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La desigualdad en salud se profundizó
La triste realidad de la desigualdad que vivimos en México es muy notoria en el ámbito de la salud, y tristemente en los últimos años, en vez de corregirse, se pronunció. Ello es muy grave dada la demanda creciente de atención médica por diferentes razones. Todos los mexicanos sabemos que en función de donde te toca atenderte o de lo que puedes pagar es el nivel de atención médica que logras recibir.
Y es algo terrible pero es un hecho que en función de si tienes o no cobertura con seguridad social o de cual es la institución que te cubre o si tienes la fortuna de poder pagar un seguro de gastos médicos privado, es que te toca servicio de primera, de segunda o de quinta. Es parte de la ineficiente, desordenada y costosa fragmentación de nuestro sistema nacional de salud que no hemos podido reparar y que más afecta a los que menos tienen.
En la actual administración las cosas no mejoraron; por el contrario. A estas alturas es claro que la salud no fue prioridad. La 4T no aumentó realmente la inversión pública en salud que lleva ya más de una década estancada por debajo de 3% del PIB. Fue más lo dedicado a pagar el costo de la deuda (3.7% del PIB); hubo renglones más prioritarios como el de pensiones cuyo presupuesto es el doble del de salud y hubo otros que sí recibieron incrementos sustanciales como Pemex o el Ejército.
Ayer el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), que dirige Alejandra Macías, emitió el valioso reporte “Necesidades presupuestarias para Salud rumbo a 2030”. La investigadora especializada Judith Senyacen, del CIEP, expuso sobre cuánto y cómo se invirtió en el sistema público en salud en los últimos años, qué instrumentos de financiamiento en salud existen en otros países que pudieran aplicarse al caso mexicano, cuáles son los factores comunes y qué herramientas usan para financiar enfermedades de alta especialidad.
Queda claro que el discurso de dar mayor cobertura a los que menos tienen, con aquello de medicamentos gratuitos para todos y demás promesas de la mañanera, no se concretó en hechos. Para quienes no tienen IMSS, ISSSTE, Pemex ni están en el Ejército, el Erario les contrajo el recurso para atender su salud: como porcentaje del PIB pasó de 1.03% en 2018 a 0.83% en 2024.
La brecha del gasto per cápita en salud ya es enorme considerando que en México el promedio del gasto per cápita es de 10,000 pesos anuales frente a los 67,000 promedio de la OCDE. Algo vergonzoso es que ese rango se pronuncia aún más para todo aquel que no es derechohabiente cuyo gasto per cápita es de 4,107 pesos al año. Nada que ver con lo que recibe un derechohabiente de Pemex cuyo gasto per cápita es cercano a 32,000 pesos. Otro elemento dramático que hace ver el CIEP es la caída al piso en la cobertura de enfermedades de alta especialidad y alto costo para los no derechohabientes: de 7,020 millones de pesos (mdp) en 2019 bajó a 5,642 mdp en 2020, a 2,832 mdp para el 2021 y a 1,870 mdp para el 2022.
Para pacientes con cáncer de mama no aseguradas, la sustracción de los recursos del Fondo para Gastos Catastróficos -ahora Fonsabi- significó una caída de 89% en el presupuesto destinado para ello entre 2019 y 2021; lo mismo para cáncer cervicouterino (-88%) y peor en cáncer infantil (-94%) y en cáncer colorrectal (-91%).
Y en ese mismo sentido estuvo el gasto de los 17 hospitales e institutos nacionales de salud de alta especialidad de la red CCINSHAE -que también atienden a no asegurados-, pues a 11 de los 17 se les contrajo su presupuesto.
No hubo congruencia con el lema de primero los pobres pues los aparentes aumentos de gasto público en salud -mismos que fueron relativos dados los cuantiosos subejercicios- estuvieron más bien dirigidos para derechohabientes del IMSS, ISSSTE, Pemex y Ejército. Para los más desfavorecidos sin seguridad social, la cosa no mejoró, sino que les fue peor.