Lectura 4:00 min
Kamala 1, Trump 0
A 56 días de la elección, el debate presidencial entre Kamala Harris y Donald Trump puede ser el quiebre que la candidata Demócrata necesitaba en la elección.
Llegaron al evento en Filadelfia, prácticamente empatados en las encuestas nacionales, y muy cercanos en las de los seis estados clave para la elección. Para ganar la presidencia de la república en Estados Unidos se requieren 270 votos del Colegio Electoral. Hoy según las proyecciones de 270towin.com, de los 538 electores, Harris tiene 226, Trump 219 y hay 93 en el aire (en orden de mayor a menor número de electores, son: Pensilvania, Michigan, Georgia, Carolina del Norte, Wisconsin, Arizona y Nevada).
Después de su designación y sobre todo concluida la convención Demócrata en Chicago, Harris ha tenido un despegue importante, ha recuperado buena parte del voto tradicional de los demócratas, que Biden ponía en riesgo. En el mes de agosto Harris recaudó más de 300 millones de dólares, mientras que Trump apenas rebasó los 80 millones ese mismo mes.
Harris llegó al debate con mucho entusiasmo en las filas de su partido, y con un compañero de fórmula que le puede ayudar con los hombres blancos mayores de 45 años, donde Trump tiene una ventaja casi de 2 a 1.
Sin embargo, todas las encuestas muestran que la mayoría del electorado estadounidense quiere un cambio, y que piensa que el país va en el rumbo equivocado. Siendo que Harris es parte del gobierno de Biden, este contexto le es desfavorable. Adicionalmente Trump y los Republicanos han atacado a Harris y Walz de ser muy liberales, los acusan de ser marxistas y radicales. Es decir, en la narrativa de Trump, Harris es parte del problema actual, pero además sus propuestas de políticas agravarían la situación en la que se encuentra Estados Unidos. Incluso la llama KamRad (Kamala Radical).
Harris logró un objetivo estratégico importante, al menos en el debate: convertir el eje de la campaña en una elección sobre Trump. Ante la pregunta sobre ¿qué está en juego en noviembre?, sus mensajes fueron muy claros, “No podemos permitir que Trump vuelva a gobernar”. Así como la mayoría de los votantes quieren un cambio, también la mayoría tiene una opinión poco favorable de Trump y lo consideran un riesgo para el país y la democracia. Harris dejó claro que a Trump no se le puede confiar el destino de su país, además de que ahora, siendo ella una candidata joven, a unas semanas de cumplir 60 años, las dudas sobre su edad y salud recaen en él.
Adicionalmente, como se vio en el debate, Harris mostró temple y conocimiento, así como más frescura y capacidad de conectar con los electores. Trump, en cambio, incómodo, acartonado y arrogante (nunca la volteó a ver, ni quitó la mirada de los moderadores), se mostró reiterativo en generalidades (muchas de ellas mentiras) y se dedicó a denostar a su opositora.
En lo poco que se trató de temas específicos Harris fue más concreta en sus planteamientos para apoyos en vivienda, a PYMES, y a salud, así como sobre el aborto y en materia de política exterior, particularmente con Ucrania y una solución en Palestina. En mi opinión, sin embargo, desaprovechó el debate para diferenciarse aún más de Trump en términos del genocidio que Israel está haciendo en Gaza, siendo que es un tema que además le ayudaría mucho con los votantes jóvenes en estados clave de la contienda.
Dos meses de campaña todavía son mucho tiempo para una contienda tan cerrada. Para ganar los Demócratas requieren de una implementación impecable de su campaña a nivel local, en particular con jóvenes, latinos y afroamericanos, para que salgan a votar. El debate fue un acierto en esa dirección.