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La República de Weimar como preámbulo del totalitarismo y la importancia y actuación de la de Cofece
En la economía alemana nazi jugó un papel preponderante la cartelización de la economía. Robustecieron, sin quererlo, las tendencias monopolistas de la industria alemana y al confiar totalmente en la legalidad formal, fueron incapaces de desarraigar a los elementos reaccionarios de la magistratura y la administración civil, así como limitar el ejercicio al papel que constitucionalmente le correspondía. Al capital monopolista alemán no le agradaba ni convenía la democracia política, lo cual incentivó su contraposición con esta y su posterior derrocamiento. La inflación de los años treinta les permitió a las empresas aumentar su capital, los préstamos que se hicieron al país favorecieron las grandes industrias que tenían la capacidad para soportar la racionalización y la posibilidad de ampliar sus plantas industriales. Los carteles y trusts se convirtieron en la forma en que marchaba la economía en manos de las organizaciones patronales y, para suerte suya, el Partido Socialdemócrata entendía por “democracia económica” una participación en el control de las organizaciones monopolistas y protección a los trabajadores contra la concentración, pero no apuntaba a eliminar esta.
En esta situación, las capas bajas y medianas fueron las más afectadas. Estas no veían al Estado alemán como el culpable, sino que encontraban como enemigos a los países que le hicieron la guerra, aquellos que tenían, a su vez, un sistema político y económico que despreciaban. Como lo plantea, los productores alemanes agrarios más conservadores buscaban la protección aduanera para la producción de granos; no pretendían una clausura del libre mercado con los británicos, pero sí más seguridad para sus productos. Por este motivo, veían, en las políticas inglesas, la encarnación del mal, pues la democracia parlamentaria y el sufragio universal representaban el tipo de gobierno más opuesto a la forma de vida conservadora. Por otro lado, la modernización industrial inglesa representaba una gran competencia para los alemanes, y su sistema de integración internacional los hacía cada vez más poderosos. Sin embargo, a diferencia de los conservadores agrarios, los industriales alemanes admiraban el constitucionalismo inglés, que desde la época de Montesquieu había sido el modelo con arreglo al cual habían moldeado sus políticas los movimientos liberales de Europa. Análogamente, los alemanes veían en la Rusia soviética un peligro político-económico por su sistema socialista. En un primer término, el tema de la igualdad de los seres humanos no era para ellos aceptable; pero más que esto, las ideas socialistas atraían, según los alemanes, grupos que en todo el mundo se encuentran en peligro de proletarización -campesinos, pequeños comerciantes, artesanos, maestros y otros intelectuales-, así como también atraía a todos aquellos que en el proceso de monopolización perdieron la seguridad y deseaban cambiar el sistema.
Después de 1940, la Escuela de Frankfurt dedica gran parte de sus esfuerzos a caracterizar el fascismo alemán. En esta tarea, desde la que se analiza en qué se ha convertido la sociedad tras la crisis del capitalismo de libre mercado, hubo un debate iniciado por Frederick Pollock, que definió este nuevo sistema como un capitalismo de Estado, en el que:
El mercado es depuesto de su función de control para coordinar la producción y la distribución, y esta función ha sido asumida por un sistema de controles directos.
Estos controles pertenecen al Estado, que utiliza una combinación de dispositivos antiguos y nuevos, incluyendo un “pseudomercado”, para regular y expandir la producción y coordinarla con el consumo.
Bajo una forma totalitaria del capitalismo de Estado, el Estado es el instrumento de poder de un nuevo grupo gobernante, resultado de la fusión de los más poderosos intereses creados: el personal de primer orden en la gestión industrial y empresarial, los estratos superiores de la burocracia estatal (incluidos los militares) y las figuras principales de la burocracia del partido de los vencedores. Todo el que no pertenece a este grupo es un mero objeto de dominación.Todo el que no pertenece a este grupo es un mero objeto de dominación.
¿Cómo se logra eso? Dentro de la lógica misma del establecimiento de sistema de cartelización y las cinco características propuestas por Neumann. Para ver esto, es menester entonces comprender, en primer lugar, que el interés primordial del nacionalsocialismo fue mantener su sistema de carteles. El Estado permitió el boicot entre empresas y obligó a la cartelización. Ahora bien, las decisiones dentro de los cárteles se establecen por cuotas de lo producido, por lo que finalmente fueron las empresas más poderosas las que terminaron ejerciendo el poder con ayuda del Estado, en detrimento de la pequeña empresa. Dominar el territorio económico europeo fue la convicción con que los empresarios se pusieron de lado del líder, los condujo a aceptar en 1933 la cartelización obligatoria, y en 1936, El plan cuatrienal, es decir, el plan nacionalsocialista de preparación para la guerra.
Respecto a la cartelización, el Estado nacionalsocialista prefería tratar con unas cuantas empresas poderosas, en vez de con muchas pequeñas, pues esto hacía más fácil la relación empresa y Estado que en Alemania dominaban por medio de los cárteles. Así pues, la monopolización que encierra esta lógica comienza con la adquisición de propiedades judías, que fueron fundamentales para la expansión de las industrias alemanas, y termina con unas ganancias enormes, un poder excesivo en manos de pocos industriales y gran cantidad de judíos en el exilio y en campos de concentración.
En segundo lugar está la germanización, o lo que es igual, el poder de las industrias alemanas que se hicieron a los territorios conquistados, con lo que la sola conquista representó una violación a los derechos del hombre existentes. Desde la invasión a Polonia se hizo evidente la estrategia que se llevaría a cabo, dentro de la cual estaba una conquista masiva por tierra, con soldados, artillería y tanques. Posteriormente, comenzó a establecerse una fuerza de seguridad para aniquilar a los enemigos del nazismo, las famosas ss, que además de atemorizar a la población, reclutaban trabajadores esclavos para que produjeran dentro de campos de concentración.
De esta manera, la expansión industrial, coayuvada por la mano de obra esclava, tuvo una ampliación en sus arcas, a través del mercado de materias primas que movilizó la monopolización. Uno de los ejemplos en los que Neumann expone esto es aquel en el que hace alusión a la Sociedad Continental de Petróleo de Berlín, a la que se le llamó también “Modelo de una futura organización de empresas”. Se trató de una compañía tenedora de todos los intereses petroleros que se encontraban fuera del territorio alemán propiamente dicho y que Alemania adquirió o podía adquirir en el futuro. En el informe oficial, se observa que podría esperarse muy pronto la adquisición de los derechos franceses y belgas en el petróleo ruano, cuyos promotores fueron los bancos y las sociedades petroleras alemanas más importantes, dos de ellas pertenecientes al Estado.
En tercer lugar, también están los cambios tecnológicos y la monopolización. La adaptación de una industria a nuevas técnicas de producción supone una inversión económica enorme, lo cual implica un alto grado de riesgo para la compañía, por ello sólo pueden permitirse tal riesgo las empresas más poderosas, mientras que el resto no tiene más remedio que imitarlo.
La otra cara de la democracia es la economía de mercado, porque los conflictos que siempre existen en la actividad económica por el problema de la escasez se resuelven pacíficamente en los mercados, sin la necesidad de que la autoridad pública intervenga. La distribución de lo producido, de los beneficios y de cualquier otra ventaja trae conflictos, porque nunca las sociedades disponen de la suficiente cantidad de bienes y servicios que son deseados por todos. En este contexto, la coordinación para la cooperación y para mantener la paz es una tarea difícil, que sólo se logra en una economía de mercado. Y para que un sistema de mercado funcione y se desarrolle requiere de reglas que son determinadas por la costumbre o por las leyes. De la misma manera que en la política la democracia requiere la libertad de los ciudadanos para funcionar, lo mismo ocurre en el mercado: se requiere la libertad de sus participantes. Esto quiere decir no sólo libertad para consumir y para trabajar en lo que se desee, sino también libertad para ofrecer cualquier producto o servicio en el mercado.
Los miembros de Cofece, empezando por Andrea Marván, Alejandro Faya (que nos falló en el el momento relevante), se merecen irse a su casa. No han hecho la menor acción para proteger la economía de mercado en momentos tan transcedentes como éste. Por miedo al sistema, además de sembrar la censura en su ámbito externo, no se han atrevido a tomar una sola medida legal para proteger a los mercados. Sólo quieren evitar riesgos. No puedo comentar de ellos como el título de la película Murieron con las botas. Se van con calzado Ferragamo, buenos salarios logrados durante muchos años, con la convicción de que no había nada que hacer por el enemigo enfrente, pero sí se podían cosas, empezar por dar la batalla. Vergonzantes. El órgano no, pero ellos sí se merecen su salida y que no los premien con otro premio en la 4T. La historia los verá como los traidores de una economía de mercado competitiva. Esa es la verdad.