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La desigualdad y la historia de México
Recientemente el economista Diego Castañeda publicó Desigualdades. Se trata de una historia económica de México que analiza diversos periodos históricos y que se enfoca en explicar como la desigualdad en términos de ingreso se ve afectada por ellos. La investigación, evidentemente, se inspira en el trabajo de Thomas Piketty, pero también de otros estudiosos de la desigualdad, como los de Branko Milanovic, con quien ha trabajado Diego. Uno de los méritos del texto es precisamente que se sitúa en la discusión internacional sobre desigualdad y que permite comparar el caso mexicano con el de otras naciones. La tesis principal es que la alta desigualdad que se registra en México a lo largo de su historia disminuye ligeramente, o se incrementa, como resultado de distintos fenómenos como guerras, reacomodo de las elites, su capacidad de captura o las ganancias en fortaleza del Estado, políticas laborales, los periodos de paz, la industrialización, etcétera. En todos los casos la alta desigualdad es un fenómeno permanente.
Los desafortunados fenómenos como las guerras pueden derivar en una disminución en la desigualdad cuando son guerras desastrosas, donde el Estado toma u obliga a los grandes capitales a financiarla, como es el caso de la invasión estadounidense a México. Es distinto el caso de guerras internas, como la de los centralistas contra los federalistas, o la de liberales contra conservadores, financiadas por agiotistas nacionales, o gobiernos externos, que obtenían grandes beneficios financieros, en los que sectores como el Ejército resultaban grandes ganadores. Se trataban de fenómenos de conflicto extenso, aunque menos destructivos, que permitían a ciertos sectores acumular ganancias. En el caso de la intervención francesa el efecto pudo haber sido más igualador, por la destrucción de riqueza que fue resultado de la misma, y por la incautación de bienes, al final de la guerra, a quienes apoyaron a los invasores.
En el caso del Porfiriato, la bonanza de la economía, producto de la estabilidad, la inversión en infraestructura y la modernización económica generaron crecimiento, pero fue capturado por una clase empresarial rentista que evito la apertura comercial, que capturó ganancias monopolizadas y se benefició de política laborales que en ciertas regiones del país eran cuasi esclavistas. La desigualdad porfiriana corresponde a la gran época de desigualdad mundial, la belle époque. La revolución también trajo destrucción, entonces redistribución, porque bienes y riquezas cambiaron de manos, además de que después las políticas laborales modernas y la reforma agraria mejoraron la desigualdad del país. Después, en los años de la guerra y la posguerra, los salarios disminuyeron, muy posiblemente por la mayor inversión en capital. La creación de instituciones de seguridad social puede haber incrementado los beneficios de los sectores urbanos de clase media, sobre el campo, que se vio perjudicado, por lo que la desigualdad también se vio afectada. Después, en el desarrollo estabilizador, el alto crecimiento incrementó salarios y, por tanto, mejoró la distribución del ingreso. Después, las crisis de los 80 y las políticas de apertura discriminada, con inflación, incrementaron la desigualdad, que después se mantiene constante por la estabilidad económica y de precios desde los 90. En años recientes, la mayor política social y políticas laborales en favor del trabajador tuvieron cierto impacto en reducir desigualdad.
En realidad, la desigualdad en México disminuye poco cuando existen factores que impulsan esa tendencia, como políticas laborales progresistas y fenómenos que impulsan el salario. La verdad es que incluso en periodos de paz y crecimiento la desigualdad se incrementó, porque existen agentes económicos que, por distintas razones, pueden capturar al Estado, por lo que obtienen rentas extranormales y pueden quedarse con las ganancias del crecimiento. La falta de una reforma fiscal que grave de manera adecuada la renta, la propiedad y las ganancias financieras, así como la debilidad crónica de las instituciones públicas, explican cómo México es uno de los países más desiguales del mundo. El punto es que aceptamos más desigualdad de la que deberíamos tener, porque nos cuesta mucho hacer políticas públicas que distribuyan.
X: @vidallerenas