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Opinión

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La FILEY, Meade y otras cosas

Lo que aquí se relata no es fruto de la imaginación, lo es gracias a la ciudad blanca.

Para saber lo que ocurrió el lunes 12 de marzo en la Sociedad de Autores y Compositores de Música (SACM), tuvimos que llegar a Mérida. Nada casual, ustedes dirán. Si de la presencia del candidato José Antonio Meade en ese gremio queríamos enterarnos, a Rodolfo Cobos, gran director de la Feria Internacional de la Lectura de Yucatán (FILEY), damos las gracias. No porque el también notable empresario cultural haya departido con el priista adoptivo. La gratitud es por invitarnos a presentar, con el editor Francisco Moreno, y con el comentarista de lujo que es el promotor cultural yucateco Jorge Esma, el libro ¡Es la reforma cultural, Presidente! Propuestas para el sexenio 2018-2024 (Editarte Publicaciones).

Fue en torno de unas sopas de lima, de platos con panuchos y papadzules, de bolitas de aguacamole, de quesos rellenos y con cervezas Montejo bien frías, que mis informantes decidieron contarme algo de lo que se dijo en la SACM. Así de buenos camaradas en el restaurante Katún. Coincidieron en percibir un Meade articulado y afable, al lado de su esposa Juana Cuevas, de quien presumió sus intereses culturales, tanto como sus dotes artísticas. Alrededor de cien personajes fueron convocados. Entre ellos Sebastián, Armando Báez Pinal, Arturo Márquez, Martín Urieta, Rosa Burillo (pocas mujeres en el grupo), a herederos de Gonzalo Curiel, José Alfredo Jiménez, Roberto Cantoral y Consuelo Velázquez, todos bajo el liderazgo de don Armando Manzanero.

En la comida no faltaron los panuchos. También se sirvió de botana quesillo Oaxaca. La sopa de alcachofa, filete de res, pastel y helado. A discreción el vino. El candidato a la presidencia bebió su infaltable Coca Cola regular y, me cuentan, picó la comida, ya no probó la carne. El poeta Manzanero fue bien preparado para hacerle ver que si algo le pedían era acabar con la piratería. Le sugirió adoptar como bandera la defensa del derecho de autor. Le dijo que urgía asumir de a de veras el cobro de regalías como política eficaz. Que era importante conociera lo que la cultura aporta al PIB, pues al fin economista.

Como son días de intercampañas, José Antonio Meade se cuidó de no hacer promesas. Digamos que les dijo “claro, todo lo tendré muy presente”. Lo curioso es que ni el invitado, ni los anfitriones, buscaron el diálogo sobre los grandes temas culturales. Hubo unas cuántas intervenciones. Él puso en relieve el pago en especie para artistas plásticos como un programa con logros significativos. En el tono más personal, nada de darse por derrotado en las elecciones, mucha energía para lograr posicionar su marca de #YoMero. Alguien por ahí le sugirió que aprovechara el viaje para refundar el PRI, así como para corregirle a Aurelio Nuño sus yerros en la reforma educativa. El cuate sonrió (por cierto, no acudieron ni Nuño, ni Javier Lozano).

Dos horas departieron. Quizá el fragor de la campaña pueda volver a reunirlos. Una conclusión en torno a las viandas yucatecas es que la comida en la SACM no arrojó hallazgos para ninguno de los bandos.

Con el calorcito que va del invierno a la primavera, acudimos por primera vez a la FILEY. Su sede, el Centro de Convenciones Siglo XXI, que conecta con la magnífica arquitectura del Gran Museo del Mundo Maya, en cuya galería se inauguró la 3ª Bienal José Atanasio Monroy. ¡Qué buenos artistas, caramba! El de Durango, Carlos Cárdenas con “Cúbico” (óleo sobre tela) y César Córdova (de la CDMX) con “Xanic” (óleo sobre tela sobre tablón vertical) como para comprarlas. Larga vida a la FILEY que premió al colega Miguel de la Cruz. Enhorabuena.

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