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Opinión

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La aviación ante un nuevo gobierno

Pues ya que se ha despejado la duda sobre quién será la próxima presidenta, ahora tenemos enfrente la urgencia de mostrar las necesidades más apremiantes en la política de Estado que requiere este país, para que el transporte aéreo se convierta en un pivote del desarrollo nacional, tanto al interior -conectando regiones y ciudades que se han quedado sin aerolíneas-, como al exterior donde tenemos oportunidades para atraer más turismo y aprovechar los nichos de proveeduría.

Pero no sólo eso: la creciente industria aeroespacial es también una oportunidad para darle a muchos aeropuertos -que hoy están casi desiertos-, una vocación que sirva al país y a las regiones donde están ubicados, para crear empleos y promover la investigación y el desarrollo de tecnologías asociadas a esta industria tan floreciente en el mundo.

El asunto es que el tema estuvo casi ausente de las propuestas de campaña, lo cual no significa que esté fuera de los programas de gobierno, puesto que este sexenio se tomaron decisiones que obligan a continuar proyectos (o a cancelarlos, si se quiere) pero que involucran a las fuerzas armadas, como la Sedena y la Fuerza Aérea, por un lado y la Marina, por el otro. Estos brazos serán cabeza de sendos grupos aeroportuarios que, por lo pronto, necesitan terminar de conformarse y requieren también recursos en el Presupuesto de Egresos de la Federación del 2025.

Son dos grupos aeroportuarios, más el que se conformó con Aeropuertos y Servicios Auxiliares (ASA) y Mota-Engil, la empresa portuguesa que construye infraestructura de transporte y de energía, y que obtuvo los aeropuertos de Puerto Escondido y de Tepic para complementar los destinos de playa del Pacífico en Oaxaca y Nayarit.

La idea, suponemos porque nadie lo ha mencionado como un asunto de estrategia, era equilibrar la influencia y preeminencia de los grupos aeroportuarios privados GAP, OMA y Asur, que tienen los principales aeropuertos del país, excepto el de la Ciudad de México que quedará en el Grupo Casiopeia, de la Semar.

Otro pendiente es el destino de Mexicana de Aviación. Como tarde, la mañana de ayer se anunció el convenio de la Sedena con Embraer, la armadora de aviones brasileña que proveerá de 20 aeronaves a Mexicana, aunque aún no se define el futuro del negocio de esa aerolínea.

Todo esto es importante, pero es más la visión de Estado sobre la actividad aérea. Se necesita un plan de ruta, saber para dónde se enfilará el sector, qué actividades, regiones, formatos, vocaciones privilegiará la siguiente administración. Cómo se entenderán los bilaterales, qué apoyo se dará (o no) a las aerolíneas mexicanas, cómo se estructurará la autoridad aeronáutica, con qué soporte jurídico se vertebrará al sector para que nunca volvamos a estar en Categoría 2 o en páginas técnicas globales que advierten de riesgos.

Qué lugar ocuparán el transporte aéreo y la industria aeroespacial dentro de los planes de gobierno, cómo se apoyará a los gobiernos estatales para que tengan las mejores condiciones que hagan crecer la cadena de proveeduría de la industria aeroespacial y aprovechar la cresta de la ola, antes de que deje de serlo y hayamos perdido la oportunidad de profundizar en la creación de esta industria que es el futuro. Esperemos que haya propuestas.

raviles0829@gmail.com

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