Lectura 5:00 min
La imposibilidad de ser Claudia Sheinbaum
Pertenezco a la minoría de personas que no sabe cómo se comportará Claudia Sheinbaum (CS) una vez que tome posesión y se afiance en el poder. Sé que buena parte de los analistas y columnistas están seguros de que será algo así como un esbirro, un títere o una continuidad de López Obrador. Entiendo que tienen buenas razones para ello. Durante la campaña o ahora ya como presidenta electa parece seguir al pie de la letra el libreto que le escribió el mandatario.
Inclusive, cuando mínimamente se ha desviado de los preceptos y ocurrencias del presidente, este le ha hecho no tan sutiles señalamientos que hacen que Claudia Sheinbaum regrese al “buen camino”. Su apoyo a propuestas obradoristas que han sido criticadas o han causado algunos sobresaltos en los mercados, como la Guardia Nacional a la SEDENA o la reforma Judicial, son aparentes confirmaciones de esa identidad. Tal vez tengan razón y tendremos un AMLO con cola de caballo.
Sin embargo, la verdad no sé y creo que nadie sabe cómo resultará como presidenta. Pero más allá de estas especulaciones, CS tiene marcadas diferencias con AMLO, pero sobre todo la situación del país es muy distinta ahora que en 2018. López Obrador, me parece, fue el presidente que quiso ser porque las circunstancias (y la suerte) le fueron propicias. Claudia tal vez nunca pueda ser la presidenta que quiere ser porque la realidad le guarda varios obstáculos. Estos dos juegos de diferencias creo que harán imposible que ella se convierta en un simple clon.
CS fue comunista y AMLO sigue siendo un priista, de clóset, pero un priista al fin. Si la infancia política es destino, probablemente ella tenga ideas más radicales. ¿Esto quiere López? ¿Alguien que divida más al país? Recordemos el paso del ahora presidente por la jefatura de Gobierno. Luego de él, Marcelo Ebrard hizo un mejor gobierno, con menos roces con los Poderes y los niveles de gobierno. Si se buscaba mitigar el encono, este hubiera sido su candidato.
Lo que es una verdad evidente es que Sheinbaum está mejor preparada y con mayor idea de las cosas que López Obrador. “Es una giganta”, exclama el tabasqueño con vehemencia, pero es una giganta con mejor educación. ¿Esta es una garantía de que hará un mejor gobierno? Por supuesto que no, pero al menos estamos ante un escenario distinto, para mal o para peor.
En 2018, AMLO recibió un gobierno estable en lo fiscal y en lo económico, pero con un gran desprestigio y evidencias de corrupción. Había una presencia evidente del crimen organizado, pero en el terreno social el sistema educativo había estado mejorando paulatinamente y el sistema sanitario operaba con deficiencias. Es cierto, como varias veces dijo Obrador, que el país había tenido crecimientos mediocres, pero el suyo fue el peor.
En realidad, AMLO hizo una fiesta que duró un sexenio y se acabó todo lo que había en la casa, los ahorros, fideicomisos y recursos de todos lados con el objetivo de enaltecer su propia imagen a través de programas sociales otorgados de forma clientelar y grandes obras caras e inútiles.
CS recibirá un país con un crecimiento sexenal todavía peor que el de Peña, Calderón, Fox, Zedillo y Salinas. Un gobierno que afronta una mayor deuda y con un déficit fiscal que preocupa a propios y extraños. Se encontrará con la vieja corrupción del sistema y con una nueva corrupción de los cercanos a AMLO que son, por definición, intocables. Tendrá que afrontar el fracaso de PEMEX y la CFE, tratar de acelerar la infraestructura básica, tecnológica y educativa que le permita a México aprovechar el nearshoring. Los retos más difíciles serán el de la inseguridad, con un CO extendido, fortalecido y más brutal que nunca; un sistema de salud comparable al de Dinamarca, pero en la época de los vikingos y una educación que ha retrocedido al menos 10 años en sus niveles de calidad.
Por supuesto tendrá a su favor un Congreso controlado, un Poder Judicial y un sistema electoral anulados, sin órganos autónomos y la mayoría de los estados gobernados por su partido y sus aliados. Pero esta que parece su fuerza también se puede convertir en su mayor debilidad. Explico: está fuera de dudas que López Obrador se dejó abierta una puerta de atrás para sí. Nadie duda de que si hay una desviación a su legado intervendrá, sea abierta (lo más probable) o discretamente. ¿A quién, entonces, obedecerán los duros de MORENA? ¿A quién obedecerá el Ejército?
Se podrá afirmar que los intereses de CS y AMLO siempre serán los mismos, pero no es así. Las necesidades y urgencias de un nuevo gobierno se distanciarán de los deseos del viejo caudillo más temprano que tarde.