Buscar
Opinión

Lectura 4:00 min

La estabilización argentina a mediados de 2024 (I)

En un contexto muy complejo el gobierno de Javier Milei dio inicio a un proceso de estabilización. Ese contexto, en muy apretada síntesis desde el sector público, se caracterizaba por un déficit fiscal equivalente a 5 puntos del producto, deudas en dólares de tamaño mamut, reservas internacionales negativas, vencimientos inmediatos de deuda externa de muy corto plazo y una masa de dinero excesiva o sobrante de tres veces la base monetaria (unos 10 puntos del producto), por lo cual la hiperinflación era el problema recurrente que discutían los economistas: si era inminente o si de facto estaba ya instalada.

Dos fueron los referentes para articular las diversas políticas. El primero, sin espacio para el gradualismo, fue responder con una estabilización de choque, a rajatabla, asumiendo al déficit del sector público como el corazón de los desequilibrios macro. El segundo fue la asunción explícita, reiterada una y otra vez por “Toto” Caputo, ministro de Economía, de que cualquier gobierno argentino tenía un muy severo problema de credibilidad; cuando un país ha incumplido tantas veces cualquier obligación que ha contraído, hacer creíbles los anuncios de las nuevas políticas representaba ahora una cuestión de vida o muerte.

Esos referentes fueron y siguen siendo el trasfondo del planteamiento doctrinal eje de todo el programa: la inflación en Argentina, como en todo lugar, es un fenómeno monetario. Si bien dicho planteamiento puede verse como trivial (y hasta incompleto) en la teoría de la cantidad de dinero, ha sido allá cosa ampliamente combatida por los gobiernos kirchneristas, que ven a la inflación no sólo como un fenómeno multicausal, originado en sequías, guerras, la paridad cambiaria, etc., sino que además consideran que no existe vínculo alguno entre el déficit fiscal y la emisión monetaria concomitante con la ulterior inflación.

Dos aspectos conferían mayor dificultad a la baja inflacionaria. Uno era la tremenda distorsión que históricamente ha vivido el país en lo que respecta a los precios relativos, ya por subsidios, ya por topes del propio gobierno, ya por acuerdos políticos o por normas artificiales y excesivas; desde combustibles hasta tarifas de transporte. El otro era la brecha entre el dólar oficial y el dólar relativamente libre, brecha que era y es objeto de una muy apasionada controversia, debido a que para algunos economistas no es un precio relativo más, con ciertas peculiaridades como cualquier precio relativo, sino parte de un riesgoso y seguro traslape al nivel general de precios.

Más allá de esas y otras dificultades no menores (como el costo político y social), la evaluación más obvia de este proceso se tiene que enfocar en los guarismos de la inflación. Habiendo asumido el nuevo gobierno la segunda semana de diciembre de 2023, no le es imputable la inflación de 25.5% de ese cierre de año. De enero a junio, en cambio, sí que lo es, y la inflación mensual del primer trimestre fue de dos dígitos (20.6, 13.2 y 11%) y la del segundo de un solo dígito (8.8, 4.2 y 4.6%). Esta trayectoria descendente del índice de precios al consumidor es notable no sólo porque aleja el peligro (tangible en diciembre pasado) de la hiperinflación sino porque incide, sin duda, en la inflación esperada por los agentes.

Si las expectativas inflacionarias se debilitan puede generarse un ciclo virtuoso que acerque la inflación mensual a la tasa de devaluación mensual, que es de 2% desde diciembre 13 de 2023, en concierto con la devaluación de 118% el mismo día (de 367 pesos por dólar a 800), lo que a su vez podría contener la brecha cambiaria. De modo que la trayectoria bajista es, sin duda, un logro de la Administración Milei, no obstante que se dé en un marco de populismo político (ahora disminuido) y de congruencia y consistencia económica, con el aderezo de numerosos conflictos de Milei con economistas varios y de diversa filiación intelectual.

¿Cuáles fueron los mecanismos puestos en marcha para la obtención de estos resultados hasta ahora favorables y consecutivos? Existe una contraparte fiscal y otra monetaria que explican el éxito desinflacionario a la vista, así como interacciones clave entre ambas. Para esclarecer, en principio, esa problemática se requiere atender la gestión fiscal de Luis “Toto” Caputo, en Economía, y de Santiago Bausili, en el banco central, lo cual permitirá también delimitar las fases de la estabilización en curso y sus probabilidades de éxito hacia adelante.

*Seminario de Credibilidad Macroeconómica, Facultad de Economía, UNAM.

empresas@eleconomista.mx

Únete infórmate descubre

Suscríbete a nuestros
Newsletters

Ve a nuestros Newslettersregístrate aquí

Noticias Recomendadas

Suscríbete