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Opinión

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La crisis del PRI

En la colaboración anterior me referí a lo lejano que estaba del ADN del PRI, la reelección. Pasó la semana y no dejaron de manifestarse grupos, expresidentes del PRI, organizaciones y dirigencias estatales, en contra del atropello que quería cometer Alejandro Moreno, al cambiar estatutos y documentos básicos del PRI, con la complacencia de una asamblea a modo.

Nunca respondió a los reclamos y criticas emitidas, con claridad y con un proyecto claro, sobre para qué quería perpetuarse como presidente del PRI. Nunca ofreció documentos, ni organizó mesas de discusión sobre los temas y evaluación del desempeño político y electoral de dicho partido en las recientes elecciones. Atinó a explicar, muy deficientemente, que los resultados electorales eran producto del trabajo de los ciervos de la nación y de las mañaneras. Con eso se zafó de toda responsabilidad y siguió mirando hacia adelante, para si mismo.

Para Alito la lealtad y la sumisión son centrales. Hay quien sostiene que basta con decirle que a partir del momento en el que uno salga de su oficina, considerará que todo se lo debe a él y que su lealtad será inquebrantable. Basta esa declaratoria para que lo solicitado sea concedido.

El dirá que sencillamente está haciendo política, pero olvida qué en el ADN del PRI, también existe un respeto por la individualidad, el disentimiento y el uso de la razón. No quiere decir, lo anterior que no haya línea; la hay. No quiere decir que, como todo partido en el mundo, no se actúe en bloque en diversas circunstancias, pero había un margen para ejercer un pensamiento libre. A eso debió, el PRI su longevidad y su inteligente presencia. No a la concentración absoluta del poder en una persona.

Sin embargo, de la “asamblea” del domingo, lo más grave no se ha dicho. Se dotó de facultades enormes al presidente del PRI, si. Las organizaciones dejaron clara cierta distancia; si. Los ahí presentes celebraron con Alito el atropello; si. El PRI se quedó sin proyecto y vacío de ideas; sí y doblemente sí.

La política es al final, el uso de la palabra. Pronunciamos discursos, hacemos documentos, escribimos idearios, tratamos de explicar la realidad y transmitimos soluciones a nuestros interlocutores. Arengamos a los militantes, convocamos a luchas y en la palabra encontramos coincidencias con otros y nos diferenciamos al proponer alternativas y soluciones. Bueno el PRI, este domingo, algo verdaderamente grave perdió: su propia voz.

Ruben Moreira al presentar los nuevos documentos básicos, en particular su declaración de principios, subrayó la necesidad de obturar del neoliberalismo, pues esas políticas habían distanciado al PRI de sus bases populares. El PRI, se pronunció, entonces, por energías limpias, respeto a las instituciones, salario mínimo justo, fomento al empleo, y un gran etcetera, que bien pudo haber sido pronunciado por Claudia Sheinbaum, Mario Delgado o AMLO.

El partido que trajo la prosperidad a México para convertirlo en lo que es el día de hoy con un discurso por la modernidad, de un plumazo se tiró por la borda. Nunca se definió que es eso del neoliberalismo, nunca se convocó a mesas de discusión para redefinir el rumbo que debía seguir ese partido, ni tampoco hubo una discusión sobre el sentido de la política en la coyuntura y las nuevas causas que deberían dar sentido a esa organización política. Sencillamente, el PRI, este domingo, decidió ponerse a la cola discursiva de MORENA, dejando vacío el ideario de más de siglo y medio en construcción. Nada más, pero nada menos también.

Ensayista e interesado en temas legales y de justicia. actualmente profesor de la facultad de derecho de la UNAM.

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