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Opinión

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La diplomacia de AMLO es dogmática, no de Estado: cinco lecciones

La diplomacia que promueve el presidente López Obrador es dogmática y no de Estado.

La implicación de esta premisa es grave porque el jefe del Ejecutivo aplica decisiones discriminatorias según el signo político de los presidentes con los que interactúa, particularmente con los latinoamericanos.

Los secretarios de Relaciones Exteriores Marcelo Ebrard y Alicia Bárcena no pudieron o no quisieron advertir al presidente mexicano la elevada probabilidad de que la política exterior entraría a un proceso de degradación en el momento en el que el presidente diferenciara el tipo de relación según el partido político de su interlocutor.

Un caso contrario es el de Martha Bárcena, quien renunció a la titularidad de la embajada mexicana en Washington en el momento en el que el presidente AMLO dejó de escuchar sus reflexiones y consejos sobre la relación con Estados Unidos.

Los diplomáticos de carrera deben de estar en las antípodas del juego partidista. Es obvio que tienen sus preferencias, pero en el momento de cumplir una misión deben de dejarlas a un lado.

El segundo error del presidente AMLO es la inconsistencia en la que cae entre los principios que dice promover en política exterior con las decisiones que finalmente toma.

Desde que inició su gobierno AMLO dijo que respetaría el principio de no intervención, sin embargo, ha intervenido en diversas ocasiones en política doméstica de diversos países.

Por ejemplo, AMLO mencionó más de 180 veces a Perú en el rango de seis meses durante la crisis democrática que terminó con la presidencia de Pedro Castillo (estudio publicado en el periódico El Comercio); el alcance máximo de su injerencia ocurrió en diciembre de 2022 cuando AMLO criticó la Constitución de Perú por contemplar la posibilidad de aplicar juicios políticos en contra de presidentes.

La tercera consideración sobre el tipo de política exterior de AMLO tiene relación con la premisa de este texto: su diplomacia es dogmática y no de Estado. En las conferencias de prensa el presidente AMLO descontextualiza hechos para facilitar su manipulación.

Por ejemplo, AMLO nunca ha mencionado que Evo Morales elaboró y violó la Constitución; entre las novedades incluyó el plebiscito para que la población decidiera si su nombre podría ser incluido o no en las boletas electorales en los comicios de 2019 debido a que ya no podía optar por la reelección. Morales perdió y sin embargo se presentó como candidato en 2019 lo que generó batallas en las calles, asesinados e inestabilidad. Pese a ello AMLO le abrió las puertas de México.

Un cuatro elemento sobre la política exterior de AMLO es su confusión voluntaria y propagandística sobre el asilo diplomático. Jorge Glas es un delincuente confeso por la justicia ecuatoriana: ¿Por qué mezclar a los refugiados españoles y chilenos que llegaron a México perseguidos por sus ideas políticas con funcionarios que han cometido actos de corrupción?

No hay duda que el presidente Daniel Noboa violó la Convención de Viena al haber enviado policías para asaltar la embajada mexicana, pero también se contrapone en esta crisis la Convención de Asilo Diplomático, en su artículo 3 sobre la imposibilidad de otorgar asilo a sujetos que llevan sobre sus espaldas procesos judiciales.

El quinto elemento se refiere a la población mexicana desinformada sobre lo que ocurre en Perú, Bolivia, Ecuador, entre muchos países. La opinión pública reacciona por los comentarios de AMLO, no lo hace con información y análisis.

La diplomacia de Estado nunca debe ser dogmática por los peligros que conlleva.

En alguna ocasión el presidente francés Francois Mitterrand dijo que el nacionalismo es la guerra. No se equivocó.

@faustopretelin

Fue profesor investigador en el departamento de Estudios Internacionales del ITAM, publicó el libro Referéndum Twitter y fue editor y colaborador en diversos periódicos como 24 Horas, El Universal, Milenio. Ha publicado en revistas como Foreign Affairs, Le Monde Diplomatique, Life&Style, Chilango y Revuelta. Actualmente es editor y columnista en El Economista.

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