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Opinión

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La UE debe salvar el acuerdo comercial con el Mercosur

Foto: Shutterstock

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Un acuerdo comercial con Mercosur, un bloque rico en recursos con un sector agrícola altamente productivo, podría ayudar a la Unión Europea a acelerar la transición verde y mejorar la seguridad alimentaria. Pero si las autoridades europeas continúan demorando las negociaciones, los cuatro países latinoamericanos podrían buscar vínculos más estrechos con China

ANGERS. Las negociaciones comerciales entre la Unión Europea y el Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) comenzaron en 1999 y, en un ejemplo de los desafíos inherentes a los pactos comerciales entre bloques con intereses nacionales divergentes, su resultado fue un acuerdo provisorio recién en 2019. Desde entonces, los intentos por completar el acuerdo siguieron a los tumbos. Los líderes europeos deben asumir nuevamente el compromiso de lograr un acuerdo, que requerirá sólidas habilidades diplomáticas.

Un acuerdo comercial entre la UE y el Mercosur generaría, indudablemente, beneficios económicos para ambas partes, pero además tiene un significado estratégico, especialmente para la UE. En una época en que ese bloque se resiste a depender de China, un acuerdo comercial con la quinta mayor economía del mundo les permitiría a los países miembros de la UE forjar nuevos vínculos económicos, garantizarse los recursos necesarios para la transición a las energías verdes y contrarrestar la influencia china en la región. Además, debido a que el cambio climático exacerba la inseguridad alimentaria, el acuerdo permitiría al bloque diversificar sus proveedores.

Pero entre los responsables políticos hay demasiados que no entienden los beneficios que generaría el fortalecimiento de los vínculos entre la UE y el Mercosur. A pesar de la oportunidad que presentaba la Presidencia brasileña del Mercosur y la española de la UE en 2023, no se llegó a un acuerdo; pero con la Presidencia brasileña del G-20 en 2024 y el activo papel que están desempeñando los países del Mercosur en ese grupo, este año podría ser un punto de inflexión para la relación entre la UE y el Mercosur.

Ciertamente, las negociaciones enfrentaron obstáculos significativos durante los últimos 25 años: en primer lugar, los países del Mercosur rechazaron una cláusula que permitiría a las empresas de la UE competir en sus licitaciones gubernamentales (que el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, en especial, ha estado usando para fomentar el crecimiento de las empresas locales).

La UE, por su parte, ha insistido en normas ambientales y sociales rigurosas, según el borrador que se filtró de un instrumento conjunto adicional. Los países del Mercosur consideran que esos requisitos son superfluos, porque ya están abocados a cumplir los compromisos climáticos internacionales existentes, entre ellos, las metas fijadas por el acuerdo climático de París de 2015; aunque es cierto que pueden tener dificultades con su implementación, también las tienen sus contrapartes europeas. Por eso, desde la perspectiva del Mercosur, las demandas de la UE parecen reflejar una mentalidad proteccionista, especialmente en el caso de Francia, donde el acuerdo comercial causó la ira de los agricultores locales.

Si la UE continúa dándole largas al asunto, el Mercosur podría abandonar el acuerdo en favor de nuevas oportunidades comerciales con los países asiáticos. Uruguay, en especial, ha tratado de estrechar recientemente sus vínculos con China. Durante la Presidencia de Lula en el Mercosur, el bloque firmó un acuerdo comercial con Singapur —el primero con el sudeste asiático— con la esperanza de que ese país funcione como puerta de entrada a la región para las empresas latinoamericanas. El bloque está, además, tratando activamente de lograr acuerdos con Corea del Sur y Japón, impulsado por la ambición de Brasil de aumentar sus ventas de alimentos en Asia.

Un acuerdo comercial con el Mercosur podría ayudar a la UE a acelerar su transición verde y mejorar la seguridad alimentaria. Los miembros del Mercosur —y los países latinoamericanos en términos más generales— cuentan con depósitos abundantes de los minerales críticos fundamentales para muchas tecnologías de energías limpias y, gracias a ello, se están posicionando como actores clave en las campañas para reducir a cero las emisiones netas de gases de efecto invernadero. La región, encabezada en este aspecto por Chile y Argentina, ya produce grandes cantidades de litio y cuenta con vastas reservas de grafito, níquel, manganeso y tierras raras (Brasil cuenta con aproximadamente un quinto de las reservas mundiales de cada uno de esos recursos).

Además, en la medida en que los trastornos en las cadenas de aprovisionamiento y el cambio climático afecten negativamente a los esfuerzos mundiales para garantizar una producción sostenible de alimentos, y que el hambre y la desnutrición aumenten dramáticamente, el Mercosur podría desempeñar un papel fundamental para alimentar al mundo gracias a la alta productividad de su sector agrícola. La región produce aproximadamente un cuarto de las exportaciones mundiales de productos agrícolas y piscícolas, lo que pone de relieve la importancia de la apertura comercial.

A pesar de su potencial, Latinoamérica necesita más inversiones y eso es lo que podría aportarle Europa. Si bien las inversiones y operaciones comerciales deben cumplir las normas ambientales y sociales de la UE, los instrumentos internacionales —como el acuerdo climático de París y la directiva propuesta por la Comisión Europea para la diligencia, debida de las empresas en materia de sostenibilidad— podrían lograr esa meta si funcionan como un marco regulatorio más amplio, más allá del acuerdo comercial entre la UE y el Mercosur.

Más allá de las implicaciones económicas de demorar un acuerdo comercial formal con el Mercosur, los retrasos adicionales podrían exacerbar las tensiones geopolíticas y erosionar la confianza, esencial en las asociaciones eficaces. Por supuesto, la UE está en todo su derecho de plantear una posición dura en las negociaciones, pero sus líderes debieran reconocer que su indecisión podría impulsar a los países del Mercosur a buscar asociaciones de alternativas, especialmente con China. Aunque ese escenario podría ofrecerles ventajas económicas, sería perjudicial para las normas ambientales y sociales, que no son un requisito en el caso de las inversiones chinas. En la actualidad, la principal responsabilidad diplomática de la UE con Latinoamérica es fomentar un entorno de colaboración que enfatice el respeto mutuo y prevea un marco legal más amplio para la cooperación económica. El acuerdo comercial entre la UE y el Mercosur es un paso necesario en esa dirección.

La autora

Camila Villard Duran es profesora asociada de derecho de la Escuela Superior de Ciencias Comerciales de Angers (ESSCA).

Traducción al español por Ant-Translation

Copyright: Project Syndicate, 2024.

www.project-syndicate.org

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