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La economía mexicana bien, pero hay límites
La economía mexicana es tan resiliente que ha aguantado hasta este régimen. Pero tampoco hay que pensar que es a prueba de todas las balas políticas de esta autodenominada Cuarta Transformación.
No se han disipado los pronósticos de una ligera recesión hacia finales de este 2023, al menos para la economía de Estados Unidos, que por ahora ya dejó ver que durante el pasado primer trimestre del año ya tuvo una desaceleración en su ritmo de crecimiento.
La primera lectura del Producto Interno Bruto (PIB) de Estados Unidos no cumplió con las expectativas del mercado de expandirse 2% y logró apenas 1.1% de crecimiento, básicamente porque allá la política monetaria restrictiva sí afecta el consumo.
México, mientras tanto, muestra datos de resiliencia tanto en consumo como en el sector exportador que en marzo pasado reportó un aumento de 4.5% en las ventas al exterior, a pesar de una baja en las exportaciones petroleras y del lastre de la fortaleza cambiaria.
Así que seguramente el dato oportuno que revela el Inegi esta mañana de viernes del PIB del primer trimestre del año habrá de mostrar esa resistencia de la que ha sido capaz la economía mexicana.
Sin exagerar, claro, porque venimos de un crecimiento neto de cero durante más de cuatro años.
Ahora, si Estados Unidos empieza a mostrar una desaceleración más marcada es evidente que México tendrá que resentir esos efectos, porque si bien el motor del consumo interno muestra un paso consistente, las exportaciones son, sin duda, una actividad básica para esta economía.
Pero lo que más puede llegar a condicionar la salud económica tiene que ver con factores internos como la gobernanza y la inseguridad.
Perdón si alguien no está familiarizado con Superman, pero la incertidumbre que genera el régimen de Andrés Manuel López Obrador es Kryptonita pura para la confianza y, con ella, para la economía.
Hay que ver que, en menos de una semana, este régimen bombardeó a diversos sectores productivos con malas leyes aprobadas al vapor, aceptó el fracaso rotundo del Insabi hasta tener que desaparecerlo, se peleó con el gobierno de Estados Unidos y convocó a los mexicanos a una guerra contra ese país, y la gente cercana a López Obrador jugó con la información sobre su estado de salud de una forma maliciosa y negligente.
Esta última semana es sólo una aceleración de ese manejo descompuesto del país a lo largo de cuatro años y cinco meses, en los que la mayoría de los agentes económicos han padecido consecuencias negativas.
Desde las grandes empresas energéticas extranjeras, pasando por los pequeños negocios que son víctimas de toda clase de delitos, hasta las familias de bajos recursos que no encuentran atención médica para sus hijos.
La apuesta para estos 17 meses que le quedan, constitucionalmente, a este gobierno no puede ser otra que radicalizar su visión de ruptura.
La economía resiliente aguantará hasta donde pueda. Incluso, las finanzas públicas que se han mantenido en la raya de lo aceptable por los mercados pueden descomponerse si se suman malas decisiones que acaben por degradar la calificación crediticia de México, por ejemplo.
La economía mexicana se encuentra hoy bien, a secas. Pero hay límites que pueden condicionar esa salud que hoy vemos en sus números.
En menos de una semana, este régimen bombardeó a diversos sectores productivos con malas leyes aprobadas al vapor, aceptó el fracaso rotundo del Insabi hasta tener que desaparecerlo.