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Opinión

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La comida de la Copa del Mundo más allá del menú

El mundial de Qatar, ha sido quizá, de los más polémicos de los últimos tiempos. La designación del país sede, así como los usos y costumbres que develan serias violaciones a los derechos humanos, han puesto bajo la lupa un evento deportivo, que tradicionalmente, pone en el reflector la cultura del país sede, pero rara vez la había puesto de manera poco favorecedora.

En otras ocasiones, estábamos acostumbrados a los reportajes de “color” alrededor de la cultura, gastronomía e historia del país sede. Ni en la edición pasada de Rusia, donde el derecho a algunas libertades individuales está en tela de juicio (por ejemplo, con respecto a la población homosexual), se vivieron tantas polémicas como en Qatar. ¿Será que todo esto se activó porque en cierta manera, las prohibiciones tocaron un punto sensible para muchos aficionados, como lo es el consumo de alcohol en lugares públicos? ¿O es simplemente el signo de los tiempos, en los que cada vez más los discursos de inclusión y respeto trascienden cualquier esfera para poner bajo la lupa temas humanitarios importantes?

Dejando por un momento de lado la polémica del consumo de alcohol en Qatar, centrándonos sólo en la comida, podemos analizar ciertos aspectos de importancia. Por ejemplo, el hecho de cuestionar si existe una velada intolerancia religiosa – en Qatar, la mayoría de la población practica el Islam- cuando diferentes organizaciones judías denunciaron que la venta de comida kosher en el Mundial había quedado prohibida así como el hecho de poder orar en público. Días después, un vocero de la delegación israelí señaló que gracias a diferentes rabinos provenientes de Estados Unidos, los turistas judíos y la delegación israelí iban a tener disponibilidad de alimentos kosher.

Además de esta polémica, diferentes turistas que han hecho uso de la zona de hospitalidad, han mostrado en línea fotos de los altos precios de la comida (algo esperado en un mundial) y la baja calidad de los alimentos. Lo que resulta interesante es el menú: además de ofrecer dos o tres especialidades del país anfitrión, el menú incluye quesadillas, hamburguesas, una versión extraña de ensalada griega, pizza de pepperoni y cerveza sin alcohol por mencionar algunos alimentos. La variedad del menú resulta de la interpretación qatarí de la comida “internacional”. Al describir la variedad de platillos, algunas guías turísticas del país explican que la oferta incluye “comida fusión francesa, mexicana, asiática y mariscos espectaculares”. Es bajo estas perspectivas donde nos podemos dar idea no sólo de las cocinas que “predominan” en la versión globalizada de un menú, sino también de la manera en que son percibidas y reconceptualizadas.  Con estos dos ejemplos de lo que se come durante la Copa del Mundo, queda claro que más allá de la comida y más allá del deporte, siempre se vislumbran aspectos políticos y humanitarios que no pueden ser dejados de lado, aunque se trate de una justa deportiva.

Se han revivido los debates acerca del respeto de “usos y costumbres” – sobre todo cuando son ajenos a los propios – y el límite entre éstos y el respeto a los derechos individuales. Es casi imposible cambiar la cultura de un país de la noche a la mañana, el poner el dedo en la llaga resulta útil también para cuestionar temas de tolerancia e inclusión en nuestras propias sociedades, que distan de ser modelos ejemplares. Sin duda, esta edición marcará un antes y un después al respecto.

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Columnista de alimentación y sociedad. Gastronauta, observadora y aficionada a la comida. Es investigadora en sociología de la alimentación, nutricionista. Es presidenta y fundadora de Funalid: Fundación para la Alimentación y el Desarrollo.

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