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La economía circular y la política industrial
Hace rato que dejó se estar de moda esa idea de que la mejor política industrial es no tenerla, debido a las probabilidades de que el gobierno se equivoque, desperdicie recursos o favorezca a unos actores económicos sobre otros. Ahora, se dice que el gobierno debe de lanzar políticas para alcanzar “misiones” que tienen la finalidad de contribuir a resolver los grandes problemas nacionales. Se dice que las ventajas comparativas de un país no pueden ser solamente las que se derivan de sus recursos, tecnología y condiciones actuales, sino que se pueden construir capacidades nuevas, endógenas, para hacer frente a oportunidades y retos nacionales. Un caso me parece especialmente claro para México es el desarrollo de las actividades relacionadas con la economía circular. Esto es, reaprovechar materiales y productos que se desechan.
Se trata de una actividad en la que el país ya tiene experiencia y capacidades instaladas. Un ejemplo es el PET (Tereftalato de Polietileno), que se utiliza normalmente para las bebidas y que tiene la ventaja de que se puede reutilizar para el mismo fin, es decir para el consumo humano, una vez reciclado, con bajos costos energéticos.
México recicla alrededor del 60% de PET que se consume en el país, mientras que Estados Unidos solamente reutiliza el 30 por ciento. Además del PET, se reciclan otros materiales que tienen valor post consumo como plásticos gruesos, vidrio, tetra pak, latas, cartón, papel, etc. Los procesos para reciclar estos materiales, ya sea para reutilizarlos y así evitar el uso de materiales vírgenes, o para servir de insumos a otras industrias. Buena parte del proceso de reciclaje se realiza por medio de canales informales, en los cuales se debe de trabajar para mejorar las condiciones laborales, de vida y de ingreso de las personas que ahí colaboran. Sin embargo, se requieren de inversiones y la regulación necesaria para incrementar las plantas que separan residuos, antes de que estos terminen en centros de disposición final.
No es aceptable que la basura se entierre o se deje a cielo abierto, lo correcto es que primero pase por un intenso proceso de reciclado en los centros de disposición, para después convertirse en combustibles en los que se puede aprovechar el valor calórico o utilizarla para generar energía.
Lograr todo esto requiere de la regulación adecuada, pero también de generar la coordinación entre la ciudadanía, las personas que realizan los procesos de reciclaje, los gobiernos locales y los actores privados para generar las mejores prácticas de separación, de valorización de residuos, de reuso de materiales y de disposición final de residuos. Eso puede tener enormes ganancias para la sociedad, la principal, el reducir la huella ecológica y mejorar la calidad del aire y de los espacios públicos, pero también generar empleo, detonar nuevas industrias, así como mejorar los servicios de limpia y reducir su costo.
El país puede ganar una ventaja comparativa al poder producir y exportar productos con alto contenido de material reciclable lo que va a permitir satisfacer la demanda de los mismos en Norteamérica y ayudar a las empresas, principalmente las de consumo, a cumplir sus metas globales de recuperación y re uso de materiales.
Las empresas que producen en México, por ejemplo, las cementeras, podrán acreditar su compromiso ambiental, y por tanto tener acceso a fondos verdes, si tiene a disposición el combustible de alto poder calórico conocido como CRM, que se recupera de los residuos. Todo esto tiene que ser acompañado de políticas de innovación, por parte del gobierno, universidades y sector privado, para mejorar materiales, procesos, diseño de envases, transporte, seguridad laboral, y todo lo que pueda mejorar el acopio de materiales y su reuso.
Twitter: @vidallerenas