo XIX, cuando la libre empresa reinaba sin cortapisas.

Si así fuera… Algo grande está sucediendo en Argentina, pero no se trata un movimiento de base a favor del libre mercado. Se trata de una revuelta antiestablishment, de ésas en las que América Latina se especializa hoy por hoy. El único partido político reelegido en las urnas recientemente fue el de Daniel Ortega en Nicaragua, y Ortega se robó esas elecciones.

Varios de los presidentes heterodoxos llegados hace poco al poder, desde Andrés Manuel López Obrador en México a Pedro Castillo en Perú, y desde Gustavo Petro en Colombia a Gabriel Boric en Chile, triunfaron criticando a la “oligarquía” y a los “poderosos de siempre”. Esto es exactamente lo que hoy hace Javier Milei en Argentina cuando corea la canción “que se vayan todos” y promete deshacerse de la “casta gobernante” sacándola “a patadas en el culo”.

El sesgo de confirmación conduce a la sobreinterpretación de los hechos. Después de que en 2019 los chilenos se lanzaran a las calles a protestar de manera masiva (y muchas veces violenta), y tras la elección, en 2021, de una asamblea constituyente dominada por la extrema izquierda, los progresistas rápidamente llegaron a la conclusión de que Chile había “despertado” frente a los males de la desigualdad y que el país nunca más volvería a ser el mismo.

Si así fuera… El cuestionable texto que produjo esa asamblea fue rechazado de manera abrumadora por los votantes, quienes luego procedieron a elegir otra asamblea, en la que esta vez predomina la extrema derecha. En los titulares políticos de hoy, la desigualdad y los males sociales han sido reemplazados por sondeos que sugieren que los votantes quieren que sus líderes deporten a los inmigrantes y actúen con mano dura ante la delincuencia.

Se suele describir a Javier Milei como libertario, pero esto también es incorrecto. Los libertarios dan prioridad al derecho a escoger, y él se opone al aborto y a la educación sexual. Además, durante largo tiempo fue asesor de Antonio Bussi, el general que sirvió como gobernador de la Provincia de Tucumán durante la dictadura militar. Milei es un clásico populista autoritario, quien es de derecha solamente porque el partido de gobierno resulta ser de izquierda.

Los voceros del mensaje antiestablishment no suelen ser individuos de habla suave y trajes oscuros. Y la extravagancia de los políticos argentinos es bien conocida: quién puede olvidar al expresidente Carlos Saúl Menem, vestido de pantalón y chaqueta celestes, lanzando billetes a los votantes desde su autobús de campaña. Pero incluso para Argentina, Milei es un caso extremo. La mayoría de los reportajes internacionales mencionan su promesa de cerrar el Banco Central y reemplazar el peso con el dólar estadounidense. En realidad, lo que promete es “reventar” el Banco Central, literalmente.

Milei se hizo famoso en Argentina por un programa de televisión en el cual, entre otras payasadas, celebró su cumpleaños dejándose vendar los ojos y destruyendo a palos una maqueta del Banco Central. En otro espectáculo, reventó un inmenso globo amarillo que decía B.C.R.A. (Banco Central de la República Argentina), mientras gritaba “¡la locura está en esta mierda!”.

Lo que llama la atención no es el blanco, sino la destrucción. Si Milei hubiera optado por agarrar a palos una maqueta del Palacio del Congreso de la Nación Argentina, sus partidarios habrían aplaudido con el mismo entusiasmo.

En una entrevista reciente, cuando se le preguntó si creía en la democracia, Milei replicó que no podía responder sin referirse al teorema de la imposibilidad de Kenneth Arrow. En un tuit, arremetió contra los críticos de su propuesta de la dolarización porque ellos supuestamente no comprenden la condición de transversalidad. Esta es erudición empleada no para iluminar, sino para evadir y ofuscar.

El castellano de Argentina ha aportado a la lengua un neologismo útil: el chanta, un charlatán que no para de jactarse y bien puede meter la mano en bolsillo ajeno mientras el afectado permanece inmóvil, hipnotizado por tanta cháchara. Como podría decir uno de sus admirados economistas de Chicago, Milei es el chanta argentino por definición.

Nada de esto tiene por objeto negar que los peronistas que hoy están en el poder son unos demagogos cuyo gobierno, bajo la presidencia de Alberto Fernández, ha sido extraordinariamente inepto: la inflación superará el 150% este año, la economía está en recesión y las reservas del Banco Central son negativas en 8,000 millones de dólares. Los gobiernos peronistas anteriores también fueron corruptos: el video del exministro de Obras Públicas con  Cristina Kirchner ocultando 9,000 millones de dólares en efectivo en un convento también es difícil de olvidar.

Pero Javier Milei no ofrece remedio para nada de lo anterior. Un buen ejemplo es su aclamado plan de dolarización. La crítica tecnocrática es que Argentina y Estados Unidos no son una zona monetaria óptima y, por lo tanto, Argentina quedaría expuesta a impactos que no puede amortiguar.

La realidad es aún peor. Adquirir los pesos actualmente en circulación exigiría alrededor de 40,000 millones de dólares, que Argentina no tiene. Algunos economistas partidarios de Milei sostienen que se podría pedir prestados los dólares en el exterior. Pero ¿qué sucedería si se exige el repago anticipado del préstamo, como bien podría pasar? La oferta monetaria desaparecería de la noche a la mañana y Argentina entraría en su propia Gran Depresión.

La dolarización a veces se justifica como la única forma de disciplinar los déficits fiscales descontrolados en Argentina. Pero desde que Ecuador se dolarizó, en el año 2000, se ha endeudado copiosamente y más de una vez ha coqueteado con el default. Adoptar el euro no evitó el cataclismo fiscal en Grecia, y tampoco impidió que otros países de Europa Meridional se endeudaran profusamente. Al revés: al mantener artificialmente bajos los diferenciales de tasa de interés y la inflación, la “euroización” puede haber exacerbado los incentivos para sobreendeudarse, como predijimos Aaron Tornell, de UCLA, y yo, en 1994.

Afortunadamente para Milei, estas elecciones no giran en torno a la solidez de las propuestas, sino en torno a quién está más indignado, quién tiene más éxito a la hora de captar atención, y quién promete despachar a la élite gobernante con la mayor patada en el culo. En estos tres ámbitos, Milei le lleva tremenda ventaja a sus contendientes. Esto lo convierte, aunque cueste creerlo, en el favorito para ocupar la presidencia de Argentina.

El autor

Andrés Velasco, excandidato a la presidencia y ex ministro de Hacienda de Chile, es decano de la Escuela de Políticas Públicas de la London School of Economics and Political Science.

Traducción de Ana María Velasco

Copyright: Project Syndicate, 1995 - 2023

www.projectsyndicate.org

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