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La decisión de Altagracia
Pocos, los millonarios abiertamente simpatizantes de Morena. Los del lopezobradorismo se cuentan con los dedos de una mano, a excepción de los tabasqueños, y son norteños: Miguel Rincón Arredondo, de Bio Pappel; Daniel Chávez Morán, de Grupo Vidanta, Jaime Bonilla Valdés, de Grupo Primer Sistema y el extinto Carlos Bremer, de Value.
En Jalisco, el empresariado morenista se identificaba con Marcelo Ebrard, aunque Carlos Lomelí tuvo otros promotores —entre ellos César Yáñez— que lo acercaron a Palacio Nacional. Hace seis años, el mandamás de Grupo Lomedic aceptó el reto de competir por la gubernatura con la certeza de que vencer a Movimiento Ciudadano en su principal bastión era casi imposible.
Se trataba entonces de romper el tripartidismo en aquella entidad, pero sobre todo aportar el mayor número de votos al candidato presidencial. Para el 2024, esa condición sigue vigente, aunque para cumplir con el Plan C, los estrategas de Claudia Sheinbaum intentaron una jugada maestra: convencer a Altagracia Gómez de competir como abanderada de la coalición Morena-PT-PVEM.
Los acercamientos entre la cúpula morenista y la heredera de Minsa fueron públicos, hace tres años y entonces —como ahora— el único obstáculo para su postulación a un cargo de elección eran los cargos en la decena de consejos directivos en los que participa, a pesar de su corta edad.
100% tapatía, abogada de profesión, Altagracia era la primera opción morenista para hacer historia en Jalisco, aunque la dirigencia partidista se había puesto una camisa de fuerza con las “evaluaciones” para definir a los coordinadores estatales de la transformación: Lomelí y el diputado Chema Torres punteaban las mediciones.
La autoridad electoral mandató la postulación de cinco mujeres como candidatas y Morena incluyó a Jalisco en ese selecto grupo. La presidenta de la Promotora Empresarial de Occidente finalmente declinó la invitación y se integró al grupo de notables que prepara el Plan Nacional de Desarrollo 2024-2030 para la coalición izquierdista.
Además de dialogar con los representantes de las cámaras empresariales, Altagracia ha quedado a transmitir un mensaje de certeza en los foros internacionales donde tiene —cada vez— más presencia. De algo ha servido, pues cada vez se extiende más la percepción de que en materia económica, Claudia Sheinbaum aprovechará el boom del consumo interno y emprenderá un plan de obra que incluiría a la iniciativa privada. Ese plan, empero, está atado al resultado electoral sobre todo en lo local.
De la voluntad empresarial quedó constancia en las semanas recientes. Allí está, por ejemplo, la oferta de la Cámara de Comercio e Industria Franco Mexicana para fortalecer las políticas públicas para garantizar la transición energética y la recuperación hídrica. El cumplimiento de las metas comprometidas en la COP, pero también garantizar el abasto de esos valiosos recursos es lo que está de por medio.
Altagracia Gómez no fue gobernadora, pero ha tomado control sobre dos temas esenciales en la agenda económica de Morena: dar significado a la “prosperidad compartida” e integrar el Plan Nacional de Infraestructura. Por ahora, hace equipo con Pepe Merino, uno de los hombres más cercanos a la candidata presidencial. Entre los empresarios del sector Fintech, empero, hubo molestias pues se ausentó al diálogo convocado por la asociación encabezada por Felipe Vallejo.
Al margen de las grillas empresariales, tiene asegurado un puesto en el gabinete, en caso de que Sheinbaum triunfe el próximo 2 de junio. Si llega a la Oficina de la Presidencia o a una secretaria de Estado, es la duda.