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Opinión

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La Organización Mundial del Comercio se la juega en Abu Dhabi

La Organización Mundial del Comercio (OMC) celebra su Conferencia Ministerial del 26 al 29 de febrero próximos en la capital de Emiratos, Abu Dhabi. Será la decimotercera cumbre de esta naturaleza de la principal institución multilateral dedicada a promover el comercio internacional y velar por el cumplimiento de las normas que lo rigen. Con carácter bienal, las ministeriales suelen representar el momento más importante de la agenda de la OMC: adoptan decisiones clave sobre las cuestiones comprendidas en el ámbito de cualquiera de los acuerdos comerciales que custodia la organización, ofrecen un espacio privilegiado para desatascar cuestiones pendientes, y suelen fijar las prioridades futuras de la institución.

La cita de Abu Dhabi no será ninguna excepción. La agenda de la MC13 –en la jerga de la organización, estas cumbres se denominan Ministerial Conference + el número correspondiente—se antoja ambiciosa y compleja. Entre los principales temas a tratar figuran la entrada en vigor del Acuerdo sobre Subvenciones a la Pesca adoptado en junio de 2022 en Ginebra, pendiente de que el número requerido de países deposite su instrumento de aceptación, así como completar la segunda fase de negociaciones para ampliar el acuerdo y combatir la sobrepesca y las prácticas prohibidas.

También destacan las negociaciones en el sector agrícola, en un momento en el que el campo europeo se ha levantado contra las políticas agrarias y medioambientales impulsadas por Bruselas. La ministerial abordará, igualmente, cuestiones relacionadas con el comercio electrónico, el impulso de inversiones en tecnologías que hagan las cadenas de suministro más sostenibles y resilientes, y el particular apoyo a los países más vulnerables para garantizar que la apertura comercial se traduce en desarrollo para las poblaciones, no sólo en beneficios para unos pocos.

No faltarán en la MC13, por supuesto, las cuestiones relacionadas con la propia reforma de la institución y su necesidad de ser más efectiva. Es un tema recurrente que no deja de lastrar la credibilidad de la OMC, incapaz de completar la Ronda de Doha y que ha visto como los acuerdos de índole regional han terminado tomando la delantera a los globales. Destaca en particular la reforma del mecanismo de resolución de controversias, una de las funciones centrales de la organización y que permite garantizar que las reglas del comercio internacional no se queden en papel mojado. Desde la creación del organismo en 1995, se han planteado 622 diferencias entre los miembros, y se han publicado 350 fallos. Pero el sistema está roto desde 2020 por el bloqueo estadounidense a los nombramientos en el Órgano de Apelación, dejando en el limbo la resolución final de las disputas en curso y haciendo por tanto difícil que se cumplan las obligaciones.

Aunque solucionar esta situación y reformar en su conjunto el mecanismo de resolución de controversias es fundamental para el futuro de la institución, la necesidad de reforma de la OMC va mucho más allá. Una de las cuatro directoras generales adjuntas de la organización, Angela Ellard, identificaba recientemente tres grandes áreas de transformación: (i) mejorar los mecanismos de negociación de acuerdos y la revisión de las reglas existentes; (ii) revitalizar la función deliberativa de la organización; y (iii) reforzar la capacidad del Secretariado para apoyar a sus miembros.

Y es que la MC13 tiene lugar en un contexto internacional particularmente delicado, en el que los vientos son cada vez más adversos para el comercio internacional. Las previsiones de crecimiento del volumen del comercio mundial de mercancías se han venido revisado a la baja, alcanzando tan sólo el 0,8% en 2023; pese a un previsible repunte superior al 3% en 2024, se estima que durante los próximos años el comercio internacional tenga tasas de crecimiento inferiores a las del PIB global, algo que no ha ocurrido en el último cuarto de siglo. Ello se debe en buena parte a que la geopolítica y la seguridad cada vez pesan más sobre las consideraciones meramente económicas que habían marcado hasta la fecha el paso de la globalización, hasta el punto de que no son pocas las voces que apuntan a los desafíos de una creciente desglobalización. El comercio internacional es una de las primeras víctimas de un mundo cada vez más fragmentado.

La pandemia puso en evidencia que la excesiva dependencia de la producción externa y de cadenas globales de valor acarrea serios riesgos, especialmente en situaciones de crisis. Ahora son conflictos como los que vivimos en Ucrania y Gaza los que hacen que cobren mayor protagonismo mantras como la autonomía estratégica o las nuevas políticas industriales. Y todo ello con el gran telón de fondo de la rivalidad geoestratégica entre Estados Unidos y China, que nos aboca cada vez más a un desacoplamiento en el que subyacen pulsiones proteccionistas o el simple y llano nacionalismo.

No cabe duda de que el comercio internacional no era ese maná infalible que los ideólogos del neoliberalismo pregonaban hasta no hace mucho para la economía global. Sabemos que, además de riqueza, también creaba ganadores y perdedores, y tenía efectos nocivos sobre el planeta. Pero debemos de preservar sus numerosos aspectos positivos, así como lo mucho que hemos construido a nivel de cooperación multilateral desde que la OMC vio la luz hace casi treinta años, como sucesora del GATT. Ahora sabemos que no se trata de reducir barreras a cualquier precio, sino de asegurar que la especialización y la eficiencia que asociamos al comercio incorpore ex ante consideraciones de inclusión, equidad, sostenibilidad y resiliencia. Que el comercio sea una vía de cooperación y de solidaridad planetaria, más que una fuente de rivalidad y de juegos de suma cero.

Al mundo le irá mejor si puede contar con una OMC reforzada y renovada, capaz de responder a los retos de nuestro tiempo y con responsabilidad para mejorar la vida de las personas y la salud del planeta. Sin esperar un giro copernicano, sería una buena noticia que la organización alcanzará las metas sustantivas fijadas para la reunión de Abu Dhabi, y pudiera adoptar un comunicado final ambicioso, en una época en la que las instituciones multilaterales están cada vez más divididas. En sus últimas comparecencias públicas, la directora general de la OMC, Ngozi Okonjo-Iweala, ha manifestado un cauto optimismo sobre los resultados de la MC13. Esperemos que esté en lo cierto.

*Ángel Alonso Arroba es Vicedecano, Escuela de Políticas, Economía y Asuntos Globales de IE University.

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