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La creciente deuda pública
Hablar exclusivamente de los impuestos cuando nos referimos a las finanzas públicas, ha sido un enfoque equivocado en nuestro país. Este error ha venido persistiendo a lo largo de las décadas en dónde la opinión pública es abrumada por al agenda de la clase política que vive en la dinámica constante de tratar de obtener la mayor cantidad de recursos de los ciudadanos sin retribuirles lo mínimo indispensable en términos de seguridad, salud y educación. La caída en la producción de petróleo nos ha llevado de 3 millones de barriles diarios a 1.6 en menos de 20 años lo que ha provocado que los últimos gobiernos busquen ingresos por donde sea. A lo largo de estos años, lo anterior se ha hecho más evidente con la desmedida carrera por crear más y más programas sociales sin que ello se haya traducido en un incremento en el nivel de vida de las personas. Así, hemos alcanzado un país cuya economía se viene deshidratando bajo la constante lucha entre el estado que busca allegarse de recursos y una parte importante del sector privado que busca una tajada del presupuesto, desplazando a millones de empresarios que quieren que se les deje trabajar. Como ejemplo concreto de esta insana dinámica, repetiríamos el fracaso del IETU e IDE.
Las claras deficiencias que la mayoría de los países han mostrado en sus sistemas de salud como consecuencia del Covid, de nueva cuenta han provocado el debate con relación a cómo dotar de más dinero a los gobiernos. Entre tanto las clases medias observan de manera preocupante cómo los políticos siguen exprimiéndolos para sostener un gasto público improductivo mientras se invierte poco para generar dinero fresco por la vía del crecimiento. El caso de México no es ajeno a esta realidad. No obstante, el dinero público no es de los gobernantes sino de los contribuyentes, como tampoco todo es impuesto-gasto; la deuda es igualmente relevante. Hemos pasado de 10 billones en 2018 a más de 13.5 en esta administración. Es recomendable que el gobierno comience a adoptar un mejor manejo de la deuda pública para disminuir el ritmo de su crecimiento y que éste, en su caso, sirva para detonar desarrollo. En Pemex y CFE llevan 1 billón de presupuesto gastando sin que ello sea reflejo de una mayor eficiencia y productividad. Hoy día nos encontramos con intereses de la deuda que suman el 16% del presupuesto cuando en el resto de los países de la OCDE es del 4 por ciento. En el futuro debemos de adquirir la costumbre de hablar primero del gasto que deberá ser plenamente justificado antes de discutir impuestos y deuda.