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Opinión

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La incertidumbre de Sheinbaum

El día de ayer (domingo) volví a ver la película “No mires hacia arriba” (Netflix). Para quien no la haya visto —y con esto no quiero echarles a perder la extraordinaria experiencia de verla— trata de como unos científicos descubren un cometa que va a chocar con la tierra y acabar con toda la vida como la conocemos. Las reacciones humanas afloran en todas sus expresiones, sobre todo las más lamentables. 

Por un lado, la sociedad somete el anuncio y la inminencia del evento a explicaciones catastrofistas vinculadas a razones políticas y económicas, que se traducen en incredulidad y displicencia. Los encargados de tratar de resolver el problema (el gobierno desde sus más altas esferas y los grandes capitales) actúan como estamos acostumbrados: anteponiendo intereses económicos y políticos antes que atender razonablemente el evento inevitable. El resultado es que sólo hasta que el cometa es visible (por eso el nombre de la película) se le da credibilidad a la tragedia entre la población y las élites se preparan para salir del planeta para habitar otro. Ya no hay nada que hacer. El final, véalo usted, se lo recomiendo.

En la semana, por otro lado, he leído en un buen número de artículos en éste y otros medios, sobre la responsabilidad que tiene Claudia Sheinbaum a partir del primero de octubre. Asunto que adquiere mayor dramatismo con el nombramiento de Luisa María Alcalde como presidente de Morena, este domingo, acompañada de una secretaria general insípida y del hijo del presidente (Andrés López Beltrán) en la secretaria de organización, cuya tarea fundamental es organizar las huestes morenistas y controlar las elecciones.

Entre las lecturas, hechas en la semana, aflora un dejo de optimismo y un llamado a abandonar la jettatura de su jefe, el todavía presidente. En ellos, se muestra el deseo y la esperanza de regresar al país a un camino de institucionalidad y raciocinio republicano. Se apela a su sentido científico, a su capacidad (no vista hasta ahora) por imprimirle a su gobierno sello propio y cambio de rumbo en algunas cosas, no demasiado. Lo mismo se le pidió al INE durante la elección y no lo hizo, lo que acabo en una sobre representación 20% por arriba de la votación para el congreso. Se le pidió algo similar al TEPJF y no lo hizo, confirmando los múltiples dislates que todos conocemos.  

A la irresponsabilidad republicana de ambas instituciones, se suma una estrategia del presidente que ha consistido en acotarle todos los márgenes de maniobra a la nueva presidente. Le dejan a Yorio en la subsecretaria de hacienda, en el control del ejercicio de gasto. Le dejan a Rosa Icela en gobernación, a pesar de los evidentes desencuentros entre ella y Claudia Sheinbaum. En las cámaras, le deja a dos líderes contrarios a la presidente y leales a AMLO. Lo mismo sucede en Economía, Hacienda y la Secretaría del Bienestar. Le deja un país endeudado por arriba del 50% del PIB y sin guardaditos o fideicomisos con los cuales salir de gastos extraordinarios o atender los muchos programas clientelares a los que está comprometido el nuevo gobierno. Le deja 24 gobernadores que fueron puestos directamente por AMLO. En fin.

Los márgenes de maniobra de Claudia Sheinbaum, no sólo son muy estrechos, sino que el gobierno, el congreso y la destrucción del poder judicial, avizoran un desastre de pronóstico reservado, pero lo peor no está ahí. Lo peor anida en que las decisiones que el país habrá de tomar, dependen de la voluntad de una persona ante la destrucción institucional, la pregunta primera es ¿quien es esa persona? Claudia o AMLO. 

Por lo pronto, “no mires hacia arriba”, no vaya a hacer que te encuentres con lo inevitable y la tragedia que está por venir, para todos. Nada más, pero nada menos, también.

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Ensayista e interesado en temas legales y de justicia. actualmente profesor de la facultad de derecho de la UNAM.

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